LA ARGENTINA ACTUAL
La Argentina vive en una democracia heredera de la dictadura que sufrió en la década del 70. La situación que hoy vivenciamos sigue siendo víctima de los demonios históricos que asolaron al país. Siempre imperó el enfrentamiento y el conflicto. La ley fue y es burlada, como consecuencia impera la violencia y la inseguridad. Solo se puede hablar de una revolución democrática, cuando se
respeta la Constitución y la Ley.
Hoy la ley en la Argentina es desoída y reiteradamente vulnerada. Su palabra ha perdido su función rectora. Muchas son las causas, la inexistencia de ideales en el sector político. Su deterioro es consecuencia del caudal de abusos y malversaciones que cometen cuando llegan al poder. Otra causa de importancia, lo constituye la dependencia del Poder Legislativo y del Poder Judicial al imperio de las desiciones del Poder Ejecutivo. Ello implica que en el país se han extinguido los controles capaces de impedir y castigar los abusos del poder.
La impunidad que hoy impera marca una humillante hipoteca sobre la clase política argentina. Estancados en la hostilidad y desconfianza, no ven la realidad que los invade.
Cuando alcanzan el poder cierran los ojos ante el problema de dos millones de ciudadanos desempleados, subempleados, indigentes, infancia desprotegida y muchos otros casos que son heridas abiertas al sentido humano. Conforman deudas humillantes que los golpean y desacreditan. Muy lejos están de entender esta problemática, se hallan fuertemente unidos, al remanido eslogan que invocan sobre derechos humanos que lo hacen en forma parcial y de acuerdo a sus intereses.
La Argentina se mueve por un derrotero equivocado. En un país en el que abunda la riqueza natural y humana, favorecido por su situación geográfica, es incompresible que se halle anulado en el concierto mundial ¿Cómo puede mentir el gobierno en forma descontrolada que somos un ejemplo ante el mundo?
Hoy estamos mutilados, no tenemos ojos mejores para ver nuestra patria, olvidamos el ejemplo que dieron esos millones de inmigrantes que cruzaron el océano para llegar a una tierra que les ofrecía un futuro a costa de su trabajo, que les permitiría armar una familia y en las que sus hijos podrían estudiar para ascender socialmente por su esfuerzo y honrando el trabajo.
Desde mediados de la década del cuarenta venimos cayendo en una espiral autodestructivo que no has llevado al enfrentamiento y a la discordia. En el siglo XX y el XXI los argentinos experimentamos una serie de fracasos que tienen como resultados; padecimientos injustificables, como consecuencia de políticas equivocadas que originaron crueles retrocesos, condenando a millones de hombres a altos niveles de indigencia, han destruido la educación y a través de un asitencialismo parcial se anuló la razón social del trabajo.
El precio que estamos pagando en estos tiempos en los que el autoritarismo se resiste a morir y no permite predecir un futuro promisorio, que las nieblas del poder extraviado tratan vanamente de ocultar. Si los argentinos continuamos permitiendo que el gobierno caiga en poder de aventureros inescrupulosos y gente ignorante seguiremos sufriendo crisis y con estas crisis desaparecen bienes y muchas vidas quedaran arruinadas por la desocupación.
Solo si los ciudadanos tomamos interés en el futuro y dejamos de ser apáticos, insensibles y considerarnos marginados por el sistema político, se podrá salir adelante. Con una frase de Esteban Echeverria, -figura injustamente olvidada- pero el albacea del pensamiento de Mayo, quiero cerrar estas reflexiones: “la fórmula única y definitiva de nuestra existencia como pueblo libre es: Mayo, progreso y democracia”.