Profesor Guillermo Cesar Vadillo
  HIPERMODERNIDAD
 
HIPERMODERNIDAD   
 
Es  común  llamar  a  los  tiempos  que  vivimos “Posmodernidad”. Este término alude a un período histórico específico, en el que se desconfía de las nociones clásicas como:  verdad,  razón,  identidad,   objetividad,   idea   de progreso  universal,  de  emancipación,  de  los  grandes relatos,  ideas  que  estaban  insertas  en  el  hombre  de  la modernidad.      
La sociedad moderna era conquistadora, creía en el futuro,  en  la  ciencia  y  en  la  técnica.  Se  instituyó  como ruptura a las jerarquías de sangre y la soberanía sagrada, en nombre de lo universal y de la razón. Se apostaba a la prosperidad.  Se  creía  que  la  ciencia  avanzaba  hacia  la verdad, que el progreso se expandiría como forma de vida total  y  que  la  ética  encontraría  su  universalidad.  Las conmociones que hemos experimentado durante del siglo XX, contradicen los ideales de la modernidad. A partir de la segunda mitad del siglo se  observa cada vez con mayor celeridad, el desencanto y la frustración.
Tuve oportunidad de leer en el suplemento Enfoques del diario  La  Nación  el  análisis  que  hace  Giles  Lipovestsky, intelectual  francés,  que  denomina  a  estos  tiempos “Hipermodernidad”, sus fundamentos condicen con los que exponga  en  mi  libro  “Paginas  al  viento”,  en  el  capítulo “Posmernidad”,  por  tal  razón  me  voy  apropiar  de  este término para referirme a los tiempos que vivimos.  
Estos  tiempos  son  producto  del  consumo  y  la comunicación,  hemos  entrado  en  un  nuevo  ciclo  de  la cultura  del  individualismo,  en  antaño  el  individualismo permanecía anclado en valores morales y en las grandes ideologías.  Este proceso coincidió con el  retroceso de las estructuras sociales rígidas y pesadas.   Este  naciente  individualismo  se  caracteriza  por  la Expansión de la autonomía subjetiva, el hedonismo, el culto al cuerpo, a lo psíquico y a lo relacional, se derrumban las ideologías.
El mundo actual se asienta sobre tres líneas que actúan  fuertemente  sobre  la  sociedad  occidental:  el dinamismo tecnocientífico,  el  mercado,   los  derechos  del individuo,  existen  además  muchos  otros  factores  que alteran el normal desarrollo de la sociedad.   Vivimos en estos tiempos la primacía del capitalismo, que destruye  empleos,  desfigura  paisajes,  contamina  la atmósfera,  agota  las  materias  primas  y  quiebra  a  los individuos.  Los  productos  cotidianos,  que  antes  se vinculaban  con  la  estética,  se  han  transformado  en accesorios de la moda. Este paradigma estético es producto del capitalismo de consumo.  
La  aspiración  del  hombre  de  la  Hipermodernidad  se vincula con la belleza y la emoción. Hoy nos encontramos con fuertes contradicciones, excesos y tensiones producidos por la economía, los medios de comunicación, Internet, la moral y la política.  
En la Hipermodernidad se pone en tela de juicio a todas las instituciones.     Mediante el uso de Internet y las redes sociales,  se  conforma  una  suerte  de  narcisismo,  que pretende  demostrar  una  capacidad  creativa  que  intenta existir  frente al otro. Vivimos en una sociedad que olvida todo rápidamente.  Esto permite construir  un hombre con identidad  virtual  conectada  al  consumo,  la  moda  y  los propios  gustos.   Sumergiéndose  en  imágenes  felices,  que contradicen con la realidad,  en la que es todo complicado. Vivimos en futuro incierto, con una la vida privada agitada por sobresaltos permanentes.   
La democracia que hoy impera en el mundo occidental, es una democracia no liberal, en la que impera un aumento de la desigualdad, que dará como resultado un mundo en que imperará un capitalismo absoluto,  que será habitado por  hipermillonarios  y  los  otros.  Un  mundo  donde  unos pocos países tendrán éxito y los demás quedarán relegados a un incierto destino.      
Las  utopías  que  fueron  base  de  la  modernidad  han desaparecido.  Se  vive  el  presente,  y  solo  se  rescatan fragmentos  del  pasado,  sin  proyectar  el  futuro.   La Hipermodernidad se ha bajado del tren de la historia.
Nuevos  paradigmas  van  apareciendo.  En  parte  se elaboran contra los principios futuristas que se establecían en la sociedad moderna. En la Hipermodernidad la sociedad está ávida de identidad, de diferencia, de conservación, de tranquilidad, de realización personal inmediata. Se disuelve la  confianza  y  la  fe  en  el  futuro,  ya  no  se   cree  en  el porvenir  y en el  progreso.  En estos tiempos los hombres quieren vivir enseguida, aquí y ahora, mantenerse siempre jóvenes. Ya no se busca forjar  el hombre nuevo.    
Los grandes ejes que conformaron la modernidad han sido abandonados por la aparición de una fuerza hedonista que  invade  la  naturaleza  del  hombre;  murieron  el optimismo tecnológico y científico, al ir éstos acompañados por la degradación del medio ambiente, del abandono cada vez más acrecentado del individuo, por la decadencia de los sistemas  políticos:  ninguna  ideología  es  capaz  de entusiasmar  a las masas.  No existen ídolos ni  tabúes,  ni proyectos históricos movilizadores. Estamos regidos por un vacío, que no marca ni tragedia, ni fin. El proceso laboral sufre  una  degradación. 
Los   sistemas  requieren  menos mano de obra, es reemplazada por la máquina.  En caso que  el  hombre   conserve  su  trabajo,  este  aumenta enormemente,  debiendo  aceptar  diferir  recompensas  y satisfacciones,  transformándose solo en un engranaje  del sistema  laboral.  Como  respuesta  a  ello,  se  estimula:  el placer,  el  relajamiento  y  la  despreocupación.  Se  debe trabajar fuerte y sin descanso en las horas laborales y vivirla diversión sin límites en las horas libres.
La situación planteada origina un divorcio  entre la economía  y  la  cultura.  Los  productos  culturales  han sido industrializados, sometidos a los criterios de la eficacia y rentabilidad,  tienen  las  mismas  campañas  de  promoción publicitaria y de marketing que las estructuras comerciales.   
Se puede observar a través de los mensajes que emiten los medios que el orden socioeconómico es inseparable de la  promoción  de  lo   superfluo;  como  el  hedonismo,  las modas, las relaciones públicas y humanas. Los estudios de motivación  de  la  estética  industrial  son  las  pautas  que marcan al hombre de estos tiempos.    
La producción ha integrado en su funcionamiento los valores  culturales  del  modernismo.  Mientras  que  la explosión  de  las  necesidades  permitía  al  capitalismo,  endécadas  anteriores,  salir  de  las  crisis  que  originaba  la superproducción.  En  nuestros  días  se  ha  producido  una contradicción  entre  cultura  y  economía,  introduciendo  la imagen de un consumismo anestesiante, dando la idea deque sólo es  un triunfador, aquel que sigue los dictados de la  publicidad  que  los  medios  le  indican,  llevando  así  al hombre a un vacío espiritual.
            El consumismo engendra una de socialización general. La dinámica  del  modernismo  que  se  caracterizaba  por  su creatividad,  es  substituida  por  una  fase  vacía  de  toda originalidad. Vivimos una cultura del  no sentido, del grito, del  ruido. Una cultura casi  suicida que sólo acepta como valor lo nuevo. Su objetivo  es la negación de todo orden estable.  
Cuanto más avanza la  nueva economía capitalista,  se produce en forma cada vez más honda la marginalidad y más  concurridas  son  las  filas  de  las  personas  que  son arrojadas a la agonía de la miseria, sin tregua ni remedio. Una  fracción  significativa  de  los  trabajadores  se  ha convertida  en  superflua,  y  constituye  una  población excedente,  sus  posibilidades  de  volver  a  trabajar  son muchas veces casi imposibles.   
En caso de considerar un incremento de productividad, posibilitada por la automatización y la computación, no se puede pensar que de esta forma aumentarían los índices decrecimiento  laboral  y  se  podría  reintegrar   a  los trabajadores  a  su  lugar  de  ocupación. 
Ellos  han  sido expulsados del mercado laboral para ser reemplazados por una combinación de máquinas y trabajadores extranjeros que se emplean por cifras insignificantes. De alguna formase puede decir que  se retorna a la idea de la esclavitud de principios del siglo XIX.   En las últimas décadas del siglo XX se produce un cambio de la relación salarial, ya no significa una protección contra a  amenaza  de  la  pobreza.  En  estos  tiempos  impera  la extensión  del  trabajo  temporario,  del  tiempo  parcial  y flexible, la corrupción del poder sindical, el resurgimiento de talleres  negreros,  del  trabajo  a  destajo  y  la  creciente privatización de los bienes sociales, como la cobertura de la salud. Se ha transformado al contrato salarial en una fuente de fragmentación y precariedad, en lugar de responder a su verdadera realidad, que es la de producir la homogeneidad y  seguridad  social   entre  los  trabajadores. 
Como fue  en antaño, cuando el crecimiento económico y la expansión de la producción eran de alguna manera compartida con los trabajadores  que  les  permitía  alimentar  y  educar  a  sus hijos. La posibilidad laboral era la cura contra la pobreza. Hoy  el  crecimiento  económico  lleva  al  trabajador  a aumentar su indigencia.   Somos testigos y a la vez actores de la mutación de una civilización  que  se   desvía  de  su  cauce  original.  Una civilización que se va sin despedirse, dejando en su lugar aun  régimen  que  altera  sus  huellas  y  que  oculta  su desaparición.  Por  ello  a estos tiempos coincido con Giles Lipovestsky  en llamarlos “Hipermodernidad”
 
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