Profesor Guillermo Cesar Vadillo
  EL BICENTENARIO
 
EL BICENTENARIO DE LA REVOLUCION DE MAYO


       Desde 1808 hasta 1826, se produjeron en América Latina hechos políticos y militares que afectaron   a la casi totalidad de los territorios americanos gobernados por España.  Se buscaba sacar las  divisiones administrativas coloniales, manejadas desde el siglo XV por el dominio de los monarcas españoles. Esta actitud daría como resultado el acceso a la independencia de gran parte de los estados de Latinoamérica.

       En pocos días festejaremos 200 años de aquella revolución que estalló en el Río de la Plata. En este bicentenario se busca exaltar nuestra conciencia nacional. El Mayo creador de identidad con sus escarapelas celestes y blancas, los patrióticos discursos en el cabildo abierto del 22 de mayo cuyo propósito era enfrentarse con los fieros realistas, inunda nuestros corazones y nos lleva a la añoranza de esos tiempos. Pero la memoria y la historia, funcionan en dos registros diferentes, aún cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas.

La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, susceptibles a permanecer latente durante largos períodos y con bruscos despertares. Mientras que la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que marca rastros. 

       La Revolución de Mayo no arrastró en su trajinar, a una línea rigurosa, que enhebró los hechos que la jalonaron para otorgarle un sentido. El grupo dirigente que actuaba en esos días no fue homogéneo, si no contradictorio y fluctuante. La revolución estuvo sometida a circunstancias de las que no podía desentenderse, las consecuencias que tuvo estaban comprendidas en las causas que la produjeron. En tanto la juventud de la época encogida dentro de las escuelas dogmáticas, sintió que un nuevo mundo se abría  ante sus ojos.

       El movimiento de mayo no provino de un desafió en contra de las potencias europeas, como fue el caso de las invasiones inglesas, ni de banderías independistas, carentes de arraigo en el mundo colonial, sino de una circunstancia fortuita impensable que actuó como disparador del movimiento -el vació real- originado por abdicación forzada de los Borbones españoles en Bayona.

       En 1810 se produjo en Buenos Aires una revolución, de ello no hay ninguna duda. Solo que la ruptura se dio primero contra un conjunto de instituciones y  años después contra la monarquía española, cuyo rey estaba preso por las fuerzas napoleónicas. A partir de ese instante, comienza a nacer una Nación, a la que le dan   fuerza los ideales de los hombres que la forjaron.

      En 1910 se celebró el centenario. En esos tiempos la Argentina estaba entre los primeros países del mundo. Las palabras futuro, porvenir, progreso y modernidad eran sinónimo de país. Llegaban gran cantidad de inmigrantes, que más tarde conformarían su clase media.

      A partir de la segunda mitad del siglo XX, los argentinos hemos sufrido una banalización suicida de nuestra historia que nos lleva a una visión pesimista de nuestra ciudadanía producto  del desinterés de los argentinos por su historia.

      Aparecen entonces seudo intelectuales que destrozan sin miramientos figuras de nuestra historia reconocidas a nivel mundial como San Martín, Alberdi, Sarmiento y tantas otras que figuran en una larga lista de hacedores de la argentinidad. Estos personajes diletantes, son expertos en descubrir los peores aspectos de cualquier prócer. Sus causas son notorias, anteponer sus intereses económicos a los hechos, creando una historia amarillista que deforma la verdad histórica solo en la búsqueda de la venta de sus libros. Estos iconoclastas ignoran la mesura, sensatez y madurez intelectual que debe primar en todo investigador de la historia

      Estas circunstancias se presentan en momentos que la sociedad argentina y en especial los jóvenes, buscan modelos y conductas ejemplares, tan escasas en los tiempos en que vivimos. Se torna cada vez más importante recurrir a esos hombres hacedores de nuestra nacionalidad, en la búsqueda de una luz entre tanta oscuridad en la que viven los jóvenes; producto de la droga, la violencia y la desocupación.

      En base a lo expuesto no se busca hacer alabanzas ciegas, hacia los hombres de la historia, sino aprender a distinguir lo valioso de lo olvidable de cada uno de ellos. Reconocer lo que resulta conveniente recordar con orgullo y lo que conviene descartar para que no se repita

      Llegando al Bicentenario les caben a los docentes, a los periodistas, a los intelectuales, pero muy especialmente a los padres, la enorme responsabilidad de revertir el manoseo vil que sufre el pasado y rescatar, la moraleja ética y épica de la historia argentina con la madurez que ofrece el tiempo, la verdad que revela la ciencia historia. La indulgencia que exige la responsabilidad social y el respeto que impone el amor a nuestra tierra.   

     Retornando a los ideales de mayo se logrará el diálogo sin miedo, apostar por él, es hacerlo en favor de la democracia para una Nación que busca dedonadamente su grandeza. Dialogar no es destruir, si no contribuir a la marcha en la búsqueda de un futuro promisorio. Solo con la unión se logra la fuerza.
                                                                                                             Guillermo César Vadillo   

 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
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