Profesor Guillermo Cesar Vadillo
  Paginas Sueltas (parte 1)
 

Guillermo César Vadillo                                     Alfredo Sayus
 
 
 
 
 
 
 
 
 
páginas sueltas

Conversaciones

a modo de entrevista

sobre la realidad

del nuevo siglo

 
 
 
 
 
Introducción

Este libro comenzó a partir una nota periodística, una entrevista con el profesor Guillermo Vadillo en la que yo pensaba preguntarle sobre algunos aspectos de la realidad que hoy vivimos. Sin embargo, después de la primera charla, que fue necesario prolongar debido a la extensión de tiempo utilizada -y por haber quedado ésta inconclusa- sobrevinieron otros encuentros, lo que dio la pauta del interés del profesor Vadillo por los temas desarrollados y la necesidad de responder a los mismos con los mayores detalles posibles.
Los encuentros continuaron a lo largo de todo el mes de enero de 2004 y con éstos fue tomando forma el proyecto de editar estas charlas en un libro. Un libro que no pretende convertirse en esquema de la verdad sobre la situación que hoy atraviesa nuestra sociedad, sino simplemente dar a conocer las preguntas de una generación y las respuestas de otra, como bien sugirió el propio profesor Vadillo teniendo en cuenta que la diferencia entre nuestras edades es de 30 años.
Sin duda, lo impactante de las respuestas que Vadillo ofrece en este trabajo se da porque hubo en él, a lo largo de estos años, una especie de transmutación: de ser un reconocido profesor de Física de numerosas instituciones secundarias, terciarias y universitarias de la región Noroeste y Oeste del Conurbano Bonaerense y de la Capital Federal, con los años fue adquiriendo un perfil de pensador y analista filosófico que le permitió escribir libros como “La Universidad del siglo XXI” (Editorial Arraigo); “La libertad de pensamiento en el Renacimiento”, junto a Humberto Rivas (El Gato Ediciones); “Educación y sociedad en la posmodernidad” y “La crisis de la sociedad en la posmodernidad”, los dos con Rodolfo Gallo (La Hoja Ediciones); “Reflexiones al fin del milenio” (La Hoja Ediciones), y “Mano a mano con la esperanza” y “Diálogos esperanzados”, ambos en coautoría con Salvador Dellutri y publicados también por La Hoja Ediciones. Textos en los que aborda con visión crítica el acontecer cotidiano de Argentina, América Latina y el mundo.
Así, con la misma visión sobre la realidad que vivimos y que desarrolló a lo largo de aquellos textos, encaró las respuestas de este libro. La mutación operada en él se refiere a que sus primeros cuatro libros –uno compuesto de cuatro tomos y que fueron escritos con anterioridad a los citados en el párrafo anterior- están relacionados con la óptica y la física, las restantes obras encaran temas predominantemente filosóficos y políticos. Sin embargo, el profesor Vadillo asegura que entre la física y la filosofía hay mucho menos que un paso.
Para un mejor desarrollo y una lectura ágil de Páginas sueltas -conversaciones a modo de entrevista sobre la realidad del nuevo siglo- lo dividimos en cinco temas: Sobre la Democracia y Globalización, Sobre la Libertad, Sobre Educación y Sociedad, Sobre la Violencia y Sobre la Ética. Cada uno de ellos se desarrolla a partir de cuatro preguntas que él responde, finaliza con una réplica en la que intento englobar lo expresado por el profesor Vadillo en sus respuestas y dejo sentada mi opinión al respecto. De esta forma va fluyendo la opinión y el pensamiento de Vadillo y el propio desde el lugar en el que estamos ubicados, como resultado de nuestra pertenencia a generaciones y experiencias de vida diferentes.
En definitiva, con este libro esperamos poder generar el debate sobre aquellos temas en los que la sociedad es protagonista y que están marcando el inicio de este controvertido siglo XXI.

Alfredo Sayus


SOBRE DEMOCRACIA Y GLOBALIZACIÓN (03/01/04)

El escritor Marcos Aguinis, escribió en un artículo: “...Hace apenas un par de años los cacerolazos tumbaron un gobierno legítimamente elegido y rutilaron las expectativas de cambios profundos que nos sacarían de la ciénaga. Íbamos a dejar atrás la decadencia (creíamos). Se especuló con la democracia directa como si entre nosotros hubiese resucitado Atenas; se decía que las enardecidas asambleas populares parirían una nueva dirigencia, más honesta, más eficaz...”
Si bien es cierto que la caída de Fernando De la Rúa no despedazó el sistema institucional que, de por sí, estaba debilitado, todo ocurrió dentro de los cánones que establecen las leyes y que manejaron hábilmente jerarcas de la política nacional para que, de una u otra forma, dirigentes que se autodenominan peronistas volvieran a ocupar los principales lugares del gobierno, incluida, claro está, la Presidencia de la Nación, no sin antes pelear lugares dentro de la misma fuerza partidaria. Dejaron como corolario en la historia nacional la designación de cinco Presidentes en diez días.
Y es aquí donde sobreviene una pregunta que en estos 20 años giró en torno de las expectativas del pueblo argentino: ¿Es ésta una verdadera democracia?

Creo que el concepto de democracia en el fin de la modernidad, y aún antes de ella, ha perdido su verdadero significado. Se lo puede observar en la estrategia que desarrolla el sistema político en nuestro país. Antes de todo acto eleccionario el candidato expresa frente a sus posibles electores que gobernará para el pueblo y por el pueblo. Pero, en el momento que alcanza el poder, el olvido de sus palabras es instantáneo, conforma nuevamente la corporación mafiosa que ya se hallaba integrada antes de asumir y compuesta por todas las instancias del poder como son: la justicia, la seguridad, los legisladores, las fuerzas armadas, etc. Y continúan con el ritmo que le marca el moderno Leviatán (*), nombre que aplicaré para el capitalismo neoliberal, que ha conseguido, en países como la Argentina, arrebatar a la sociedad civil el control del Estado para ponerlo al servicio del mercado
Un ejemplo de lo que digo lo hemos visto en estos últimos años, en el transcurso de los cuales la extensión y profundidad de la corrupción en la Argentina menemista, alcanzó los más altos índices, teniendo como apoyo la más absoluta impunidad.
Quiero destacar que a mi entender el menemismo es el verdadero peronismo, el que siempre se ha destacado por ser, en esencia, una cultura de inmoralidad y de desfachatez. Sin embargo es desde hace medio siglo la representación cabal de la gran mayoría de los argentinos.
El peronismo nace como una adaptación al neofascismo, mezclado con una voluntad de soberanía, más que de una lucha contra la neocolonización.
Creo que dada la situación que se presenta en la Argentina actualmente, de continuar con la idea peronista que lamentablemente ya ha aglutinado a todo el sistema político, los problemas del país continuarán. La idea del creador del peronismo, el Gral. Juan D. Perón -guardando las diferencias y las distancias- es en parte el proyecto de Benito Mussolini en Italia: construir una sociedad en base al empleo de la fuerza.
Los distintos componentes políticos que llegaron al poder en estos últimos 50 años, niegan con su proceder uno de los mensajes más importantes que debieran dar a la ciudadanía: el desinterés por el rédito económico que pueden lograr a través de su gestión y la búsqueda del bien del pueblo y el desarrollo de la Nación.
Este desinterés por la verdadera realidad, me permite expresar que los problemas argentinos no son esencialmente económicos, sino políticos, sociales y morales. Las potencialidades del país siguen intactas. Para su logro será necesario recuperarlas y reconstruirlas, conformando previamente una masa crítica política y social, al margen -si es necesario- de la ya existente. Esta nueva dirigencia debe estar preparada para contrarrestar la posible resistencia o sabotaje de los intereses afectados. Ello se puede lograr movilizando a la sociedad detrás de un proyecto nacional, democrático y participativo.
El político debe tener presente que su gestión es docente: debe comportarse no sólo de una manera decente, sino que también debe verse decencia en su gestión y dar pautas de honradez, de austeridad, sobre todo cuando el país atraviesa momentos de depresión económica.
Es responsabilidad del político no mostrarse de una manera insensata, con ostentación, como si fuera una especie de sultán de antiguos tiempos. Debe tener presente que su mensaje será tomado por las generaciones jóvenes que verán en ellos sus posibles referentes para el futuro inmediato.
Considero que los políticos no puede ser una casta que viva a espaldas de los ciudadanos, que fragüen sus alianzas, relaciones, planes y proyectos a retaguardia del pueblo, sin que éste nunca logre penetrar en ese mundo, saber lo que está ocurriendo verdaderamente y sin que ellos expliciten los proyectos que están haciendo. El cambio de actitud dará la transparencia necesaria. Se trata, en esencia, de un pacto de honradez entre el político y el ciudadano.
El político que está en ejercicio debe tener presente que todos los hombres que formamos la sociedad somos políticos según la concepción aristotélica. Los que mandan, son mandados por nosotros y son los que nosotros mandamos a mandar por un tiempo determinado, no son gente que haya nacido para la autoridad. Nadie ha nacido para mandar, ni para obedecer. En las democracias todos mandamos en un determinado ámbito y todos obedecemos en otros. Thomas Jefferson, decía que “... nadie ha nacido con una silla de montar en el lomo, para que otros se suban y le conduzcan con las riendas.”

(*) Leviatán: monstruo bíblico, descripto en el libro de Job. Ver Leviatán de Thomas Hobbes


¿Si tenemos en cuenta el planteo que usted hace en esta primera respuesta, no se corre el riesgo de caer en un pensamiento unilateral que puede hacernos suponer que la única democracia representativa es aquella que tiene el color de nuestra ideología o de nuestros intereses y en este mismo sentido despreciar cualquier otro tipo de acción legitimada en su representatividad por el voto popular?

Creo que el problema estriba en la dificultad de hacer un diagnóstico del estado del mundo y creer, como siempre sucedió, que la Argentina no forma parte de él, pues se consideró que se vivía en una situación de supremacía intelectual y económica. Nuestro planeta esta atravesando una profunda crisis, que dará como resultado final un cambio de mundo. La palabra crisis proviene del griego krisis, que pertenece al lenguaje médico. La crisis es lo que permite realizar el diagnostico del mal que se analiza.
En el fin de la modernidad el dilema alcanza inclusive al pensamiento, por eso siempre digo en mis trabajos que en los tiempos en que vivimos se ha impuesto el odio al pensamiento. A partir de este concepto, es legítimo interrogarnos: ¿Tenemos la capacidad, en épocas de crisis, para pensar la crisis?
La crisis planetaria nos indica que estamos ante problemas difíciles de tratar, dentro de su vasta complejidad se hallan mezclados procesos económicos, con procesos sociales, religiosos, nacionales, mitológicos y demográficos. Es por ello que la tarea de pensar la solución a los problemas de nuestro mundo es la labor más difícil que nos toca realizar, pero también la más necesaria.
En nuestro tiempo ha nacido y ha crecido la idea del fin de las ideologías. Bajo este concepto se incluye a la democracia. Se puede observar que, desde hace tiempo, ella está en retroceso en los países desarrollados y más aún en los subdesarrollados, en donde el poder del capital los va llevando hacia la nada.
Los síntomas amenazantes corren con gran vitalidad, se pueden observar procesos cada vez más fuertes que llevan a la democracia a su desaparición, como son: la exacerbación del nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el progreso de la extrema derecha, el descrédito de los partidos políticos, el desinterés ciudadano por la política y los asuntos de Estado, la pérdida de la influencia de los parlamentos, el retroceso de las leyes, el control de los medios de comunicación por grupos políticos y financieros, el acceso al Estado de mafias financieras, policiales y hasta paramilitares (todas ellas alcanzan cada vez estadios más importantes en el poder).
Como usted podrá observar, todas las situaciones que he planteado se cumplen, sin duda alguna, en nuestro país, porque también la Argentina es parte del planeta. Se origina así ese mecanismo de globalización, que generará finalmente la formación de dos grupos humanos: ricos y pobres. El fenómeno fundamental no es la pobreza material ni los bajos ingresos. Lo más importante es la situación de desigualdad profunda, en la que se hallan sumergidos los desposeídos en relación a su alimentación, a los servicios médicos y sociales. Y también la humillación que les infligen los que detentan el poder y los que solo poco tiempo atrás los habían usado para contar con sus votos, y emplearon para el logro de sus fines, promesas incumplibles. La injusticia más grave no es la material, sino la moral, y ésta no se mide en dinero, sino en el hecho de privar al hombre de los derechos que disfrutan los poderosos.
Por lo que expuse, creo que la democracia, en términos reales, se transformó en una utopía. Creyó que enterrando al comunismo había logrado su gran victoria, pero ahora corre el riesgo de perecer a manos del capitalismo.

Usted menciona dos términos contundentes para analizar el tema de la democracia: crisis y globalización ¿No cree que la primera sí la podemos pensar a partir de la búsqueda de salidas a nuevos horizontes que pueden plantearse en el incremento del hecho cultural? Y en cuanto a la segunda, coincido que la pauperización social es un mal inevitable de las globalizaciones y en ese marco ¿Piensa usted que éstas han violado la cultura y la historia de los pueblos y van en camino de hacerlo con las democracias, más teniendo en cuenta su teoría de que se trata de una utopía, con lo “peligrosas” que pueden ser las “utopías” de los pueblos marginados para los dueños del poder?

Antes comenzar a responder su pregunta, quisiera aclarar que la palabra globalización, que se emplea desde 1990, no es algo nuevo. A éste término se lo puede utilizar para referirse a la última etapa de una vista que comenzó con la conquista de América y con el desarrollo de la navegación, proceso que se aceleró con la colonización y la esclavitud. Con la ruptura de la colonización, se reivindicaron los derechos del hombre en oposición a las ideas del colonizador y esto significó la aparición de la idea de Nación y del derecho del pueblo.
En el fin de la modernidad, si bien la colonización está prácticamente terminada, existen aun hechos que mantienen su persistencia. Aparece el mercado liberal, fuertemente competitivo, que regula no solamente la economía, sino también los problemas sociales. Este mercado, geográficamente nuevo, emplea los sistemas mediáticos para introducir su nueva mercadería que son los placeres, acompañados de un fuerte narcisismo. Se puede generalizar diciendo que esta mercancía invade a todos los sectores humanos. Este hedonismo, tan marcado en nuestra época, es fuertemente apoyado por la explosión de los medios de comunicación que difunden en forma instantánea las informaciones de un punto a otro del planeta. Estos aspectos técnicos y económicos son la característica de la globalización. Pero el desarrollo de ambos aspectos ignora lo que no es calculable o mensurable, como la vida, el sufrimiento, la alegría, la tristeza, la calidad de vida, etc. En esencia niega, la vida misma.
Si bien mi vida transcurrió vinculada a las ciencias exactas, creo que la materialización de las mismas, en las distintas formas de la tecnología, produce subdesarrollos morales y psicológicos sobre el individuo. Origina muchas veces individualismo y la pérdida de lazos solidarios, características éstas de la sociedad de consumo.
No quito la excelencia de los progresos científicos y tecnológicos que se han realizado en el mundo, pero no por ello dejo de pensar en el temible poder de la ciencia y la tecnología. Me atrevo a decir que es la primera vez en la historia de la humanidad que, en virtud a ellas, se tiene la capacidad de aniquilarla.
Carlos Marx dijo en su tesis sobre Feuerbach: “De lo que se trata no es comprender ni explicar el mundo, sino de tranformarlo”. Humildemente me atrevo a discrepar con este gran filósofo, no creo que haya posibilidad de modificar al mundo si no se lo comprende y se lo explica, para poder lograr así su transformación de manera positiva. Deseo aclarar que, a pesar de lo dicho, el propio Marx dedicó mucho tiempo a comprender la realidad.
Creo, respecto a lo que le contesté hasta ahora, que la democracia sólo podrá subsistir con una unión de la sociedad, originando en esta unión una reacción que arranque el poder de las manos de los sectores financieros y desplace del gobierno a quienes no defienden sus intereses.
Existen ya indicios de esta búsqueda. Se la puede observar en la multiplicidad de protestas y movilizaciones que ocurren en todo el mundo. Ello indica que algo está pasando. Para el logro de este fin es necesario que exista unidad política y un proyecto claro. Pero, por otro lado, me pregunto: ¿Qué puede esperar la democracia en los países subdesarrollados, si el orden económico internacional les impone una crisis sin salida, y sin que siquiera la idea de democracia universal sea respetada por los países que la detentan ?

El politólogo italiano Norberto Bovio afirma que una de las asignaturas pendientes de la democracia es no haber podido vencer el poder invisible vinculado a las autocracias, que conserva su vigencia en los regímenes democráticos ¿Cree que es así? Y, en estas circunstancias, ¿Qué modo o modos de democratización podemos y debemos discutir en el marco de la globalización?

La democracia sólo se percibe antes de un acto eleccionario. Terminado el mismo se transforma en el mejor de los casos en una aristocracia (gobierno de los mejores). En la generalidad de los casos, sobre todo en América Latina, se origina una caquistocracia (gobierno de los peores). Esta situación se ha podido observar en estos últimos cincuenta años en la Argentina, donde la corrupción fue creciendo aceleradamente. ¿En qué consiste la corrupción política? Se trata del uso indebido del poder público, para beneficios privados. Nicolas Maquiavelo dice en su obra “Discurso sobre la Primera Década de Tito Livio, lo siguiente: “La corrupción no es tanto la del individuo sino del Estado, cuando los sobornos se convierten en sistema. La corrupción puede adueñarse de un Estado o de un pueblo y acarrea la pérdida de libertad”. Maquiavelo señala que el reaseguro contra la corrupción es la igualdad entre todos los ciudadanos; el factor de corrupción son aquellos que no trabajan y viven de sus posesiones.
Creo que, aunque resulte duro decirlo la democracia en la Argentina nunca existió. Su historia es un resumen de fraudes y caciquismo civil o militar, que incluye para su funcionamiento a la justicia, la que debe responder sin miramientos a las decisiones del poder. Basta como ejemplo recordar las torturas y muertes ocultas que se produjeron durante las dictaduras militares, como también durante el gobierno de Carlos Menem.
Nuestro país está arcaicamente insertado en la nueva economía global, sigue entrampado en una exportación de bienes primarios y poco transformados, con precios no remunerativos, cada vez más endeudado, más hambreado, y su situación se vuelve más frágil al aumentar las exportaciones de alimentos.
A comienzos del siglo XXI, la Argentina está situada dentro del rango de los países pobres. Los mecanismos de asistencia social están en quiebra. El nivel de desocupación llega al 16% (según guarismos oficiales que no dan la verdadera realidad ya que los planes Jefes y Jefas de Hogar quitan el concepto de desocupado y lo mismo sucede con aquellos que poseen trabajos ocasionales, etc.), el nivel de subempleo llega al 14 %, uno de cada tres argentinos vive en la pobreza. Además, dos de cada tres grandes empresas están bajo el control de capitales extranjeros.
Todo esto nos lleva a vivir con una juventud sin futuro, personas mayores desamparadas, trabajadores empobrecidos, clase media en descomposición, marginalidad, inseguridad, corrupción, desnacionalización.
Asistimos impotentes a una especie de golpe de Estado originado por la globalización liberal, que crea lacras sociales que creíamos que estaban ya erradicadas, como es el caso de la explotación de la infancia, tanto a nivel laboral como sexual. En su accionar la globalización no aspira a conquistar países, sino a ganar mercados. No se trata del proyecto de las grandes invasiones que buscaban anexar territorios, lo que sólo busca es el control de las riquezas del planeta.
En base a lo que expongo creo que una de las necesidades vitales para reconstruir esta democracia tan vapuleada en la Argentina, es la recuperación del Estado. Un gobierno que cambie de modelo, enfrentando la dificultad de modificar la realidad a la vez de transformar el instrumento de acción. Con lo que digo no trato de volver a un presunto Estado que se idealizó, ni tampoco buscar la destrucción total del actual, cuyo final sería ponerlo en manos de grupos privados que producirían su disolución.

Réplica

Existe una antigua dicotomía que se expandió a lo largo del tiempo –y tal vez del espacio- y es la del peronismo-antiperonismo. Extrañamente, o quizás lógicamente, no existió en nuestra historia política del siglo XX una dicotomía tan fuerte que, obviamente, es la misma que marca el clásico esquema de sindicarle todos los males al periplo peronista 1946-1955.
Dada la importante y amplia bibliografía con la que se cuenta sobre Perón y su tiempo, el espacio de esta conclusión será extremadamente escaso para analizarla en detalle, pero sí me atrevo a afirmar que durante nuestro convulsionado siglo XX, a lo largo de los 9 años de gobierno peronista hubo, mal que les pese a muchos, un auténtico proyecto de país. Con sus fallas y sus aciertos, con sus controversias, pero lo hubo.
Si jugáramos con un precepto matemático, el caudal de información que hay respecto del gobierno peronista es inversamente proporcional a la que contamos con relación a los 30 años de gobiernos posteriores en los que rigieron los destinos del país, alternadamente, tres dictaduras y tres gobiernos democráticos que orientaron su proyecto de país hacia la entrega de la riqueza y la autonomía nacional (aquí habría que analizar el período de Illia, quien posiblemente se mantuvo exento de esa práctica nefasta).
Tampoco coincido con el profesor Vadillo en que la democracia sea una utopía. Entiendo por utopía a la idealización de lo inalcanzable, aquello a lo que nunca accederemos pero que mantiene firme nuestra voluntad de seguir buscando ese objetivo. Y, a partir de aquí, pueden lograrse objetivos intermedios que pueden hacer al bien común.
Por el contrario, la democracia la vivimos en estado crítico, mal administrada, mal aplicada por políticas dependientes que tendieron al interés particular en lugar del interés general. Esto no implica denostar a la democracia que sigue siendo el mejor sistema de vida política, pero sí es necesario corregirla y esto nos compete a todos.
Por último, no creo que haya un “fin de las ideologías”, éstas trocaron por la “ideología de la globalización” que nos llevó –y nos sigue llevando- a instancias de vida inhumanas. Y aquí hace falta otra corrección, que es volver a las ideologías o, mejor aun, implementar ideologías en las que prime el precepto humano de una sociedad más justa, más igualitaria.


SOBRE LA LIBERTAD (10/01/04)

El filósofo francés Paul Ricoeur plantea que el problema de la política es la libertad: para que el poder funde la libertad por su racionalidad o que la libertad limite el poder por su resistencia. Esto nos lleva a intentar fundar en la posmodernidad lo que en la modernidad se entendió como un proyecto utópico: una sociedad igualitaria. Tomando estos parámetros ¿Cree que Construir una utopía requiere la necesidad de una política que retome los grandes relatos de la historia donde -como se plantea en el mito de Prometeo y Epimeteo- el respeto y la justicia para todos los seres humanos son condiciones para que se constituya una cultura basada en la libertad y la solidaridad?

Quiero aclararle, antes de contestar su pregunta, que llamo a los tiempos que corren “Fin de la Modernidad”, en lugar de “Posmodernidad “. No se trata de un capricho, sino que creo que la sociedad actual constituye la antítesis de la modernidad.
En sus comienzos, la sociedad moderna era conquistadora, creía en el futuro, en la ciencia y en la técnica, rompió con las jerarquías nobiliarias y la soberanía de lo sagrado, enalteció a las tradiciones y a la razón. Consideró a la revolución como la forma de lograr un mejoramiento de las sociedades oprimidas.
Estas características de la modernidad se van disipando en estos años en nuestras sociedades. Ellas están ávidas de diferencia, de identidad, de conservación, de tranquilidad, de realización personal inmediata. No existe fe en el futuro y se ignora el pasado y sólo se busca vivir el presente y obtener un logro inmediato, muchas veces sacrificando su libertad. Por ello considero que es demasiado tarde para ser típicamente modernos, pero aún muy temprano para considerar que estemos fuera de la modernidad.
En cuanto a su pregunta sobre la libertad, considero que el hombre es libre por el hecho natural de ser libre. La libertad no es un privilegio que otorgan las instituciones, sino una condición natural; es decir que el hombre nace libre y la libertad es su medio normal. Esta condición natural del hombre no puede ser modificada por creencias religiosas, organizaciones económicas, ni por instituciones políticas, sociales o militares, aunque es conveniente destacar que pueden cambiar su interpretación durante el transcurso de su vida.
El enemigo de la libertad es el miedo. El miedo ha deformado la personalidad del hombre. El temor por mantener su subsistencia, la ha hecho irreflexible y la ha sometido. Rousseau, sintetiza este hecho con una magnifica frase lapidaria que dice “La fuerza hizo los primeros esclavos; su cobardía los perpetuó”.
Las armas que tiene el actual Leviatan para someter al hombre y quitarle el ejercicio de su libertad, es la incultura. El que vive en la incultura, debido a la soledad del medio en donde desarrolla su existencia, o por hallarse anestesiado por los sistemas que evitan su crecimiento intelectual -ya sean estos el clima local, o la falta de estímulo que le debería proporcionar el medio institucional- no es un ser libre. Su libertad quedó sepultada en él.
El proceso de anestesia que sufre la cultura, como así también la educación en los países subdesarrollados, tiene por fin el de educar dentro de un conocimiento uniformado. Este sistema masificante está reforzado por el influjo de los medios de comunicación, quienes transmiten paradigmas contrarios a los valores éticos y morales que deberían imperar en la humanidad. Esta situación se observa en el accionar de los jóvenes, a los que se le ha cercenado sus libertades individuales, negándoles su progreso interior. De esta manera se los hace fingidos, indiferentes, violentos, aunque aparentemente no se haya descuidado su instrucción. Así, su preocupación los lleva a un materialismo absoluto en el cual han desaparecido sus valores espirituales.
Una gran variedad de tendencias reprimidas, que conformaban parte importante en los valores de la sociedad, se ven hoy, gracias al influjo de estos medios, como positivas y valederas. Como resultado se imponen nuevos modelos que dan nacimiento a una subcultura de dominación, en la que aparecen nuevas formas de vida muchas veces reñidas con la vida misma. Esta comercialización del conocimiento priva a las personas influenciadas por ellos de actuar con un sentido crítico. Tal actitud inhibe a los hombres que caen dentro de su influencia para adquirir los conocimientos mínimos que necesita para activar y desarrollar esa libertad que les permitirá analizar los problemas sociales y asistenciales que los rodean.
Creo que la libertad, en su sentido real, se ha transformado en una utopía en este tiempo de confusión en el que existen gran escasez de referentes válidos y una desmesurada oferta de sinrazones, que proclaman en esencia la muerte de las utopías, buscando así destruir en los hombres sus sueños.
¿Qué son las utopías sino sueños, desbordes de la imaginación que concibe mundos ideales? El materialismo de este mundo capitalista y globalizado le teme a los soñadores, a los gestores de utopías, porque sabe que son los únicos que pueden minar sus bases y precipitar su caída.
Las utopías, nos permiten demostrar que la felicidad es una meta alcanzable para una humanidad feliz . Forjar utopías es un derecho inalienable de todos los pueblos. Perseguir únicamente lo posible es achatar la imaginación, desconfiar de ella y plegarse a la servidumbre voluntaria. A partir de la búsqueda de lo imposible es como se llega a la madurez. Por lo tanto, es imperioso que soñemos, porque si nos negamos a hacerlo estamos eligiendo la decadencia y la opresión. Son los soñadores los que buscan el verdadero sentido de la libertad, gestan las revoluciones sin violencia, pero sí con renovadas visiones de la realidad. Pero esta visión de realidad, si es descarnada y revolucionaria, puede llegar a ser perturbadora si no va acompañada de una propuesta de esperanza para el futuro, porque el pesimismo resulta aplastante y estéril, mientras que la esperanza lleva al hombre hacia su verdadero destino.

En su libro Política, Aristóteles afirma que los hombres libres son los ciudadanos y define a éste como “... el que tiene la posibilidad de participar en la función deliberativa o judicial de esta ciudad, y llamamos ciudad, para decirlo brevemente, una muchedumbre de tales ciudadanos suficiente para vivir en autarquía.” ¿Esta autarquía a la que hace referencia puede aplicarse realmente; estamos ante otra utopía, o acaso Aristóteles se acerca a lo que siglos después se entendió como anarquía?

Es célebre la definición de Aristóteles que presenta al hombre como un animal político (Ética nicomaquea). En su Política encontramos estudiados los diferentes problemas que atañen a la organización de la ciudad, conteniendo en esta obra concepciones sobre la ciudad ideal e indicaciones concretas para el establecimiento de un orden político duradero.
Si consideramos en esencia el sentido de la política, se trata del conjunto de razones para obedecer o sublevarse. Si negamos estos conceptos, nos encontramos frente al ideal de la anarquía, que considera que cada cual debe actuar de acuerdo con su propia conciencia, sin reconocer la existencia de ningún tipo de autoridad.
Creo que la autarquía a la que Ud. se refiere, tomando a esta palabra como independencia del Estado, impera en la Argentina, pero no como búsqueda de un bienestar para el pueblo, sino como fin en sí mismo de la corporación que la gobierna.
Si vamos componiendo estos conceptos, ello me permitirá responder su pregunta. Poco a poco, los países desarrollados se dan cuenta que el crecimiento ilimitado de su desarrollo tecnológico y económico, de ser un sueño se ha transformado en una pesadilla: cientos de millones de personas viven en la miseria, mueren de hambre y de enfermedades para las que, sin embargo, existen curas.
Junto con la progresiva acumulación de riquezas y el manejo de los destinos políticos y económicos de los países subdesarrollados, las naciones industrializadas muestran un rápido incremento de desórdenes emocionales y psíquicos, que los llevan a la frustración, al suicidio, a la criminalidad y a todas las formas de delincuencia.
A su vez, entre las distintas fuerzas que contribuyen a la crisis mundial de nuestra civilización, se cuenta la utilización de la violencia en sus más diversos grados y formas, sobre todo la violencia institucional, sostenida y silenciosa sobre las masas pobres marginadas, que provoca la muerte de muchos seres diariamente.
No debemos olvidar que los servicios elementales de salud, alimentación, educación, seguridad social y vivienda, que parecerían estar asegurados en un mundo que se tilda de moderno, representan servicios insuficientes y, a veces, inalcanzables para casi las tres cuartas partes de la humanidad.
Pero, el hambre, la pobreza, la marginalidad y gran parte de las muertes por enfermedades, son evitables ya que nuestro planeta tiene la capacidad alimentaria para que esto no suceda ¿Cuál es la causa entonces de este triste devenir? La respuesta es simple, se halla en la ambición y en el materialismo desmedido, que busca producir cada vez mayores ganancias sin importarle el destino de la humanidad.
Por lo que expongo, cuando se habla de libertad y democracia, veo a estos términos como ilusiones y fantasías, sólo posibles cuando todos los hombres tomen conciencia de sus derechos y libertades. Ello sólo se puede lograr a través de la educación y la cultura, las que se hallan en un creciente retroceso en el mundo subdesarrollado, ambas manejadas por el capital financiero, que emplea este recurso en las masas para lograr así, aun más, su dominación.
Feuerbach postula que el hombre se siente miserable, ignorante, débil, frustrado, pero en su interior no renuncia a la aspiración profunda de lograr una vida mejor, tiene hambre de justicia, de hermandad y bienestar. Estos deseos lo llevan a crear en su imaginación todo un mundo ficticio en el que coloca valores y cualidades de los que se siente privado y que anhela con ansiedad. Este mundo ficticio se lo forma a través de múltiples representaciones, que son aprovechadas por los gobiernos de los países subdesarrollados para alentar con promesas que nunca cumplirán y así sus sueños nuevamente caerán en el vacío. Otras veces, en busca de ese mañana venturoso, recurren al cielo bienaventurado y a los dioses como reacciones, como contrapartidas ficticias a los sufrimientos de cada día. Cada vez que busquemos fugarnos del mundo real, y cuanto más nos estimulen, sólo se beneficiará el poder de unos pocos.
Las técnicas modernas del poder necesitan espíritus adormecidos y, mejor aun, ignorantes. No hay ninguna duda de que sólo el cambio se podrá producir cuando el hombre produzca un cambio en su propia persona, que sólo a él le pertenece y de la cual derivarán deberes para el resto de su semejantes.
La única manera lógica para enfrentar las dramáticas realidades que se dan en la sociedad moderna es enfrentándola en su realidad y no fugándose de ella.

Etienne de La Böetie plantea en uno de sus ensayos una pregunta político existencial en torno a la obediencia, escribiendo: “En esta ocasión no quisiera sino averiguar cómo es posible que tantos hombres, tantas villas, tantas ciudades, tantas naciones aguanten a veces a un tirano solo, que no tiene más poder que el que le dan (...) no obligados por una fuerza mayor, sino de alguna manera (tal parece) encantados y hechizados por el nombre de uno solo...” Y aquí es donde surge la siguiente inquietud ¿Si la libertad es natural al hombre, como plantea Aristóteles, entonces, por qué los hombre obedecen, en muchos casos ciegamente, como dice De La Böetie?

En 1996 publicamos con Humberto Rivas un trabajo titulado “La libertad de pensamiento en el Renacimiento”. Estaba dedicado a estudiar la vida de La Böetie, como un defensor de la soberanía popular contra la doctrina corriente del siglo XVI, que establecía el derecho divino de los reyes. Su obra no es muy extensa, fue publicada a su prematura muerte (contaba sólo 33 años) por su gran amigo Miguel Montaigne.
La obra que hizo celebre a La Böetie y que escribió en el año 1574, a los dieciséis años, fue “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”, llamada después el “Contra uno”. Se trata de una obra espléndida, es una declamación filosófica y republicana, Montaigne dice al referirse a ella que se trata de una obra verdadera en sus principios, espléndida en la belleza de sus ideales, pero con metas imposibles de realizar, en otras palabras, según Montaigne, de una utopía.
La Böetie rechaza no sólo el gobierno de uno solo (monarquía), sino también el de muchos (república), expresa en “La servidumbre voluntaria” que “la dominación de varios es la repetición del poder de uno solo. Pero puesto que el mal es tener un amo y que el mal está en la dominación del hombre sobre el hombre, no conviene ni un solo amo ni varios amos: simplemente no hay que tener amos”
Es preciso hacer notar que La Böetie, de concepción humanista, odiaba al poder político y lamentaba amargamente su aparición. No anticipó ninguna fórmula, ninguna receta, ningún proyecto para la construcción de una sociedad sin gobierno y, obviamente, sin clases sociales.
Su discurso es una obra original, en la que se plantea una cuestión radical, no tratada explícitamente por ninguno de los filósofos políticos de la época. Mientras se fundaban los Estados nacionales y se consolidaba la monarquía absoluta, La Böetie se atrevió a preguntar: “Cómo es posible que tantos hombres, tantas ciudades, tantas naciones aguanten a veces a un tirano, que no tiene más poder del que le dan, que no tiene capacidad de dañarlos sino cuanto ellos tiene capacidad de aguantarlo, que no podría hacerles mal alguno, sino en cuanto ellos tienen la capacidad de aguantarlo, que no podría hacerles mal alguno sino en cuanto ellos prefieren tolerarlo o contradecirlo” más adelante continúa diciendo en el “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”: “Extraordinario y al mismo tiempo muy común es que una multitud de hombres baje la cabeza y sirva miserablemente a un príncipe, sin ser obligada a ello por la fuerza sino hechizada por el prestigio del mismo, a quien no deben temer (porque siendo solo es mucho más débil que muchos) ni amar (porque es cruel e inhumano).
Lo que más le asombra y abruma es el hecho de que los pueblos se dejen devorar y dice en su obra “el pueblo se sujeta a servidumbre, se corta el cuello y, pudiendo elegir entre ser siervo y ser libre, abandona su independencia y toma el yugo; consiente en su propio mal o más bien lo persigue.”
Etienne de La Böetie establece tres causas que dan lugar a la servidumbre voluntaria. Éstas son: la costumbre, la pusilanimidad y la cobardía, y el miedo a lo misterioso y a lo sagrado.
Concibe a Dios como el antitirano y el antimonarca. Considera que Él tiene para los tiranos (es decir, para los gobernantes y sus cómplices) un sitio particularmente espantoso en los infiernos.
Etienne de La Böetie creía fundamentalmente en la grandeza del espíritu humano. Grecia y Roma fueron para él los modelos eternos de la República ideal. La libertad que él defiende parte de la idea de que todos los hombres han nacido libres, y ser libre (siguiendo a Aristóteles) es ser por sí mismo y no por otro.
Levanta su voz contra la tiranía y sus peligros y levanta también su voz frente a todo abuso del poder del Estado. Su idea de la libertad natural del hombre le adjudica a cada uno un fin de carácter personal e individual, que no puede ser utilizado por nadie en beneficio exclusivo de sus propios fines, sean éstos más o menos legítimos.
La obra de La Boetie, es una bella declamación filosófica y republicana; pero no es más que eso. No me refiero con ello a que el estilo sea ampuloso, ni los principios poco sólidos, al contrario, cuando terminé de leer “La servidumbre voluntaria” me dejó una profunda admiración por la forma y el fondo de sus ideas.
Cuestionó la idea misma del gobierno y del Estado. Más que un demócrata fue un anarquista, la libertad política que postula no es la de un Estado de derecho con representación y control popular, sino más bien una sociedad no dividida entre gobernantes y gobernados.

La sociedad para poder actuar sobre las conductas individuales tiene en su mano un gran poder que es la educación, y en este caso haré referencia a John Stuart Mill que, como buen iluminista, tiene una fe ciega en la educación y en su libro Sobre la libertad apunta: “... la opinión de una tal mayoría impuesta como ley sobre la minoría, en cuestiones de conducta personal tiene absolutamente las mismas probabilidades de ser acertada como equivocada, ya que en casos tales la opinión pública significa, a lo más, la opinión de unos cuantos respecto a lo que es bueno o malo para otros (...) y no considera sino su propia preferencia.” Trayendo hasta nuestros días la hipótesis de Mill sobre el valor de la educación ¿Piensa que ésta aun tiene la posibilidad de desarrollar las virtudes personales y sociales del sujeto, y que su proceso -siempre a las condiciones actuales- permite combatir la ignorancia y mejorar al individuo?

Los ideales educativos y los sistemas escolares tienen sus funciones propias y sus campos de actividad específicos, aunque marchen hacia un mismo fin, que es el de orientar al hombre en sus actividades y comportamientos.
En un mundo en rápida transformación, donde el conocimiento adquirido ayer, hoy ya resulta obsoleto, la humanidad no puede seguir confiando solamente en adquirir información del pasado, debería buscar la sabiduría que es la que perdura.
Creo que cuando exista una mayor proporción de calidad de educación en las poblaciones, en el sentido de comprender la realidad en forma suficiente para poder actuar sobre ella positivamente y con eficacia, las sociedades se acercarán a una verdadera democracia.
Una población educada haría que sus instituciones respondieran a las necesidades e ideales de trabajadores y dirigentes. No se conformaría con servicios sociales puramente burocráticos, con servicios sanitarios inadecuados, con políticos arbitrarios y otros absurdos que afligen a la sociedad.
En lo que respecta a las poblaciones marginadas o sumergidas, la educación no debe pasar sólo por el aprendizaje básico, sino que ellas deben aprender el porqué de su situación miserable y despertar el deseo y la capacidad para hacer algo para superarla, despegándose del asistencialismo estatal que con su dádivas las mantiene dominadas.
Respecto a Latinoamérica, las condiciones económicas, sociales y políticas que afectan a sus naciones son la causa de la gran deserción escolar que se experimenta. Las reformas o transformaciones escolares no podrán ser efectivas, a menos que se experimente una reforma económica y social. De no ser así, cualquier intento estará fuera de la realidad y tenderá al fracaso.
Por lo general, predomina en los gobiernos la idea de que la educación debe ser atendida como una suerte de promoción política y social, y no en razón al beneficio económico que en un futuro producirá una población educada.
Quisiera cerrar su pregunta con una frase de Olivier Reboul, que sostiene en su libro “Filosofía educativa”: “Educar no es fabricar adultos según un modelo, sino liberar en cada hombre lo que le impide ser él mismo, permitirle realizarse según su genio singular”.

Réplica

El concepto de libertad nunca estuvo demasiado claro en el entendimiento humano. Vulgarmente podríamos decir que se conceptualiza a partir de la existencia de la esclavitud hasta el siglo XIX y que la abolición de la misma daba la idea de “libertad”.
Pero estamos casi –y salvando las distancias- ante el análisis de una propuesta tan amplia como la esbozada demasiado brevemente en la conclusión anterior respecto del peronismo: ¿Qué es la libertad? o ¿Qué entendemos por libertad en nuestros días?
Los estudios filosóficos nos dan la pauta de una libertad ideal, pero que no es aplicable a la realidad social, política y cultural de nuestro tiempo. Tampoco lo fue en ninguno de los tiempos. El ser humano resigna el precepto filosófico de libertad a las necesidades de subsistencia cotidiana que resultan exacerbadas en el mundo “globalizado” que nos toca vivir.
La libertad siempre fue una falacia, una “frase ideal” de libros de texto, una utopía que en varias ocasiones consideramos alcanzable, pero a la que, en realidad, jamás accedemos. La libertad quedó supeditada al imperativo de la moda que, en definitiva, esclaviza a un determinado estrato social, mientras otro también permanece esclavizado por el hambre, la desigualdad social y la inaccesibilidad a las condiciones básicas de vida.
Por lo tanto, es imposible que en un mundo en el que un grupo de países poderosos ejerce su dominio sobre el resto -que resulta mayoritario- e impone su doctrina de sumisión y de injusticia social, exista la libertad. Y aquí es donde mejor cabe la frase de Rousseau que menciona el profesor Vadillo en una de sus respuestas: “La fuerza hizo los primeros esclavos; su cobardía los perpetuó”.
En este marco parecería ser la anarquía lo que más se acerca al concepto de libertad. Tal vez por eso el anarquismo fue tan combatido por grupos hegemónicos de poder dominante, especialmente a comienzos del siglo XX cuando aquel cobró mayor fuerza. Sin embargo, tampoco éste contiene la idea total de libertad, aunque ésta se complementaría con la idea de autodeterminación que en nuestros días podríamos buscar en una auténtica política educativa que abogue por una formación sistemática de calidad. Situación que también quedó subsumida en quienes detentan el poder dominante.
Sintetizando: la lucha deberá orientarse a combatir y finalizar con el poder dominante, afianzando paralelamente el concepto de autodeterminación en los aspectos de nuestra vida que hacen a la concepción social de igualdad. Allí nos estaremos acercando a una posible libertad, que tal vez no sea la ideal propuesta por los textos filosóficos, pero sí la más acorde y contraria a la esclavitud en la que hoy vivimos.


SOBRE EDUCACIÓN Y SOCIEDAD (13/01/04)

Ya en el siglo XVIII, Francisco María Arouet (conocido popularmente como Voltaire) decía que él había interrumpido su educación a los 6 años, cuando debió ingresar a la escuela. En realidad no sabemos si la frase le pertenece o es parte de la leyenda que historiadores y biógrafos adjudican a personajes célebres como lo hicieron a lo largo de la historia mundial, pero lo cierto es que ese planteo irónico surge ya en el siglo XVIII cuando el Iluminismo estaba en su apogeo. Por lo tanto, ¿qué podemos esperar de la educación de nuestros días si hace tres siglos ésta era criticada con tanta virulencia?

Considero que frente al vertiginoso cambio que experimenta el mundo, sólo la promoción del espíritu de innovación y cultivo de las capacidades creativas y vocaciones investigadoras permitirán al hombre superarse ante los sucesivos obstáculos que se le presentan.
Pese a los últimos avances tecnológicos, aun persisten situaciones indeseables para la humanidad, mientras algunos sectores experimentan desmedido bienestar, otros -cuyo número aumenta aceleradamente en el mundo de hoy- se hallan golpeados por la miseria y la ignorancia.
Las respuestas intentadas, muchas veces con gran apariencia, fracasan aunque se presenta una búsqueda nominal por cambiar el Estado mediante programas sociales que dan valor prioritario a la educación y tienden a permanecer en el pasado o a buscar respuestas en proyectos de otros países, sin tener en cuenta las realidades y necesidades del lugar donde se implementarán.
En muchas oportunidades, existen docentes que trabajan libremente sin atarse al sistema, pues advierten que la carencia de enseñanza que marca el mismo les restará oportunidades a sus alumnos.
Los hombres que manejan las instituciones, sumidos en un pacto político, encaran la educación como una forma de promoción partidaria, exhortan a la juventud predicándoles que el futuro se halla ligado con su preparación. Carecen de interés de que lo dicho se transforme en realidad. Es por ello que las escuelas miran hacia atrás, hacia un sistema moribundo o, en el mejor de los casos, se transforman en informadoras -empleando para ello los sistemas electrónicos ya conocidos (computadoras, internet, etc.) en lugar de introducir un conocimiento evolutivo-.
Se dejan así de lado los elementos necesarios para construir y dar respuestas a la nueva sociedad. Todas sus energías tienden a formar un hombre en un mundo social, que perecerá antes que él.
El sistema educativo actual propende a preparar a los alumnos para enfrentarlos a condiciones que se consideran nuevas: enfoca sus energías a la comprensión del presente, no toma en cuenta que el futuro inmediato se renueva aceleradamente. Por consiguiente, resulta necesario aprender a prever la dirección y asimilarse al ritmo de los cambios. Cuanto más se acelera el ritmo de vida, más rápidamente se escapa el presente, y más velozmente se convierten en actuales las posibilidades del futuro. Se origina así una necesidad de lograr una anticipación mayor, es decir, extender el horizonte temporal.
De lo expuesto, resulta que para crear una educación válida es necesario producir imágenes sucesivas y alternativas del futuro, presunciones sobre la clase de trabajo, profesiones y vocaciones que se necesitarán dentro de veinte o cincuenta años. Se hace necesario incluir en esta prospectiva formas familiares, problemas éticos y morales, tecnología ambiental, estructuras de organización, etc., dentro de las cuales se desarrollará la futura sociedad.
Las personas que carezcan de una idea clara de sus propias capacidades y valores, se verán en serias dificultades para incorporarse al sistema productivo y, por ende, al sistema social con la posibilidad de obtener realizaciones personales. Esto nos indica que la educación debe estar preparada para solucionar estas situaciones, evitando que los jóvenes busquen erráticamente el mañana.

De acuerdo a una investigación del Programa de Estudios de Costos del Sistema Educativo de la UNESCO, en el año 2000 la inversión educativa en la Argentina estaba por debajo de Corea, Grecia y México; además, el desguace del Ministerio de Educación de la Nación produjo que esta superestructura no tuviera a su cargo la enseñanza primaria y secundaria del país la que quedó en manos de las provincias y éstas, a su vez, intentan municipalizarla. A esto también se suma la deficiente formación docente y las graves carencias de la Reforma Educativa. Con estos datos a la vista ¿Cuál es el proyecto de país que se busca si la educación quedó prácticamente afuera de las políticas de gobierno?

En la Argentina se enarboló, en forma continua e histórica, la bandera para erradicar el analfabetismo. Se dio así la sensación de que el problema seria solucionado, pero la cruel realidad que se evidencia es otra y el problema no será resuelto hasta que las grandes fallas económicas y sociales que aquejan al pueblo desaparezcan.
La poca coherencia en la estructura escolar; el predominio de la improvisación; el acomodamiento a situaciones de orden político o de otros factores de presión; el abultamiento de la incorporación de fondos no previstos son algunas de las causas que hacen que los presupuestos asignados a la educación resulten escasos. Predomina la idea de los gobiernos de que la escuela debe ser atendida como una suerte de promoción política y social, y no en razón al beneficio económico que en el futuro producirá una población educada.
Los gobiernos parecen ignorar que la educación, en cualquiera de sus ramas, es una inversión que será devuelta al Estado dentro de un breve periodo de trabajo, el que no pasa de 8 a 10 años, suponiendo como promedio una capacidad de trabajo individual de 30 años. La inversión educativa es casi triplicada por el trabajo posterior que realizará el egresado del sistema educativo.
Ahora bien, debemos reconocer que el capitalismo financiero imperante prescinde de la producción, se instala por cuenta propia y establece su hegemonía; maneja los mercados financieros y el comercio exterior, es determinante en la fijación de las tasas de interés, influye cada vez más en el orden político. Este capitalismo financiero es el que manda hoy en la Argentina y en el mundo. Traba el desarrollo de la cultura y la educación, busca una masa humana no pensante, lo que facilita su manejo. La escuela de pensamiento y acción que desarrolló su preeminencia en el capitalismo productivo, fue reemplazada por los llamados “Chicago Boys”, jóvenes pertenecientes a sistemas educativos minoritarios, preparados entre otras cosas para servir al capitalismo financiero y para protagonizar políticas económicas que sirvieran de apoyo a las dictaduras latinoamericanas, las que crearon instituciones ideológicas que originaron un régimen de gobierno en el que imperó el terror y la corrupción, y donde el desarrollo intelectual de la población era considerada un delito.
Una vez retornada la democracia, la educación siguió cayendo, hasta llegar al momento actual, en el cual el desprestigio en que se ha sumido la actividad intelectual es el reflejo de la serie de complejas mutaciones que se producen en la cultura contemporánea.
En la actualidad, los métodos modernos aplicados en la educación han llevado a considerar a los alumnos producto de un sistema de opresión manejada por los docentes, de los que deben liberarse. La autoridad ha sido abolida por los adultos quienes se rehusan a asumir su responsabilidad.
Colocándome en la posición de observador, veo que de alguna manera son los adultos los que inducen a la rebelión a los alumnos, pues de esta manera consiguen dejar de cumplir la tarea de ofrecerles el apoyo resistente, cordial pero firme, paciente y complejo, que les ayude a crecer en busca de una verdadera libertad, dentro del complejo mundo que les tocará vivir.

En el libro “La Universidad del siglo XXI” usted manifiesta en uno de los párrafos que “... en nuestros días la Universidad tiende hacia la especialización e industrialización, olvidándose que la misma, tratada en forma absoluta, produce lamentables efectos sobre el esfuerzo de construir una comunidad de individuos ilustrados. Esto sucede en países sin desarrollo, como la Argentina. La presión hacia la capacitación técnica es muy grande y tiende a crear en el individuo la actitud mental que lo ubique en la estructura de un posible desarrollo industrial, negando el final primordial de la educación que es el de formar ciudadanos responsables. Esta presión busca como único rédito dentro de la sociedad el éxito y el conformismo, siendo en cambio muy débil el desarrollo moral, estético, intelectual y espiritual...” ¿Cree que la universidad de nuestros días mantiene estas características? De ser así ¿En qué desencadenaría esta situación de la educación argentina si, para revertir la decadencia social y cultural que atravesamos, ni siquiera podemos recurrir a la instancia de la enseñanza superior?

La mayor parte de los alumnos acuden a la universidad dispuestos a seguir una especialidad y no se preocupan por el resto. No buscan cambiar sus gustos, sus diversiones o sus estilos de vida. Lo único que se proponen es adquirir los conocimientos propios de la especialidad para dominar su profesión, para que ella les dé un lugar en ese campo y les permita gozar de los beneficios económicos que resultan de ello. Muy pocos alientan un vago anhelo de penetrar en la significación de las cosas.
Al ingresar a la universidad se encuentran con una serie de carreras, con una gran variedad de campos. Cada especialidad compite para atraer a los alumnos, ellos no tienen ninguna guía sobre lo que realmente es importante y lo que deben saber a fin de ser humanos y buenos ciudadanos.
Los profesores, por lo general, son profesionales de la especialidad. Esta característica hace que no existan reflexiones sobre otras áreas del conocimiento. No obstante, algunos docentes hablan de las grandes cuestiones, pero pocos lo hacen en relación con su enseñanza especifica. Hablan de sus cuestiones privadas, en donde lo trivial es bien conocido y lo grande queda librado a la pasión y al gusto personal. El alumno no encuentra las respuestas a sus inquietudes sobre la naturaleza de nuestro mundo: un sordo silencio los inunda, no hay competencia para las respuestas que buscan.
En muchas carreras la filosofía ha sido excluida o se le ha quitado su importancia. No quiero decir con esto que la universidad representa varios modos de vida que compiten entre si, quiero decir que la Universidad no ofrece ninguno. Todo alumno es igual a los demás, alguien que aspira a alcanzar una meta impuesta por el sistema. Y cada cual difiere sólo por el hecho de representar, a su egreso, un engranaje diferente de la máquina del sistema. Los problemas que vive la Argentina son tan grandes y sus orígenes tan profundos que, para comprenderlos, se necesita a la filosofía hoy más que nunca.
No obstante, pude observar a lo largo de mi carrera docente en la universidad que muchos alumnos buscan que se les presente una visión de los fines de la vida. Esto me llevó a pensar que, si bien la enseñanza técnica es una de las metas, no debe ser la única: el alumno que egrese debe tener una concepción humana de la profesión que va a ejercer. Creo que la universidad debería ser el lugar donde se debata, el lugar donde uno aprenda lo necesario para participar en ese debate de manera informada, en la búsqueda de la verdad sobre el fin supremo de la vida.
Ha llegado el momento en el cual nuestros jóvenes resulten capaces de saber lo que desean, ya que la vieja armazón de las generaciones pasadas se resquebraja por todas partes, ya no acepta más remiendos. La fuente de todo el mal que acontece al país está en nosotros, que permitimos que avanzara destruyendo el futuro. Esta situación podrá modificarse sólo a través del restablecimiento de la dignidad humana, que sólo se logra mejorando al hombre, ahogando sus instintos arcaicos. Para ello debe emplearse la cultura y la educación.
La Universidad argentina ha propiciado la tesis de saber-saber, sin tener en cuenta que las transformaciones del mundo hacen necesaria una Universidad que sostenga la tesis de saber-hacer. Esta primera concepción produjo intelectuales algo lejanos de las realidades de los sectores productivos y originó que la distancia que separa la Universidad del sector productivo de la nación fuera muy grande, a pesar de que se notan algunos signos de reacción.
La Argentina, en estos últimos cincuenta años ha visto su educación degradada, lo que originó una preocupación social. Fueron muy pocos los especialistas que tomaron a su cargo la tarea de estudiar la Universidad que hace falta en el país. Ello implica la formulación de una verdadera filosofía de la educación superior.
Nuestro país, en estos últimos cincuenta años, ha carecido de una formación de administradores científicos. Este vacío de clase dirigente desaceleró el progreso, dando como resultado un país que no está de acuerdo con el nivel de su riqueza potencial. Por ello, la universidad debe contribuir a la formación de la clase dirigente que el país necesita.
En los tiempos que vienen, la Universidad deberá ocuparse de la formación de los recursos humanos para un mundo diferente, deberá formar profesionales que atiendan los múltiples cambios que este nuevo mundo traerá desde el punto de vista social, ecológico, laboral, etc., muchos de los cuales ya están presentes en nuestro planeta.
En esta nueva universidad se deberá ajustar el número de cargos docentes a cantidades que no conviertan la tarea educativa en una simple fuente de sueldos para profesionales desocupados. La Universidad ya no puede ser refugio de una clase intelectual sobredimensionada y subempleada
Los nuevos tiempos se preparan con nuevas pautas productivas. La nueva industria exige cerebro de obra más que mano de obra. Ya ha comenzado la era de industrias sin chimenea que mueven ingentes recursos financieros y humanos, que eran inimaginables hace apenas unas décadas. De lo expuesto resulta la necesidad de modernizar la educación superior. Pero como siempre ha sucedido en los distintos niveles educativos de nuestro país, existe un defasaje entre lo que pide la sociedad y la capacidad de respuesta de los organismos gubernamentales. Pero hay algo que debe quedar bien en claro: los reclamos profundos en la educación de las nuevas generaciones son imperiosos y éstos deben vencer la enorme inercia del sistema educativo.

¿Qué sociedad vamos a tener dentro de 10 ó 15 años cuando nuestros alumnos de la EGB y del Polimodal de hoy se inserten en los lugares de decisión gubernamental, si ahora ya padecen serios problemas de aprendizaje y comprensión como consecuencia de la desnutrición y además están insertos en un ámbito donde prima la violencia y en el que la escuela se convirtió en un espacio de contención social perdiendo, prácticamente, su función educadora?

El país ha sufrido un gran retraso en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en materia de desarrollo educativo y científico y también cultural. Se puede situar la decadencia desde el momento que se impone como libro de texto en la escuela primaria “La razón de mi vida”, sobre su implementación deseo recordarle, que originó la expulsión de los miembros de la Academia de Letras por haberse negado a avalar el envío del libro a la candidatura al premio Nobel de Literatura, de la esposa del presidente, que se supone fue la autora del libro. Pero cualquiera sea el punto de partida de la decadencia, siempre se encontrará un nocivo efecto de la política sobre la educación, tanto en el período que menciono, como en las dictaduras posteriores. Así también podemos citar la influencia negativa de partidos políticos y otros grupos, que consideran que la educación va en contra de sus designios y la aplastan o deciden ponerla a su servicio. Reitero lo que he dicho en preguntas anteriores que Ud. me formulara: los gobiernos han puesto siempre en segundo o tercer plano a la educación dentro de la prioridades nacionales.
Pero el problema va más allá: mientras la Argentina retrocedía, el mundo avanzaba. En la era informática postindustrial, la educación y la formación son las claves de la prosperidad. Ya no se trata de promover una sociedad alfabetizada, sino una educación permanente para todos los jóvenes y adultos. Hoy resulta necesario un sistema de formación escolar y post-escolar del niño, del adolescente y del adulto, para que la sociedad en su conjunto y cada uno de sus individuos sean capaces de adaptarse a la vertiginosidad de los cambios.
Un país cuyas escuelas primarias se han convertido en comedores populares y sus maestros en asistente sociales; cuyos colegios y universidades pierden por el camino a la mayor parte de sus alumnos; cuyos profesores llevan años sin acceso a la actualización y viven muchas veces marginados; un país que no invierte, no estructura, no planifica y no debate en educación, jamás podrá aspirar a un futuro mejor.
En el informe de la ONU “Estado de la población mundial 2003”, se arrojan los siguientes guarismos: el 35 % de los adolescentes argentinos no estudian ni trabajan y el 15 % de los partos corresponden a madres adolescentes.
Los efectos devastadores de la restricción social, en momentos de recesión económica, producen que cada vez más amplios sectores de la población queden desamparados. El resultado es que ya existe una generación nacida y crecida en situación de conflicto, con desplazamientos continuos. Los efectos de ello son los niveles de violencia que se acrecientan en el país cada día, conformando un cuadro de extrema gravedad.
En base a lo expuesto, la situación de hambre, la desocupación, la falta de asistencia social, originan la pérdida del concepto de autoridad dentro de la institución familiar y ello produce el raseo de sus componentes. Es el caso de las familias en las que el lugar del padre desocupado es cubierto por su esposa -a la que no se le reconocen cargas sociales, ni un salario digno por el trabajo que debe realizar- se origina una mayor posibilidad laboral para las mujeres. A estas situaciones se le suma el sistema pernicioso de asistencialismo estatal -los planes de trabajo- que de alguna manera hace perder en la población el sentido de la cultura del trabajo. Otras veces, la situación económica lleva a que ambos componentes de la pareja deban abandonar el hogar para trabajar y lograr así su subsistencia. Todas estas situaciones llevan a la soledad a los niños y a los adolescentes. Esta pérdida de referentes orientadores los llevan a introducirse en una vida sin control que los conducirá a situaciones extremas como es el caso de la violencia, que muchas veces es empleada por ellos como expresión de su existencia.
La violencia llegó a todo tipo de instituciones: la vemos diariamente en la escuela. Considero que una de las razones fundamentales de la violencia en la escuela es la pérdida de autoridad del docente, el que ha dejado su verdadera labor para transformarse en asistente social de sus alumnos.
Esta pérdida de autoridad es inherente a todos los sectores dirigentes de nuestro país: sus labores son siempre cuestionadas y siempre están rodeadas por la corrupción. Esta pérdida de liderazgo en todas las instituciones, que deberían conformar la razón de una sociedad organizada, dan como resultado la ausencia de referentes válidos. Si existieran, con su ejemplo harían mermar la violencia que hoy invade a los jóvenes.
Otro de los factores que deben tenerse en cuenta entre los elementos que llevan muchas veces a los jóvenes a la violencia, es la invasión de la droga y del alcohol, que junto con la desocupación son factores que alimentan el ciclo de violencia, ciclo que, sin origen ni propósitos claros, se introduce en todos los estamentos de la sociedad sin que la escuela esté ajena a ellos.
Creo que estas menciones son suficientes para mostrar algunas de las causas que originan la violencia que hoy nos invade. No obstante lo expresado, quisiera completar la respuesta a su pregunta diciendo que la situación que vivimos nos lleva a construir una nueva mirada sobre la desigualdad y la pobreza. Mi intención es que no se mire a la marginación que nace en el nuevo milenio con ojos fríos, con sólo el temor personal, propio de esa individualidad de los argentinos, sino que busquemos la realización de políticas públicas mediante la constitución de asambleas barriales exigiendo a los gobiernos la instrumentación de las medidas que se propongan.

Réplica

Desde hace décadas el rumbo de la educación argentina fue dado por los propios docentes desde dos aspectos: primero, por aquellos que se negaron a ser parte de las políticas educativas que hoy ya lograron la fragmentación y la decadencia de la enseñanza; segundo, por los que, aun adscriptos al sistema desde lo pedagógico, lo sostuvieron -y lo sostienen- desde lo económico.
Los primeros, a fuerza de imaginación y voluntad, mejoraron clases y cátedras vaciadas de contenidos por los tecnócratas del sistema. Los segundos, a fuerza de inventiva, pergeñaron actividades con las comunidades educativas que se tradujeron en ingresos económicos –magros, pero ingresos al fin- que les permiten costear gastos de mantenimiento edilicio diario y cubrir el abandono de los estamentos oficiales.
Esta crisis se acentuó y ya está llegando a su límite de decadencia aumentada, obviamente, por el paso del tiempo. Sin embargo, suponer que esta decadencia se inicia con la obligatoriedad del uso del libro “La razón de mi vida” en las escuelas, como propone en este punto el profesor Vadillo, no creo que sea del todo acertado por situaciones que ya expuse en la conclusión del primer tema.
La crisis educativa fue paulatina y detalladamente planificada para hacer de la Argentina una nación dependiente del poder dominante. Hoy, revertir el estado de inutilidad de la escolarización en sus niveles primario y secundario es prácticamente imposible, y esto repercute directamente en los niveles terciario y universitario.
Por eso, centrar el inicio de este plan sistemático en la obligatoriedad de uso de un texto, sin duda propagandístico y de una redacción, quizás, burda es, por lo menos, exagerado.
Hoy el foco de atención de la comunidad educativa es otro y tiene que ver con corregir el rumbo en los niveles primario y secundario, desgastados por las presiones y, aunque suene irónico, por el desinterés de las políticas educativas en la Argentina. Se trata de un cometido difícil que deberá contar con el aval de la sociedad en su conjunto, si se espera un cambio real que tienda al mejoramiento de la política educativa a aplicarse en el futuro inmediato.


SOBRE LA VIOLENCIA (18/01/04)

Indudablemente los niveles más altos de violencia se vivieron en el país durante la última dictadura militar. Sin embargo, en el período democrático la violencia se fue “adaptando” al sistema y cambió hacia formas donde estos hechos se dan entre la misma civilidad, aunque no está exenta la participación de las fuerzas de Seguridad ¿Qué los fomenta: el Estado con su inacción; la crisis social, cultural y política; o simplemente es una consecuencia de la desocupación como sostienen numerosos funcionarios del gobierno?

Creo que todo fenómeno tiene una explicación y para lograr la misma se deben analizar las situaciones que lo causaron. Una de ellas es la corrupción que existe desde hace ya tiempo en nuestro país, la que a partir de la década del cincuenta se fue incrementando y ha alcanzado en estos últimos tiempos un grado tal que estamos considerados a nivel mundial como uno de los países más corruptos del planeta.
Corrupción significa “romperse desde adentro” y resulta sinónimo de descomposición o podredumbre. Este término, empleado a nivel social, indica aquello que puede descomponer a un grupo, a una organización y aun a la misma sociedad.
Tanto la corrupción en la sociedad argentina, como las causas que la originaron, exigen una respuesta de tipo moral. Esta situación genera la desconfianza del pueblo con respecto al poder público, y conspira contra el desarrollo humano. En el análisis de la violencia no podemos dejar de lado la corrupción no sólo en las organizaciones, sino en cuanto sus causas.
El filósofo francés Giles Lipovetski vincula el avance de la corrupción en el mundo con el consumismo, como resultado de las aplicaciones tecnológicas y el desarrollo del capitalismo. Ambos hechos convirtieron al hedonismo en una forma de comportamiento general dentro de la vida moderna. Se difunde en gran escala la adquisición de objetos considerados hasta el momento de lujo, empleando para ello la publicidad, la moda y, sobre todo, el crédito que socava directamente el principio del ahorro.
De esta forma los valores morales ceden el paso al hedonismo que incita a gastar, a disfrutar de la vida sin control, a ceder a los impulsos naturales. La sociedad bajo estas ideas ha hecho un culto del consumo, el tiempo libre y el placer.
En razón de ello se ha estratificado la sociedad en clases sociales de acuerdo con su poder de consumo. Esta estratificación se halla avalada por el poder mediático, llegando a situaciones tales que pueden destruir el prestigio de una persona honesta o dar prestigio a la deshonesta. Los medios de comunicación forman parte de lo que podríamos llamar violencia simbólica, crean las condiciones espirituales, mentales, ideológicas, para ejercer una dominación sobre los seres, los que sin darse cuenta la aceptan y de ese modo viven felices
La situación se agrava aun más ante el accionar del poder judicial, que no otorga mayores garantías en su aptitud para premiar a los buenos y castigar a los malos. La vida moderna incentiva el enriquecimiento sin importar los medios. Existen muchos y poderosos estímulos para actuar transgrediendo las pautas morales.
Vivimos un mundo, en el fin de la modernidad, donde el dinero transforma todo en mercancías: la tierra, el aire, el agua, la vida, los sentimientos, las convicciones, son vendidas al mejor postor. Hasta las personas son mercancías: hoy en día, la relación que predomina es mercadería - persona - mercadería, según la ropa que lleve, la manera cómo se movilice, los lugares dónde se mueva, se dará mayor o menor valor a la persona frente a la sociedad en la que se desenvuelva. No interesará su valor personal, moral o intelectual.

Esta violencia de la que hablamos se instaló en todos los ámbitos de la sociedad. Se padece en la calle, pero también en la escuela, en el hogar y hasta tiene una arista institucional ¿Esto es efecto de la causa mencionada en la pregunta anterior o a la instancia institucional se le fue de las manos el control de hechos violentos utilizados para amedrentar a un sector de la sociedad al que ahora no puede contener?

La violencia que hoy impera no sólo en nuestro país sino en todo el mundo y nos lleva a un clima de terror, surge muchas veces de la pantalla de televisión, es de la misma índole que las imágenes. Esa pantalla sume al televidente en un vacío mental y lo induce a las distintas formas en que puede manifestarse la violencia, ya sea terrorista, delictiva o defensiva. Transforma estos hechos aberrantes en una forma específicamente moderna. Mucho más moderna que las causas que pretenden atribuirle: políticas, sociológicas, psicológicas. Ninguna de ellas está a la altura de los acontecimientos que presentan.
Los programas televisivos muestran que la policía no hizo nada para prevenir un hecho violento, o que la justicia no cumple con su misión, pero no dicen que ambas instituciones no puede detener la pasión que se ha desatado en este fin de la modernidad por el dinero, al que consideran la única llave que los llevará a la felicidad. No se trata de un enfrentamiento con el delito o un choque de pasiones antagónicas, esto da como resultante el ocio e indiferencia que rodea a estas instituciones. De alguna forma se hallan avaladas por el vacío político o gubernamental. En síntesis, es el silencio y la indiferencia que las invade, no es un episodio irracional de nuestra vida social; la violencia que hoy vivimos es nuestra aceleración hacia el vacío existencial que hoy también vivimos.
Muchas veces, la violencia es producto de una inversión de roles, que deja su sedimento para que la violencia renazca con más fuerza. Sirve de ejemplo la impunidad de las torturas y matanzas que dieron lugar al terrorismo de Estado de la dictadura que asoló a nuestro país en la década del 70. Estos delitos quedaron impunes. Se pueden dar también como ejemplo los negociados de la época menemista que llevaron a la ruina económica al país. Tanto estos casos como muchos otros, que asolaron y asolan a nuestro país, son la simiente de esta violencia que hoy nos invade.
Se pueden dar más ejemplos de esta inversión de roles: los espectadores de un partido de fútbol se convierten en actores, sustituyen a los protagonistas -los futbolistas- y bajo la mirada de los televidentes, o del resto de los asistentes presentes inventan su propio espectáculo: golpean al público, hostigan a la policía para que los reprima. Hechos similares se producen en un concierto de rock y cuando los destrozos son grandes se dice que el concierto fue un éxito.
Esto me lleva a una reflexión: la violencia en todas su formas es la imagen del mal que se halla en todas partes, sus formas en este fin de modernidad son infinitas. Vivimos en una sociedad con una gestión calculada del discurso del bien y donde no existe ninguna posibilidad de nombrar el mal, pero éste se ha metamorfoseado en todas las formas vírales y violentas que nos obsesionan.

El axioma de que la violencia genera más violencia no es desacertado y, por esa misma razón, se torna peligroso -lo vivimos con nefasta intensidad durante la última dictadura militar como ambos ya mencionamos-. Sin llegar a esos extremos, pero teniendo en cuenta el incremento del delito en los últimos años, ¿supone que vamos camino a vivir en “situación de violencia” permanente?

La violencia no ha permanecido estática con el paso de la historia, las guerras han llevado al hombre a manifestaciones de la más alta crueldad. En tiempos de paz, los delitos contra la propiedad (atracos, robos) que junto a la delincuencia astuta (estafas), aumentaron durante los siglos XVIII y XIX. En el transcurso del siglo XX se sumó el delito contra las personas -el que fue agravándose con el correr del tiempo- y ha llegado en estos días, en la Argentina, a valores espectaculares. El robo a mano armada, y las consecuencias de muerte que muchas veces presenta, marcan un aumento de la violencia social.
La delincuencia juvenil ha aumentado y se ha hecho más violenta. El culto a la juventud que se desarrollo en gran medida después de la segunda mitad del siglo XX, sometió a los adultos a los deseos incontrolables de los jóvenes, quienes se han endurecido y tienden a afirmar cada vez más rápido su autonomía, ya sea material o psicológica, aunque deban utilizar la violencia para ello.
La juventud, en general muy introducida en la sociedad de consumo, los impulsa a ceder ante sus encantos, los lleva a la pérdida de las estructuras tradicionales de la sociedad como son el trabajo, el estudio, el respeto a la ley y a las personas. Para ello se les presenta un mundo de oscuros horizontes al que supuestamente nunca podrán cambiar y, por consiguiente, sólo tiene valor el presente, porque se les introduce el concepto que el futuro no existe. Muchas veces, el accionar mediático ayuda a promover estos axiomas. Los medios forman parte de la violencia simbólica, crean las condiciones espirituales, mentales, ideológicas que finalmente permiten que los dominados no se den cuenta de que son dominados y, de este modo, puedan vivir felices.
Hoy asistimos a una ampliación de la gama criminal. Es decir, a la emergencia de una violencia cuyos autores, muchas veces desconocidos por los servicios policiales, no tienen ninguna relación con el hampa. La violencia criminal se expande, pierde sus fronteras, incluso en cuanto a la edad de los delincuentes.
Otros factores que se suman a esta violencia que crece aceleradamente son: la desocupación, la marginalidad y el asistencialismo. Cuando la Argentina aceptó aplicar el monetarismo del Fondo Monetario Internacional, perdió los elementos que le hacían falta para hacer frente a sus necesidades y sólo consiguió acrecentar el empobrecimiento de su población. Ningún país de América Latina se inclinó con tanta reverencia ante los deseos del FMI como la Argentina, que sirvió como piloto para su plan elaborado para toda Latinoamérica.
La Argentina, en la primera mitad del siglo pasado, era un país que no conocía el hambre, el analfabetismo, los sin techo y, hasta los ochenta, no tenía chicos en la calle. La catástrofe social y económica que hoy vivimos está a la vista de todos. Nuestro país fue malvendido por la dictadura militar y por el gobierno de Carlos Menem.
La situación que vive hoy el pueblo argentino es la búsqueda de la supervivencia, que ha reemplazado al desarrollo. Durar y perdurar parece ser preminente, y no crecer y progresar. El consumidor y el consumido ocupan hoy el vacío dejado por la figura del ciudadano. La ley del bien común se ha extinguido y éste debería ser en esencia el valor superlativo del Estado.

Ampliando el panorama respecto de la pregunta anterior y teniendo en cuenta que violencia y poder están íntimamente relacionados ¿No es violencia también no tener acceso a una vida digna por la cual el conjunto de la sociedad acceda igualitariamente a la educación, a la salud, al trabajo, a la cultura, a la vivienda, al esparcimiento y al verdadero ejercicio del libre albedrío?

Más allá de lo expresado en respuestas a preguntas anteriores, creo que la violencia no sólo está representada por el accionar delictivo, sino que también se puede considerar como tal el movimiento de los países desarrollados sobre los países pobres, con el objeto de incrementar su poder y desarrollar en ellos un proceso de explotación.
Es importante destacar, antes de continuar con la respuesta a su pregunta, que la riqueza que los poderosos persiguen ya no es la posesión de bienes palpables como el oro o el dinero. La riqueza se ha vuelto inmóvil e inmaterial, proviene de las transacciones especulativas, busca sólo lo rentable: Lograr riquezas que sólo beneficien a las empresas y a sus accionistas. Sería más correcto hablar en esta época del capital financiero creador de utilidades, en lugar del capital productivo.

 
 
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