En Busca de una Revolución Educativa
Situaciones como el ataque al rectorado de la Universidad de Bs. As a raíz del cierre de la regional de Merlo, la ocupación del Colegio Nacional Buenos Aires, el ataque a una profesora en un colegio Primera Junta y últimamente la humillación que sufrió una docente en la localidad de Temperley me dejaron un fuerte dolor e indignación, al comprobar una vez más la decadencia de la educación en la Argentina.
Hace cuarenta y cinco años que ejerzo la docencia en todos sus niveles y nuca tuve una experiencia de indisciplina.
La situación que vive el sistema educativo me instó a una reflexión. Nadie nace violento, es la sociedad en la que se vive que genera violencia. Hay violencia en la escuela porque la hay en el fútbol, en la familia, en el barrio, en el trabajo, en el tren y en las rutas.
Existe en la sociedad un conflicto de convivencia, influido por los altos índices de pobreza, indigencia, vulnerabilidad, desempleo y el accionar de los medios que llega a la escuela generando violencia, siendo quizás la única institución que aun perdura. Esto lleva al gobierno a transformarla en agente de retención en la búsqueda de evitar que los jóvenes caigan en el vacío de la inestabilidad social, desatendiendo el conocimiento que es su verdadera misión.
La ausencia y la falta de autoridad de padres y educadores, han originado que los jóvenes queden abandonados a la violencia natural que existe en ellos, la escuela debería suplir estas carencias.
En estos tiempos se ha producido una transformación de la familia tradicional que marcaba derroteros a sus hijos; hoy existen familias recompuestas, de personas sueltas, o compuestas por personas de un mismo sexo. Las anomalías de estas situaciones han desautorizado la prohibición. La figura del padre ha perdido vigencia, hoy se halla cargado de la culpa histórica de prohibir, trata de neutralizar esta situación con una alta cuota de permisibilidad.
La violencia es una condición humana, muchas veces hemos escuchado “el hombre es un animal violento”, para superar el problema se necesita encontrar nuevos modelos que ayuden a los jóvenes a atravesar su adolescencia. Hasta el presente no se han implementado rituales que los lleven a buscar salidas a su autodestrucción o a la destrucción que ejercen sobre los demás.
Hoy encontramos en la Argentina un alto deterioro en la enseñanza. En el pasado gozó de un prestigio internacional. Es mucho lo que se perturbó, se introdujeron innovaciones tomadas de otros países y aunque las autoridades educativas conocían el fracaso donde fueron implementadas, continuaron con su aplicación. Cuando se introducen sistemas ajenos a la naturaleza de los jóvenes se olvida que el verdadero desafió del futuro consiste en encontrar puentes entre lo que les preocupa con lo que se les debe enseñar.
Tradicionalmente familia y escuela poseían saberes morales y de conocimiento que les transmitían a los jóvenes, considerando que eran importantes para su futuro y ellos lo aceptaban. Hoy la tecnología ha avanzado en tal medida que ha deslumbrado a los adultos y ha derivado en una admiración por la habilidad de sus hijos, considerando que son más capaces que ellos. Llegan al convencimiento erróneo que esos conocimientos son la clave, restándole importancia a los contenidos que la escuela y la familia deben brindar. Hoy más que nunca resulta importante inculcar a los jóvenes una claridad sobre la vida y para que se vive.
En esta crítica época se ha perdido el concepto de que los valores fundamentales no se inventan, son innatos. Existen en ellos dos dimensiones: hay valores propios de la condición humana como la lealtad, el amor, la justicia, hay otros relativos, creados por el deseo del hombre. Lipovetsky en “La era del vació” expresa “el hombre busca su interés, no el bien común. Cada uno tiene su verdad y se las arregla como puede”, cuando solo se busca lo innecesario se cae en la dádiva, el soborno, la corrupción y el estado de violencia.
El futuro nos depara una nueva conformación social integrada por dos grupos humanos: uno muy pequeño constituido por una aristocracia del saber y de alto nivel económico y otro integrado por una gran masa formada en parte por una indigencia hambreada y otra compuesta por personas con un relativo poder económico introducida en el consumismo, ambas excluidas del conocimiento y pensamiento. Esta nueva forma de desigualdad remplazará al concepto de países desarrollados y subdesarrollados.
Necesitamos de una verdadera revolución educativa en la búsqueda de detener este proceso, no podemos calcular cual será nuestra situación dentro de treinta años, tampoco se lo conoció en décadas anteriores. La representación del hombre y del universo va a cambiar radicalmente en el futuro, debemos prepararnos para ello.
Guillermo César Vadillo
|