Profesor Guillermo Cesar Vadillo
  La inseguridad
 
La inseguridad

La inseguridad en todas sus formas crece, está presente en nuestras vidas, es como una marea que en su avance todo lo arrastra; se produce sin aviso de golpe dejando siempre la sensación frustrante que algo en nuestras vidas ha sido violado, se ha roto la intimidad. Sus consecuencias en el mejor de los casos son pérdidas materiales, ni hablar del dolor que deja cuando las derivaciones son mayores, como es el caso de una muerte absurda.

Cuando las sociedades se organizaron, apareció la justicia para castigar o absolver con imparcialidad los hechos presuntamente delictivos, se reemplazó así aLa inoperancia gubernamental no realiza los estudios suficientes para prevenir el delito, si lo hace busca solo recursos inmediatos, sin realizar un análisis de los mediatos.

Como prueba basta analizar las palabras de la Presidenta en el acto que se realizó el 20 de febrero en el Rosedal de Palermo en donde anunció que con más inversión en armamento se va a encarar con éxito la lucha contra el delito, en esta oportunidad expresó: “Ese mundo seguro que alguna vez conocimos los que tenemos más de 50 años tal vez no vuelva, porque los fenómenos de urbanización, la aparición de la droga como un instrumento del delito a escala mundial y las características de la delincuencia han complejizado del tal manera el combate que siempre suena más difícil e imposible terminar con la delincuencia”.

Frente a estas declaraciones, vale considerar que mientras no exista una verdadera evaluación de la situación miserable en que viven aproximadamente un 25 % de la población de la Capital y del Gran Buenos Aires, que se hallan albergados en patéticos paradigmas del desamparo, como son las llamadas villas miserias, en las que se expone con crudeza la marginación a la que han sido condenados y los ciega en las posibilidades de superarla. Carecen en su existencia de las condiciones más elementales para llevar una vida digna.

Las viviendas las erigen muchas veces próximas a basurales a cielo abierto, que en oportunidades extraen alimentos en mal estado para paliar el hambre, o en sitios cercanos a las vías de los trenes o en zonas anegables contaminadas que exponen a sus pobladores: a enfermedades infecciosas, emanaciones tóxicas, incendios e invasión de roedores.

En las zonas urbanas viven en inmuebles tomados o en inquilinatos, habitando minúsculos, oscuros y mal ventiladas espacios.

En todos estos lugares diez de cada mil niños que nacen, mueren antes de cumplir un año. Si existen escuelas la deserción escolar es moneda corriente. No existe asistencia sanitaria. Los niños y los jóvenes arrastran conflictos derivados del abandono paterno, alcoholismo, violencia familiar, desocupación, todas ellas producto de la marginación en la que viven.

Las situaciones expuestas transforman a estas zonas en semilleros de delincuentes, muchas veces los niños y jóvenes frente a la desolación y el maltrato en que viven, abandonan a su familia y se juntan y forman las ranchadas (*) en las que mediante la limosna, la apertura de puertas de taxis, limpieza de los parabrisas, etc. subsisten, pero a medida que aumenta su edad comienzan a delinquir. A veces la presencia de un adulto perverso les da comida y cama para luego cobrarle el diezmo de lo que roban o piden. La droga es su medio natural de subsistencia consumen marihuana, alcohol, paco, cocaína, tolueno, psicofárma-cos o nafta.

Quise escribir este artículo en base a las declaraciones de nuestra verborrágica y diletante presidenta, que encara la complejidad de la seguridad, con solo el empleo de más armas para las fuerzas policiales, sin tener en cuenta que debe existir además un verdadero plan de acción social, que dejando de lado los intereses políticos encare seriamente el problema de la marginación, de no ser así la inseguridad continuará creciendo, alcanzando límites inimaginables. Solo se podrá detener el problema reconstruyendo el tejido social que permitirá superar las desigualdades y la descomposición que generó el modelo neoliberal de la dictadura militar y del gobierno menemista que fomentaron el crecimiento sin desarrollo.

(*) Ranchada: grupos de chicos y chicas jaqueados por la pobreza, la droga y la indiferencia.

Guillermo Vadillo
 
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