Un Año Nuevo
Un nuevo año comienza. Frente a un planeta convulsionado muchas inquietudes nacen en los hombres. Ante este cuadro los ciudadanos del mundo deben reflexionar sobre la necesidad de cerrar las heridas abiertas por la violencia que dejó el siglo pasado, porque solo con reconciliación se logrará una sociedad más humana.
Las noticias que emanan de los medios, muchas veces nos inducen a pensamientos apocalípticos. Solo partiendo de la idea de que el planeta se construye por la acción de los hombres que lo habitan y en los que debe imperar un sentimiento genuino de convivencia y un espíritu de unidad que los hermane, se logrará la paz tan ansiada.
Vale como ejemplo, la situación que aún vive la Argentina. Entre las décadas del 60 y 70, transitó por una época de violencia política que dejó heridas abiertas y solo con el accionar de una verdadera justicia se podrán cicatrizar. Estos hechos ya forman parte de la historia. Cuando se efectúan análisis sobre ellos se debe reconocer que la barbarie existió en ambos bandos. La crueldad que aconteció sirvió y sirve en forma inescrupulosa como bandera política.
En las primeras décadas del siglo XX, la historia habló siempre de una Argentina civilizada y moderna, fue posible porque se había construido un sólido espíritu de unidad nacional, que fue ejemplo en el mundo. Años más tarde se entró en periodos de acelerada decadencia, los valores que se habían instituido como premisas nacionales fueron destruidos, llegando en las últimas décadas del siglo, donde las esferas políticas buscaron para sus fines, mantener abiertos los conflictos que enfrentaron a los argentinos. En lugar de buscar elementos de concordia y de unidad, exacerbaron y agitaron con especial inquina temas que solo alimentan odio y rencores, que buscan resentimientos y venganzas. Una frase de Ernesto «Che» Guevara expresaba «Un pueblo sin odios no puede triunfar», muchas veces esta idea impulsa a la dirigencia política en su accionar.
La caída acelerada de los sistemas educativos, la deformación de los cuadros docentes en todos sus niveles que transmiten conceptos tendenciosos a sus alumnos sobre la realidad histórica en esos tiempos, desconocen muchas veces la situación que se vivía. Un clima de terror invadía las calles, atentados criminales, secuestros extorsivos, asesinatos de empresarios, muerte masiva de ciudadanos inocentes. Conjuntamente gobernaba en esos años una cruel dictadura militar que con métodos inquisoriales solo buscaba enriquecerse y demostrar a su vez el desprecio que siempre sintieron por la civilidad.
Los medios masivos de comunicación, con el fin de ganar audiencia, difunden informaciones deformadas de los trágicos sucesos vividos, fabrican para el público no comprometido, una presentación de los hechos poniendo acento en lo extraordinario, exhibiendo a la violencia como un fin, solo contribuyen a incrementarla, dividiendo aún más a la sociedad y perpetúan sus enfrentamientos, de esta forma solo se detiene el progreso.
Actualmente la Argentina vive un tiempo de excepcional crecimiento económico del 8,6 %, pero también continúan las enormes desigualdades sociales, esta situación constituye una gravísima afrenta, no es lo mismo ser pobre que desigual. Lo uno comporta falta o escasez de recursos, atraso histórico; lo otro arbitrariedad e injusticia; en el fondo, incompetencia, estúpido egoísmo; una suerte de negación al progreso. La situación de desigualdad siempre fue sostenida por el capitalismo, que contó con el apoyo de los sistemas internacionales que se oponen a cualquier forma de gobierno que altere el ejercicio de sus privilegios ya sea este, de corte populista, democrático o revolucionario. Dentro de dos años se conmemorará el bicentenario de su independencia, pero a pesar de haberse liberado del yugo español, la Argentina aún no pudo o supo salir de su condición de neocolonía.
En el año 2008 se inicia en la Argentina una nueva etapa política, uno de los fines para lograr la pacificación debe ser la reconstrucción del equilibrio social, abandonando la forma sectaria de narrar la historia, manteniendo un respeto por la verdad y la justicia, debe nacer entre los hombres un diálogo sin odios ni rencores, solo así se recuperará la unidad rota por los ideólogos de la violencia que destruyen los cimientos morales de la Nación.