Profesor Guillermo Cesar Vadillo
  PAGINAS AL VIENTO
 
                    

 



 I LA VEJEZ
   Estoy en la recta final de mi vida en la que siempre busqué fijarme metas que den significado a mi existencia, traté de dedicarme desinteresadamente a mi profesión, vivir una vida de entrega y de proyectos para mantenerme activo en la senda que recorrí, siempre en la búsqueda de significados, incluso cuando las ilusiones desaparecieron. Por esta razón es que quise iniciar este ensayo   con un tema muchas veces ignorado que es el de la vejez.
        En el tiempo de la vida normal de los hombres hay una etapa previa, antes de la muerte que suele llamarse vejez. En general cuesta asumirla porque ante nuestros ojos consideramos que aún tenemos aferrada nuestra juventud, mantenemos  presente su fuerza.
El camino recorrido desde la juventud hasta la vejez  experimenta lentas transiciones en las que no se percibe su evolución en la vida. Cada una se hace tan gradual que escapa a la diaria observación. Hasta que, en un momento impensado, nace la tempestad. En pocos días un rostro se marchita, una espalda se encorva, la mirada se apaga. Un solo día ha hecho al hombre viejo. Era que, sin sentirlo, ni saberlo envejecía desde mucho tiempo atrás.
Pero la vejez está más allá de estos cambios físicos, pues esta vinculada con el sentimiento de que es demasiado tarde, de que la partida esta jugada, de que la vida pertenece en adelante a otra generación. A partir de ese momento aparece un racontó de la vida misma, sin fragmentaciones.  
            Si la vejez no está afectada por la decadencia  faculta la obtención de  un panorama general de los aciertos y desaciertos, del camino recorrido. Esto permite tomar la vida en peso, examinarla, y descubrir a través de ella la suerte que han corrido sus múltiples trayectorias. Pedirle cuentas, reconocerla como enteramente propia o revisarla y acaso rechazarla en su totalidad o en parte.
            La posibilidad de arrepentimiento, que es quizás el momento más importante de la vida, está incluida en esa toma de posesión. En este momento el hombre se siente quizás, por primera vez, dueño de su vida.
            Comprende que en su desmedida ambición en la búsqueda de bienes materiales, le ocultaron la verdadera realidad, lo deshumanizaron. Le quitaron, quizás, uno de los valores más importantes de su existencia, que es el amor al prójimo. El hombre comprende que en muchas ocasiones cerró los ojos a lo específicamente humano, y sólo le interesó alcanzar una vida puramente material. Visualiza que para lograr su fin, no midió egoísmo, ni pasiones. Que consideró que el pasado no era nada o era poca cosa y que solo valía el presente. Comprende que el presente carece de temporalidad y que sólo es consecuencia del pasado y que lo característico de la vida es el hecho de estar dirigida siempre hacia el futuro. Al vivir sólo el presente, reconoce que esta actitud sume a la humanidad en la más espantosa soledad, y la lleva, indefectiblemente, a su destrucción.
            El hombre olvida que la felicidad verdadera consiste en tener un proyecto, compuesto por metas como el amor, el trabajo y la cultura. En síntesis, hacer algo por la propia vida que la haga merecedora realmente de vivirla. En su raconto otoñal, comprende que no existe verdadero progreso humano, si no se desarrolla con un fondo moral y que en múltiples ocasiones, fuimos nuestros peores enemigos, que ignoramos que hemos sido creados para una vida sencilla, bella y maravillosa. Que si los hombres viviésemos realmente como hermanos, sin distinguir entre lo ajeno y lo propio, repartiendo cuanto hay, no ambicionando más que lo suficiente para cubrir las necesidades de subsistencia, abjurando de lujos, maravillas técnicas y vanidades de todo orden, la humanidad terminaría con la violencia y el horror que se acrecienta en el mundo día a día.
            En la sociedad  moderna existe una desvalorización de la vejez. Palpita siempre una angustia frente al paso de los años, a la degradación de las condiciones de existencia de las personas de edad y a la necesidad permanente de ser valorado y admirado por la belleza, por el encanto y por la celebridad, hacen la perspectiva de la vejez intolerable.  Ello se da tanto en los jóvenes que ven en sus mayores seres decadentes, como en los propios ancianos que se desmerecen a sí mismos. Quizás la actitud que ellos adoptan, provenga de una situación personal, que tiene que ver con la decepción que provoca perder su protagonismo dentro de su hábitat.
            El hombre ruega a la vida una solución al problema de la vejez,  reclama por el imperativo de la juventud que se fue, lucha contra la adversidad temporal, combate por lograr una identidad la que debe conservar sin ininterrupción ni averías.
La consigna de los tiempos del fin de la modernidad, son; permanecer joven, no envejecer,  este imperativo de permanente reciclaje, los acosa, es el estigma del  tiempo, a fin de disolver la heterogeneidad de la edad.
Para pretender ocultar el tiempo vivido, se adoptan determinadas posturas frente a la sociedad. Esta situación se observa diariamente, cuando un anciano expresa: “mi cuerpo ya no tiene la lozanía de la juventud, pero cerebralmente estoy joven aún”. De está forma se considera que todo lo bueno se presenta con la juventud y todo lo malo se le atribuye a la vejez.
            Una frase muy popular entre las personas mayores, consiste en expresar “En mis tiempos...” es decir cuando yo era joven. Esta afirmación expresa una situación de exclusión tácita, que en esencia indica la no pertenencia a la época en la cual se vive, cuando en realidad resultaría de gran importancia que el anciano se sintiera partícipe del devenir de su propia vida  y de la comunidad en la que se encuentra inserto. Cada ser debe resolver sus propios problemas. El anciano maduro, es aquel que ha sabido reconciliarse con su pasado. La madurez no es algo propio de la edad, sino que deviene del carácter  y la voluntad del hombre.
            He podido observar que en muchas oportunidades los viejos se automarginan, y que de alguna manera son responsables del proceso social de segregación y desconsideración que sufren dentro de la sociedad.
Al adoptar actitudes de debilidad respecto a su relación con la juventud, hacen que la fuerza de los jóvenes no les permita analizar a ellos que su futuro será similar. Estos jóvenes serán viejos el día de mañana, y quedarán por consiguiente atrapados en una especie de profecía autocumplida: si ellos no querían saber nada con la vejez ni con los viejos y los dejaban de lado, en el futuro ellos serán los nuevos marginados.
Esta situación ha sido una constante en la historia de la humanidad, y debe llegar el momento en donde uno se pregunte por dónde se puede empezar para desatar este nudo.
            El envejecimiento es algo real, inescapable, que a partir de cierto instante de la vida va a aparecer ineludiblemente. Pero el ser viejo es una situación subjetiva e individual, es decir que cada hombre debe determinar para qué se considera viejo. Este análisis se halla vinculado con las distintas etapas de su vida misma.
            El hombre es el único ser de la especie viviente que no posee edades de declinación. A lo largo de su vida evoluciona hasta alcanzar su máximo desarrollo y plenitud, la que sólo finaliza con la muerte  la que lejos de ser la destrucción de la vida, es su trascendencia. Los valores adquiridos a lo largo de la vida alcanzan en la vejez la mayor plenitud ya que en el anciano radican las fuentes del pasado, y el ser humano que no conoce su pasado no puede proyectar su futuro.
            Quisiera finalizar estas reflexiones expresando que cuando miro hacia atrás, analizando mi vida, pienso que he tenido mucha suerte. Cuando digo que he tenido suerte en realidad se trata de <<voluntad de suerte>> compartiendo la expresión de George Bataille. Esta voluntad de suerte es una mezcla de osadía y voluntad. Soy de los que consideran que el camino más corto entre dos puntos es la recta, y que el requisito para toda consideración humana es la libertad.
 
II LA CLASE MEDIA
 
    ¿Que es una clase social? Se la puede definir como la identificación de un conglomerado humano, a partir de una serie de condiciones objetivas y subjetivas que, en conjunto, configuran una cultura, entendida ésta como un modo de existencia, una manera de ser, de pensar y de obrar.
    En las zonas urbanas, en donde tiene origen la desintegración de los valores tradicionales de la sociedad, tal como ocurre por ejemplo en la vida laboral o en la vida familiar, donde las promesas de ascenso social son comunes, muchas personas consideran estar al pie de una escalera que los conducirá hasta un bienestar material, permitiéndoles en un futuro no muy lejano abandonar la clase asalariada. Estos grupos humanos configuran en general la clase media.
    La expresión  clase media es muy vaga, dado que se trata de una serie de capas sociales superpuestas y cambiantes, como es el caso de una clase media a la que se podría considerar alta y que correspondería a un estrato cultural y económicamente rayano en las fronteras de la alta burguesía y aún de la aristocracia, encontrando su límite inferior en una clase baja que no se identifica con la clase obrera, de la cual intenta objetivamente diferenciarse.
    La historiadora norteamericana Karen Halttunen, considera que en la Europa del siglo XVIII el término clase media se refería a las personas que ocupaban una posición social estática, entre los extremos del campesinado y la aristocracia. Una posición que, en ese momento podía ofrecer sólo oportunidades modestas de progreso. En el siglo XIX, la clase media adquiere un significado nuevo, comprendiendo al grupo o estrato que se halla empeñado en el paso de una posición social más baja a otra más alta.
    Karen Halttunen sostiene que “esta clase media vive suspendida entre los hechos de su posición social actual y la promesa que da por sentada de su futuro económico”. La escalera de la clase media tenía al menos la misma posibilidad de ir hacia abajo que hacia arriba. Esta movilidad social alimentó al mercado de las apariencias que dio lugar a la vida industrial que nace en el siglo XIX, el que se caracterizó por las modas, mobiliarios y otros objetos simbólicos, que permitían dar un aparente “status” a este grupo social esforzado en aparentar una situación de riqueza.  
    La obsesión de la apariencia se introdujo activamente en la vida de la naciente clase media del siglo XIX y será el factor fundamental de su existencia en el futuro. La vida del clase mediero se transforma así en una mascarada en la cual no solo afecta a su necesidad de consumo, sino que adopta una serie de modismos a los que considera las formas que le permitirán extraerlos de su pobreza material y espiritual. Con caras sonrientes y despreocupadas enmascaran en realidad corazones doloridos, con acento de amabilidad se dirigen hacia sus enemigos, pero muchas veces con frialdad a sus amigos.
    En este proceso, la mujer de clase media desarrolla un papel importante, tratando de presentar sus credenciales clase medieras a costa de cualquier sacrificio, representando un papel de ociosa existencia ostensiblemente dependiente de la servidumbre o de sus equipos electrodomésticos.
    La ansiedad de la clase media apunta al surgimiento de la sociedad de consumo, en la que abundan los símbolos de posición producidos en serie, en donde el valor de la persona no se basa en lo que hace dentro de la sociedad, sino en lo que tiene. Esta actitud transforma la verdadera identidad del hombre en algo fundado casi exclusivamente en su capacidad de comprar y consumir.
    En la búsqueda permanente para salir de su anonimato, el hombre de clase media trata de vincularse al poder político, considerando que de esta forma podrá conseguir rápidamente los bienes necesarios para lograr la felicidad material de su efímera vida. Para cumplir con sus fines efectúa divisiones entre personas que, de otra manera, podrían identificarse entre sí.
    La irónica posición de la clase media se compromete al mismo tiempo con la idea democrática y también con la conformación de elites cerradas. Se puede decir que la clase media siempre es un campeón firme de la igualdad cuando se trata de humillar a una clase ubicada encima de ella, pero es un enemigo inveterado de la igualdad cuando se trata de elevar a una clase que se halla debajo de ella.
    En tiempos normales la clase media engrandece las naciones, no ocurriendo lo mismo en tiempos de cambio, dado que son timoratas, poco amigas del riesgo y de la aventura. El individualismo que la acosa, su falta de identidad, sus inmensos temores por su incierto destino, su conformismo, son entre otras las causas que la han llevado a su peor encrucijada.    
    Hoy se siente desposeída, debiendo reconocer su culpabilidad; híbrida, descomprometida, imitadora de lo que no puede ser, renegando de lo que fue.
   Con estas tendencias características de la clase media modelada bajo la adquisición de bienes y su exhibición, se conforma su actual idiosincrasia.
    En los años que rodean al 1900 la Argentina quema vertiginosamente las etapas de su modernización. Coincidentemente, la estructura de clases se altera, aparece una nueva clase media, que busca canalizar en lo político su poder económico y social, el canal de estas aspiraciones es el partido radical, sus metas inmediatas son liberales. Regular el funcionamiento de las instituciones republicanas, vigencia plena de la constitución, eliminación del fraude, consagración del sufragio universal, son entre otros los objetivos radicales. A pesar de su triunfo, el poder político real continuó en manos de los tradicionales detentadores del poder económico.
    Con la revolución de 1930, la clase media que había florecido junto con el radicalismo irigoyenista, no lo comprendió y siguió aferrada a los viejos esquemas liberales, apegada a sus viejas formas declamatorias desprovistas de todo contenido, las que continuaran hasta nuestros días.
    En el año 1945, la clase media pudo haber tenido su despertar, pero prefirió seguir dormida, clamando indiscriminadamente por las libertades concluidas.
  Con el advenimiento del gobierno de Juan D. Perón, se produce una pasiva aceptación del sistema, pero con la revolución de 1955 la clase media se vuelca a la calle a medias eufórica y a medias histérica. En 1975 aun no define su perfil, a pesar de sus quejas, cree firmemente en el proceso militar, considera que va a haber orden, y la clase media ama el orden que es su seguridad. “Por algo será”, es su slogan y cierra así sus ojos frente a las iniquidades que se cometen.
    La clase media argentina vive hoy en una sensación de angustia, económicamente asfixiada, se puede decir que se halla en el epicentro de su destrucción, pero a pesar de ello continúan sus contradicciones, alternativamente se reclutan en ella los núcleos  socialmente  más dinámicos o se hallan los soportes para toda resistencia al cambio.
    El hombre de clase media, con un ingreso inferior o igual en muchos casos al de un obrero, y aún bajo el fantasma de la desocupación maneja valores sociales, económicos y morales de la burguesía. Admira al gerente y al patrón de la empresa porque quisiera alcanzar su poder económico y desprecia al obrero por su falta de educación, por sus costumbres y su falta de cultura. Pese a estar inserto en un sistema que le anula toda probabilidad de progreso y lo desprotege socialmente mantiene un individualismo neto, viviendo con la esperanza de que un golpe de suerte le dará el poder dentro de la sociedad, al que no tuvo hasta el momento acceso.
    Al carecer de un nivel intelectual mayor, basa todas sus aspiraciones en el dinero que para él es la llave de ingreso a la felicidad. Maneja permanentemente deseos insatisfechos procedentes de valores materiales que nunca llegará a satisfacer, ya que las necesidades materiales son ilimitadas desde cualquier escalón de status económico que se posea.
    A nivel individual, el hombre de clase media, puede encontrar sus propias salidas: la mayoría de los intelectuales (profesionales, investigadores, artistas, etc.) surgen de la clase media. Pero debo aclarar que esta salida es valedera en cuanto adquieren conciencia de su limitación de clase, en cuanto puedan encabezar u orientar el pensamiento de su época, o en cuanto puedan trasladar sus limitaciones de clase a acciones humanísticas más importantes, pero se debe reconocer que estas son las excepciones.
    En general los políticos y los gobiernos cuidan más de los extremos que de esta clase sin identidad ni unión, debido a que la presencia por un lado de la fuerza económica y por otro del número y organización sindical, son los factores que más pueden afectar a las decisiones gubernamentales o los resultados electorales. Sin embargo, es a esa clase social de apariencia frustrada, cuyo elemento esencial de su vida lo constituye la familia, que busca educar a sus hijos, con increíbles esfuerzos, con libros de textos cada vez mas inabordables, con pocos lugares de esparcimiento, fomentándose en ella todas las tentaciones, a la que los gobiernos más tendrían que atender y fortalecer, en vez de castigarla duramente con su política fiscal y salarial. El porvenir será de temer el día en que la clase media se convierta verdaderamente en rebelde, salga de su apatía o desaparezca.
    A  manera de conclusión, quiero expresar que al adoptar una actitud crítica frente a la clase media, a la que considero que pertenezco, mostrando sus contradicciones frente a la sociedad, es ayudar aún  en lo mínimo a una forma de toma de conciencia.
   Como dije en párrafos anteriores, la clase media vive su melancólica angustia, su depresión es razonable, su opresión no es inventada, existe, late y duele. Ortega y Gasset dijo en un ensayo: “Si la clase media sigue siendo mayoría bastarán 30 años para que retrocedamos a la barbarie “, me atrevo a discrepar tímidamente con el filósofo del que soy profundo admirador. Quisiera continuar con la creencia que me inculcaron mis padres y maestros en mi infancia “Tener clase media es una suerte”.
    No puede haber Argentina potente con una clase media vencida. La angustia también lleva a la reflexión.   
                                                     
 
III EL FIN DE LA MODERNIDAD
 
      Es común llamar a los tiempos que estamos viviendo posmodernidad. Este término alude a un período histórico específico, en el que se desconfía de las nociones clásicas, de verdad, razón, identidad y objetividad, también de la idea  de progreso universal o de emancipación, de las estructuras aisladas, de los grandes relatos o de los sistemas definitivos de explicación. Prefiero llamar a los tiempos que vivimos <<fin de la modernidad>> y  daré a continuación mis razones.
     La sociedad moderna era conquistadora, creía en el futuro, en la ciencia y en la técnica. Se instituyó como ruptura con las jerarquías de sangre y la soberanía sagrada, con las tradiciones y los particularismos, en nombre de lo universal, de la razón, de la revolución. Se apostaba a la prosperidad. Se creía que la ciencia avanzaba hacia la verdad, que el progreso se expandiría como forma de vida total y que la ética encontraría su universalidad.
     Las conmociones que hemos experimentado durante del siglo XX, contradicen los ideales de la modernidad. A partir de la segunda mitad del siglo se  observa cada vez con mayor celeridad, desencanto y frustración.
    Las utopías que fueron base de la modernidad han desaparecido. Se vive el presente, y solo se rescatan fragmentos del pasado, sin proyectar el futuro. Esta época se va disipando,  se puede decir que el fin de la modernidad se ha bajado del tren de la historia  
    Nuevos paradigmas van apareciendo. En parte se elaboran contra los principios futuristas que se establecían en la sociedad moderna. En el fin de la modernidad la sociedad esta ávida de identidad, de diferencia, de conservación, de tranquilidad, de realización personal inmediata. Se disuelve la confianza y la fe en el futuro, ya no se  cree en el porvenir del progreso. Los hombres del fin de la modernidad quieren vivir enseguida, aquí y ahora, mantenerse siempre jóvenes. Ya no se busca forjar el hombre nuevo.
    Los grandes ejes que conformaron la modernidad han sido abandonados por la aparición de una fuerza hedonista que invade la naturaleza del hombre; murieron el optimismo tecnológico y científico, al ir éstos acompañados por la degradación del medio ambiente, del abandono cada vez más acrecentado del individuo, por la decadencia de los sistemas políticos: ninguna ideología es capaz de entusiasmar a las masas.
     En el fin de la modernidad no existen ídolos ni tabúes, ni proyectos históricos movilizadores. Estamos regidos por un vacío, pero este vacío no marca ni tragedia, ni fin.         .
    En el fin de la modernidad el proceso laboral sufre una degradación. Los  sistemas requieren menos mano de obra ella  es reemplazada por la máquina.  En caso que el hombre  conserve su trabajo, este aumenta enormemente, debiendo aceptar diferir recompensas y satisfacciones, transformándose solo en un engranaje del sistema. En respuesta a ello, la organización estimula: el placer, el relajamiento y la despreocupación. Se debe trabajar fuerte y sin descanso en las horas laborales y vivir la diversión sin límites en las horas libres.
      La situación planteada origina un divorcio entre economía y cultura. Los productos culturales han sido industrializados, sometidos a los criterios de la eficacia y rentabilidad, tienen las mismas campañas de promoción publicitaria y de marketing que las estructuras comerciales.
    Se puede observar a través de los mensajes que emiten los medios que el orden socioeconómico es inseparable de la promoción de las necesidades superfluas y, por lo tanto, del hedonismo, de las modas, de las relaciones públicas y humanas, de los estudios de motivación, de la estética industrial.
    La producción ha integrado en su funcionamiento los valores culturales del modernismo. Mientras que la explosión de las necesidades permitía al capitalismo, en décadas anteriores, salir de las crisis que originaba la superproducción. En nuestros días se ha producido una contradicción entre cultura y economía, introduciendo la imagen de un consumismo anestesiante, dando la idea de que sólo es  un triunfador, aquel que sigue los dictados que la publicidad de los medios indica. De esta forma se produce en el hombre un vacío espiritual. 
    El consumismo engendra una desocialización general. La dinámica del modernismo que se caracterizaba por su creatividad es substituida en el fin de la modernidad por una fase vacía de toda originalidad. Vivimos una cultura del  no sentido, del grito, del ruido. Una cultura casi suicida que sólo acepta como valor lo nuevo. Su objetivo  es la negación de todo orden estable.
   Cuanto más avanza la nueva economía capitalista, se produce en forma cada vez más honda la marginalidad y más concurridas son la filas de las personas arrojadas a la agonía de la miseria, sin tregua ni remedio. Una fracción significativa de los trabajadores se ha convertida en superflua, y constituye una población excedente absoluta: sus posibilidades de volver a trabajar son casi imposibles.
   En caso de considerar un incremento de productividad, posibilitado por la automatización y la computación, ni siquiera se puede pensar que de esta forma aumentarían los índices de crecimiento laboral y se podría reintegrar  a los trabajadores a su lugar de ocupación. Ellos han sido expulsados del mercado laboral para ser reemplazados por una combinación de máquinas, mano de obra barata y trabajadores extranjeros que se emplean por cifras insignificantes. De alguna forma se puede decir que en el fin de la modernidad se retorna a la idea de la esclavitud de principios del siglo XIX
   En las últimas décadas del siglo XX se produce un cambio de la relación salarial, ya no significa una protección contra la amenaza de la pobreza. En estos tiempos impera la extensión del trabajo temporario, del tiempo parcial y flexible, la corrupción del poder sindical, el resurgimiento de talleres negreros, del trabajo a destajo y la creciente privatización de los bienes sociales, como la cobertura de la salud. Se ha transformado el contrato salarial en una fuente de fragmentación y precariedad, en lugar de responder a su verdadera realidad, que es la de producir la homogeneidad y seguridad social  entre los trabajadores. Como fue en antaño, cuando el crecimiento económico y la expansión de la producción eran de alguna manera compartida con los trabajadores y esto les permitía alimentar y educar a sus hijos. Es decir, su posibilidad laboral era la cura contra la pobreza. Hoy el crecimiento económico lleva al trabajador a aumentar su indigencia.
   Somos testigos y a la vez actores de la mutación de una civilización que se  desvía de su cauce original. Una civilización que se va sin despedirse, dejando en su lugar a un régimen que altera sus huellas y que oculta su desaparición. Por ello a estos tiempos los llamo fin de la modernidad.
   Las generaciones futuras vivirán frente a un mundo nuevo, quizás petrificado,  montado sobre un andamiaje artificial, el que será presentado como eterno. Creo que es hora de demostrar que tenemos presente este futuro incierto y luchar con las armas más importantes que tenemos en nuestras manos, que son la cultura y la educación, cuya enseñanza final es siempre la búsqueda de la libertad. Ella es fundamental para la realización  del hombre en plenitud.
     Etienne  de La Böetie (1530 - 1563) - el amigo que Montaigne nunca pudo olvidar, muerto a los treinta y tres años - escribió cuando sólo tenía dieciocho su Discurso sobre la Servidumbre Voluntaria. En esa breve pero singular obra, La Boetie se preguntaba por qué millares y hasta millones de hombres se sometían a uno solo, que ni siquiera era un Hércules o un Aristóteles, y soportaban su dominación. Y encontró que el singular fenómeno se debía a que existe en el hombre una necesidad de sumisión “Los propios pueblos - escribía La Böetie  - se dejan, o mejor se hacen devorar,  ya que con negarse a servir estarían a salvo. El pueblo se sujeta a la servidumbre, se corta el cuello y pudiendo elegir entre ser siervo o ser libre, abandona su independencia y toma el yugo, consciente de su propio mal o más bien lo busca”.
     La Böetie fue el primero en reconocer que los hombres producen su sumisión, y dio así una explicación que muestra cómo se produce el aspecto fundamental del poder. Este surge con el hombre. Nada le es anterior. No desciende de las alturas. Viene desde abajo, desde la periferia.
    La libertad es el testimonio más brillante de la dignidad humana y la palanca más poderosa de todo progreso. La libertad confiere al hombre el dominio de sí mismo: él es verdaderamente libre cuando, exento de los impulsos parciales que lo arrastrarían y harían perder su equilibrio, sabe dominarse, y se deja llevar en sus acciones por el principio único del bien. Entonces adquiere la determinación propia, la autonomía de sus actos.  
    El hombre en este fin de la modernidad va perdiendo su libertad, y se va haciendo esclavo del sistema. La reacción debe producirse ahora mismo. De no considerar el problema con la inmediatez necesaria, la lucha se volverá cada vez más difícil. Los nuevos sistemas económicos aplican sus métodos con soberbia, hasta un punto tal que se volverán previsibles y  vinculados con una estrategia única.
   Los métodos que se busca imponer - producidos por  repetición,  por la publicidad mediática o por el absurdo - coartan la verdadera libertad del hombre. Mediante un efecto propagandístico lo llevan a habituarse formando parte de una  rutina banal, creando malestar institucionalizado al cual sería vano oponerse y más razonable adaptarse.  
   Es importante tener presente que lo prioritario no es el trabajo, sino la dignidad de las personas que deben entregarse a él. Si lo único que califica a una sociedad es el número de puestos de trabajo aunque los mismos  signifiquen la pobreza, humillación o desprecio, y éstos deban ser aceptados a cualquier precio, ese sistema laboral, lejos de poner de pie al hombre, lo degrada. Se puede decir que una sociedad que acepta ese sistema es perversa.
   Creo que la idea principal que se debe mantener en el fin de la modernidad, es terminar con el modelo de sumisión que somete al hombre a  un pasado al que se lo presenta como futuro. En reemplazo de esta idea es fundamental construir una sociedad en la que no tengamos que justificar nuestras actividades ante el tribunal de la utilidad. En lugar de ello, es preciso lograr que la  realización de nuestros potenciales y nuestras capacidades se conviertan en  un verdadero placer.   
                                                                
IV EN LA BÚSQUEDA DE UNA ARGENTINA FELIZ
 
         Cuenta la leyenda que en el comienzo de los tiempos, los dioses se reunieron, con el fin de crear al hombre a su imagen y semejanza, muchos frente a esta idea se negaron por la posibilidad   de concebir un nuevo dios con las mismas particularidades que ellos poseían, desecharon una: la         felicidad. Para cumplir con su propósito decidieron esconderla, unos propusieron  la cima de la  montaña, pero en algún momento el hombre lograría alcanzarla, otros el fondo del mar, pero también podrían llegar a él, otros un lejano planeta pero consideraron que con el tiempo conseguirían conocerlo. Uno de los dioses que hasta el momento había guardado silencio propuso el lugar perfecto para esconder la felicidad sería “dentro del hombre”. Todos mostraron su conformidad, el hombre iba a estar tan ocupado en buscarla fuera de él, que jamás iba a imaginar que la traía consigo.
         Esto viene a colación con lo que estamos viviendo en nuestro país se gastan cuantiosas sumas de dinero, en proyectos baladies financiados muchos de ellos por seres ocultos vinculados a la administración nacional,  ponen el dinero proveniente de estas empresas al servicio de seres inescrupulosos. No tienen interés alguno de que estos capitales fueran empleados en subsanar las necesidades de muchos ciudadanos que se hallan hambreados, desprovistos de servicios de salud, viviendo en forma miserable, sin educación. Su único fin es el  lucro que le puedan producir. 
        La riqueza material jugó siempre un papel importante en las sociedades humanas, pero nunca como ahora constituye por si misma un objeto de admiración. En el pasado su obtención fue considerada como el fin último. Desde la civilización griega hasta el Renacimiento, una constante moral impero, fue la condenación a la desesperación de los hombres por obtener dinero manchado por una mala administración. Hoy vivimos la desesperación de políticos mediocres de mostrarse reconocidos ante la sociedad en base a discursos vacíos, desconociendo en esencia la realidad vivenciada por el pueblo
          Los candidatos que se presentan a las contiendas electorales no poseen proyecto alguno, solo son meras especulaciones volcadas en carteles, proclamas enunciadas por los móviles que diariamente recorren las calles de la ciudad, por radio,  televisión, diarios o por aviones que circulan todos los días por los cielos de territorio argentino.
         De todos los medios publicitarios que emplean, la televisión, es sin duda, el instrumento más eficaz para llevar sus discursos vacíos, nadie parece escandalizarse por ello, el periodista que entrevista al político, realiza la nota de forma tal que ninguna reflexión individual profunda resulte posible. La televisión debilita el espíritu crítico, crea generaciones de esclavos, que no solo se intoxican, sino que llegan a amar su esclavitud.
       Las elecciones se ganan a fuerza de sloganes, afiches, etc y nunca por ideas, planes o proyectos. Se “vende” hoy un partido político, como una mercancía de almacén y así se va formando una masa sometida al embrutecimiento cotidiano de los medios, acostumbrada a reaccionar pasionalmente, sin el menor espíritu crítico, sumisa a todo tipo de manipulaciones. Paul Valery lo resumió con la siguiente expresión “Lo más profundo que hay en el hombre es su piel”.     
        La civilización moderna, desconoce lo que es el hombre, ignora el sentido de su existencia, esta amputada de toda finalidad, puede ser definida esencialmente como una civilización de medios, ellos se han convertido en el fin. Careciendo de un modelo, la clase política no concibe otro recurso que recurrir a las técnicas artificiales de promoción social.
        Las ideologías en busca de lograr la felicidad ciudadana, sentido real de la política ha perdido su verdadero significado. La limitación intelectual de los candidatos, ignoran que tres siglos antes de Cristo, Aristóteles,  discípulo de Platón y maestro de Alejandro enseñaba que el fin de la política era “la felicidad de los ciudadanos” y para lograrla debían valerse de “las distintas formas de organización política”.
         En esta sociedad que vivimos en donde el consumismo va marcando las pautas de la vida, el dinero pasa a ser la llave de la felicidad, se ha olvidado que no la logra,   la compra hecha.
           Quisiera cerrar con la siguiente reflexión: “Los idealistas construimos castillos en el aire, los políticos los habitan y explotan”.
                  
 HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA
      
         Desde hace quinientos años, América Latina, viene siendo sometida al pillaje más despiadado, su extenso territorio ha sufrido la destrucción de la mayor parte de sus recursos, se han llevado y aún se siguen llevando: oro,  plata,  cobre,  carbón,  aluminio,  hierro,  gas y  petróleo. Frente a este problema nace la pregunta ¿por qué  esta situación de deterioro que lleva a un constante atraso a América Latina, donde la miseria y el hambre  asola a sus pueblos? a analicemos sus comienzos.
    En el año 1492 los españoles desembarcaron en América y se propusieron conquistarla, se encontraron con tierras habitadas por seres en extremo ajenos a su idiosincrasia y cultura. Algunos grupos estaban organizados en sistemas sencillos, como cazadores-recolectores, otros conformaban complejos y elaborados imperios, pero carecían de las armas necesarias para resistir a los invasores. Esta situación permitió a  los conquistadores tener a su merced a estos pueblos.
      Los españoles que llegaron a América provenían de bajos estratos sociales y tuvieron a raíz de su invasión, la posibilidad de contar con grandes extensiones de tierras. Quisieron explotarlas rápidamente, empleando  a los indígenas, a quienes esclavizaron de una forma vil y cruel, justificando su actitud al considerarlos bárbaros. Como resultado mueren muchos naturales, pues en la búsqueda del oro y de henchirse de riquezas en poco tiempo, los conquistadores no medían el trato inhumano que ejercían sobre los nativos. Solo buscaban retornar a España con las riquezas logradas y ascender a estratos sociales más altos de los que provenían, se despertó en ellos una insaciable codicia.
    Dan testimonio de los horrores cometidos lo redactado en el siglo XVI en el Códice Florentino a propósito de la devastación de Tenochtictán la capital azteca, a manos de Hernán Cortés,   decía  << son como unos puercos hambrientos que solo ansían el oro>>. Se ha calculado que España hasta el año 1560 extrajo de América Latina quinientas toneladas de oro, pero en el saqueo también intervinieron ingleses, italianos, alemanes, holandeses y portugueses.
     Durante la época de la conquista, unos pocos miles de soldados españoles exterminaron a una población aproximadamente de cien millones de indios. Contra estas masacres el dominico Antonio Montesinos en 1511 se expide en un  sermón diciendo  “Decid ¿con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacificas?”. Fray Bartolomé de las Casas, en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias” escribía “¿Porqué son tantos y tales los estragos, crueldades,  matanzas y destrucciones que se cometen?”.
      En 1532, Francisco Pizarro, un conquistador analfabeto, sometió a Atahualpa y le pidió  rescate, con ingenuidad él le entregó cientos de objetos que luego fueron fundidos, obteniendo con ello 6.080 kilogramos de oro y 11.872 de plata. Se destruyeron así obras de arte valiosísimas. Posteriormente las tropas españolas acudieron al Templo del Sol y arrasaron con todo lo que tenían a su paso. Fundieron las esculturas de oro sin escrúpulo alguno.
    Estas atrocidades eran cometidas en Europa cuando reinaba en ella humanismo,   lamentablemente fueron avaladas por los mejores pensadores europeos. Solo se buscaba, someter a los indígenas americanos a una absoluta dominación.
       Creo que a partir de esos momentos se construyó un sistema capitalista inhumano que más adelante se expandiría hasta abarcar el mundo entero, justificando sus jerarquías en base al racismo. Pero se debe admitir que existieron personas que trataron de aligerar los peores rasgos de él, logrando solo un éxito muy limitado. En  nombre del racismo siempre han existido masacres brutales, muchas veces menos sistemáticas y otras menos visibles públicamente.
       Desde la época colonial hasta nuestros días, América Latina fue y es explotada,  corrompiendo a sus gobiernos, quienes entregan sin prejuicio alguno las riquezas de sus tierras al mejor postor, se han arrasado bosques, se ha malgastado la fertilidad de sus suelos, se ha dominado su actividad minera.    
    En Brasil la explotación del caucho y del azúcar arruinó millones de hectáreas, en Argentina y en Paraguay los bosques de quebracho fueron desbastados, en Venezuela las plantaciones de cacao solo dejaron ruinas a su paso, en Colombia, el café fue la principal causa de la extinción de las tierras cultivables, esta tragedia se repitió en Centro América con la fruta. Las ganancias que dejaban nunca contribuyeron al desarrollo de los países explotados. Creo, en verdad, que a pesar de los esfuerzos por entender el pasado desde una perspectiva más plural, los latinoamericanos todavía sentimos vértigo a la hora de examinar nuestra historia
 
V UNA ARGENTINA ADOLESCENTE
 
      La Argentina ingresó en un clima negativo de tensiones que no propician la buena convivencia, ni aseguran la paz social. Hay aire de violencia en las calles, más 800.000 jóvenes calificados de “marginales estructurales”, son carne para todo tipo de delito y vandalismo. Están al margen de la educación, de toda autoridad familiar, carecen de trabajo y de otra perspectiva existencial que no sea el nihilismo y la anarquía. Con planes anémicos, se elude la realidad de buscar el desarrollo económico, elemento esencial para el futuro.         Ante esta terrible, problemática el gobierno mantiene una absoluta indiferencia, acciona creando un clima adolescente. 
      Esta actitud lleva a crear una cosmética de la verdad. Con sonrisas, miradas pícaras, reacciones inusitadas, permanentes ademanes, como si se estuviera recitando en un acto escolar. La Presidenta lanza discursos que muestran sus fuertes cambios emocionales, muchas veces incontrolables, que quedan marcados en su rostro, más allá del fuerte maquillaje que lleva para tratarlos de ocultar.
     La rigidez en sus decisiones, es una reacción esperable de quien sufre oscilaciones emocionales. La dependencia del recuerdo de su marido muerto, al que considera hacedor de su cargo, es un lastre que la molesta. Pero no existe interés por desembarazarse de ese hombre desconcertante, rígido, nepótico, reacio a admitir los fracasos, que dejaban al descubierto sus reacciones narcisistas.
       Las situaciones que se plantean en la dirigencia, han llevado a la Argentina a padecer de  incertidumbre institucional. Existe una actitud desconfiada en los inversores a los que, de alguna forma, se los aleja, debido a la falta de previsión que el gobierno tiene.
      Un corporativismo centrado en el Estado y la falta de respeto al inversor, son factores  importantes frente a la recesión que se avecina. Existe en el gobierno una idea  post marxista,  cree ver en cada crisis económica el fin del capitalismo. Con  las decisiones que toma se detecta el ferviente deseo del retorno del capital al Estado. En busca de incrementar su poder; de cumplirse esta idea, solo traerá aparejado aún más el empobrecimiento de la población.
        En la Argentina aun persiste la antigua idea absolutista del caudillo, rodeado de obsecuentes,  que aceptan las órdenes sin discusión, aunque se alejen de la verdad, la justicia y la moral,  solo persiguen perpetuarse en sus cargos y gozar del lucro que ello significa.
        El pretendido liderazgo que hoy impera en el país se fundamenta en la mentira, en base a ella se finge sensibilidad, pero detrás se lucra sin medida. No se toma al ciudadano como personas con derechos y deberes; solo son cosas. La dirigencia trabaja solo para si misma, aunque en sus discursos demuestren preocupación por las necesidades del pueblo. .
        Buscan que lo recaudado esté siempre al servicio del poder, para disponer del dinero a su antojo, no se lo emplea desinteresadamente ni movido por la sensibilidad de querer ayudar a quien lo necesite, solo se lo emplea como elemento de presión y de lucro personal.
      La Presidenta y su equipo predican el enfrentamiento  y la culpa en todos aquellos que estén en desacuerdo con su política, aún si pertenecen a su mismo partido, tratando de llevar a la población hacia los objetivos que marcan. No perciben, ni les interesa la violencia social,  que se incrementa día a día y se mantiene con la más absoluta impunidad. Sirve como ejemplo el cuento de los  hermanos Grimm “El aprendiz de hechicero”, que muestra como se desatan irresponsablemente fuerzas terribles difíciles de controlar.
        La personalidad confrontativa del gobierno, introdujo odios, revanchas y venganzas, que a la larga terminarán jugando en su contra. Deben de retornar al diálogo para llegar a la convivencia, enriquecerse con las ideas de la oposición, en la búsqueda de lograr consensos y concertaciones, abandonando abstracciones, ideologías y  tonterías en que se ha envuelto la democracia en la Nación. Para que no decline debe ser muy exigente con ella misma. La democracia es un espacio de conflicto, contradicción, y pluralidad, no es la muerte de la política, que solo muere cuando existe una única opinión.    
     Únicamente cambiando la mentalidad argentina, transformándola de adoradora de ídolos fugaces, en cumplidora de la ley se podrá finalizar con el sentido personalista de la política, para que deje de ser solo lucha por el poder y se convierta en la representación genuina de los ciudadanos
             
VI LA DEMOCRACIA EN CRISIS
      
    Nuestro planeta esta atravesando una profunda crisis, que dará como resultado final un cambio de mundo. La palabra crisis proviene del griego krisis, que pertenece al lenguaje médico. La crisis es lo que permite realizar el diagnostico del mal que se analiza.
          En el fin de la modernidad el dilema alcanza inclusive al pensamiento, por eso siempre digo en mis  trabajos que en los tiempos en que vivimos se ha impuesto el odio al pensamiento. A partir de este concepto, es legítimo interrogarnos: ¿Tenemos la capacidad, en épocas de crisis, para pensar la crisis?
         La crisis planetaria nos indica que estamos ante problemas difíciles de tratar, dentro de su vasta complejidad se hallan mezclados procesos económicos, con procesos sociales, religiosos, nacionales, mitológicos y demográficos. Es por ello que la tarea de pensar la solución a los problemas de nuestro mundo es la labor más difícil que nos toca realizar, pero también la más necesaria.
       En nuestro tiempo ha nacido y ha crecido la idea del fin de las ideologías. Bajo este concepto se incluye a la democracia. Se puede observar que, desde hace tiempo, ella está en retroceso en los países desarrollados y más aún en los subdesarrollados, en donde el poder del capital los va llevando hacia la nada.
       Los síntomas amenazantes corren con gran vitalidad, se pueden observar procesos cada vez más fuertes que llevan a la democracia a su desaparición, como son: la exacerbación del nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el progreso de la extrema derecha, el descrédito de los partidos políticos, el desinterés ciudadano por la política y los asuntos de Estado, la pérdida de la influencia de los parlamentos, el retroceso de las leyes, el control de los medios de comunicación por grupos políticos y financieros, el acceso al Estado de mafias financieras, policiales y hasta paramilitares todas ellas alcanzan cada vez estadios más importantes en el poder.
      Todas las situaciones que he planteado se cumplen, sin duda alguna, también en nuestro país, porque la Argentina es parte del planeta. Se origina así ese mecanismo de globalización, que generará finalmente la formación de dos grupos humanos: ricos y pobres. El fenómeno fundamental no es la pobreza material ni los bajos ingresos. Lo más importante es la situación de desigualdad profunda, en la que se hallan sumergidos los desposeídos en relación a su alimentación, a los servicios médicos y sociales. y también la humillación que les infligen los que detentan el poder,  los que solo poco tiempo atrás los habían usado para contar con sus votos y emplearlos para el logro de sus fines, ofreciéndoles solo  promesas incumplibles.
      La injusticia más grave que se vive en estos tiempos no es la material, sino la moral, y ésta no se mide en dinero, sino en el hecho de privar al hombre de sus derechos naturales.  
      Los distintos componentes políticos que llegaron al poder en estos últimos 50 años, niegan con su proceder uno de los mensajes más importantes que debieran dar a la ciudadanía: el desinterés por el rédito económico que pueden lograr a través de su gestión, la búsqueda del bien del pueblo y el desarrollo de la Nación.
     Este desinterés por la verdadera realidad, me permite expresar que los problemas argentinos no son esencialmente económicos, sino políticos, sociales y morales. Las potencialidades del país siguen intactas. Para su logro será necesario recuperarlas y reconstruirlas, conformando previamente una masa crítica política y social, al margen -si es necesario- de la ya existente. Esta nueva dirigencia debe estar preparada para contrarrestar la posible resistencia o sabotaje de los intereses afectados.        Esto se logra movilizando a la sociedad detrás de un proyecto nacional, democrático y participativo.
       El político debe tener presente que su gestión es docente: debe comportarse no sólo de una manera decente, sino que también debe verse decencia en su gestión, dar pautas de honradez y de austeridad, sobre todo cuando el país atraviesa momentos de depresión económica.
       Es responsabilidad del político no mostrarse de una manera insensata, con ostentación, como si fuera una especie de sultán de antiguos tiempos. Debe tener presente que su mensaje será tomado por las generaciones jóvenes que verán en ellos sus posibles referentes para un futuro inmediato.
      No pueden ser una casta que viva a espaldas de los ciudadanos, que fragüen sus alianzas, relaciones, planes y proyectos a retaguardia del pueblo, sin que éste nunca logre penetrar en ese mundo, saber lo que está ocurriendo verdaderamente y sin que ellos expliciten los proyectos que están haciendo. El cambio de actitud dará la transparencia necesaria. Se trata, en esencia, de un pacto de honradez entre el político y el ciudadano.
Deben tener presente que todos los hombres que formamos la sociedad somos políticos según la concepción aristotélica. Los que mandan, son mandados por nosotros y son los que nosotros mandamos a mandar por un tiempo determinado, no son gente que haya nacido para la autoridad. Nadie ha nacido para mandar, ni para obedecer. En las democracias todos mandamos en un determinado ámbito y todos obedecemos en otros. Thomas Jefferson,decía que “... nadie ha nacido con una silla de montar en el lomo, para que otros se suban y le conduzcan con las riendas.”
             En la Argentina de hoy se vive una suerte de esquizofrenia debida a la diferencia entre los datos oficiales, que hablan de una supuesta prosperidad económica y la realidad que se vive. El fortalecimiento excesivo del Poder Ejecutivo, la débil presencia parlamentaria y el desinterés de la ciudadanía sobre los destinos de la Nación, muestran que la democracia es una promesa en postergación. Está herida de muerte por la desigualdad en la distribución de posibilidades,  la ausencia de la crítica ciudadana,  la falta de autocrítica de los gobernantes, que con su soberbia los llevan a considerarse incuestionables.
         El ciudadano vive una crisis de identidad y se desentiende del compromiso político; su actitud obedece a la corrupción de la política y al espíritu de los tiempos, que es el individualismo. Existe un vaciamiento cultural con la consecuente desaparición de los símbolos fundacionales como las tradiciones y los modelos que sirvieron de guía a los hombres de la historia.
         Hoy la ciudad es un lugar vació entre el hogar y el trabajo, sin significación propia,   situación que también se vive en el resto del mundo, consecuencia de la explosión demográfica, el avance descontrolado de la tecnología y de la informática,  la han convertido en un espacio virtual y frío.
              El hombre argentino ha perdido su país. La posesión verdadera es una aventura personal, vinculada con la imaginación que nace de sus leyendas,  secretos y sus vivencias telúricas. Desconoce que la historia de un país es el pasado  que continúa en el presente.
             Los políticos de la generación del 80 vivían las instancias que narré: después de ellos ya no se intento soñar con un país grandioso ni acrecentar sus símbolos y valores, en los momentos que se viven han perdido esa mística y solo los obsesiona la acumulación de poder, ser demagógicos y pragmáticos. Buscan resultados inmediatos y son incapaces de concebir un país progresista. Padecen de un autismo crónico que les impide ver más allá de sus narices y de sus bolsillos.       
           El país ha vivido en los últimos sesenta años bajo un discurso político falso, lo datos que arrojan los economistas y los gobernantes no condicen con la realidad social, hay una discrepancia entre el ingreso medio de las personas y la capacidad de acceso a los bienes y servicios. La democracia ha perdido el valor de la igualdad, se ha convertido solo en un sistema electoral, al que muchos ciudadanos, al no sentirse implicados en la toma de decisiones,  se alejan de las urnas.
        Un Estado democrático debe asegurar la igualdad de base en el que todos los ciudadanos puedan contar con los elementos mínimos para su existencia como vivienda, seguridad, salud, educación y alimentación. En suma: no se puede hablar de democracia hasta que no exista una justa distribución de las posibilidades y de las riquezas
        Debe existir un principio de igualdad de condiciones en el orden de competencia en el mercado, algo completamente ajeno a la realidad social. El capitalismo conspira contra la realización de una democracia auténtica. Lo que solo importa es el desarrollo de la productividad, lo humano es dejado de lado: el individuo solo interesa como instrumento de la producción y se abandona su elevación ética. La esencia del capitalismo es incompatible con la dimensión espiritual del hombre.
        Las sociedades que nos precedieron, tenían una relación con el pasado y con el futuro. El pasado le daba los elementos  para comprender el presente, había certezas heredadas del pasado y con la idea del progreso miraban al futuro. En las sociedades actuales, el debate  entre pasado y futuro esta en crisis. Vivimos un presentismo,  producto de la información instantánea: estamos en un espacio común con un tiempo real. Es algo totalmente nuevo para la especie humana, vivimos una relación desestabilizante con el tiempo, esta es una de las razones de la crisis política que sufre el país y confunde el sentido de la democracia.
        Una democracia debe ser muy exigente consigo misma, de lo contrario comienza a declinar. Es un espacio de conflicto y contradicción, no es la muerte de la política, su muerte se produce cuando existe una única opinión. La democracia es  pluralidad y  conflicto, así como la vida es una contradicción permanente. 
 
VII EL POPULISMO, INCORREGIBLE TRAGEDIA
 
          En la política Argentina se ha generalizado la idea que un partido es más popular cuanto más populistas sean sus propuestas. Si bien estos términos son similares, sus significados son distintos: “popular” indica pertenecer al pueblo, mientras que “populismo”  es una fusión ideológica entre nacionalismo y fascismo, se nutre de tradiciones que se remontan al tiempo colonial. Desde comienzos del siglo XX se ha introducido con gran fuerza en la política nacional. Existió populismo conservador, radical y peronista, este último  llegó más lejos que los otros. Con su líder y fundador muerto hace más de un cuarto de siglo aún se halla vigente en busca de una versión auténtica y renovadora.
       En otros tiempos la Argentina fue reconocida a nivel mundial por sus características económicas  e intelectuales. Hoy es la muestra del daño que le ha producido el populismo que con sus múltiples trampas distorsionó el recto camino.
      Manipuló al pueblo para satisfacer a los gobiernos de turno y a sus fieles, bajo esta forma el pueblo no es servido sino enajenado cayendo en los influjos de quien simula amarlo y se sacrifica por su felicidad. Lo transforma así en un rebaño al que conduce y alimenta, para más tarde destruirlo. En busca de su dominio emplea el asistencialismo clientelista, al que suele defenderse con fundamentos que parecen racionales, pero su empleo permanente es negativo para la sociedad.
      El asistencialismo genera dependencia, arrastra a los sectores necesitados hacia una postura infantil y demandante. Los gobiernos que se sirven de él no buscan la madurez, autonomía y bienestar del pueblo, ni quieren que se desprendan de su protección. No buscan su prosperidad, sino que subsistan dócilmente, infunden la mediocridad y buscan su complicidad, lo quieren permanentemente agradecido, irracional y miserable        
       El populismo fue inventado por Napoleón III en el siglo XIX, conmovió a un pueblo hambreado hasta lograr gran fidelidad y de esta forma desvió su rebelión hasta el sometimiento político. No lo aplicó para mejorar la vida de los franceses, sino para conseguir que lo respaldaran a él y a su corte, de ahí proviene la palabra bonapartismo. Más tarde esta técnica fue empleada por Mussolini, Hitler y muchos otros personajes, que la perfeccionaron y movieron a las masas con una mentira revolucionaria. Este concepto se extiende también a los fundamentalistas religiosos que con esas técnicas captan a millones de seres.
       Cuando el populismo se halla asentado en el Estado, conforma el instrumento más poderoso para sobornar a la población y mantenerla enajenada. No busca construir un Estado ágil,  eficiente  y justo, sino hipertrófico, lleno de punteros políticos y votantes cautivos, que canalicen la corrupción permitiendo el enriquecimiento de los funcionarios leales que  controlan la oposición en la búsqueda  de los trastornos que pueden ocasionar.
      Los gobiernos que implementan esta técnica muy común en Latinoamérica y en ciertos países del mundo, buscan una sociedad sin contradicciones, disenso y pluralidad, todo debe confluir en la figura del gobernante, que solo busca ser hegemónico, odia la competencia y la crítica. El populismo niega la democracia, la soporta, pero se esmera en sojuzgarla con una imaginación tramposa, vive en una permanente hipocresía a través de un doble discurso. Nunca pierde de vista que el pueblo debe ser objeto de constante seducción para ello emplea a través de los medios una asfixiante propaganda.
      Simula ser revolucionario, atrapando así la pasión de los jóvenes, que caen dentro de sus malabares ideológicos, siempre ambiguos y cambiables, pero sus pretendidas transformaciones nunca llegan. El pueblo se debe al líder y el líder aparenta ser deudor del pueblo.
       En todas las instancias en la que el populismo imperó en la Argentina, que se hizo fuerte  a mediados de la década del cuarenta se inyectó la pereza del pensamiento, desapareció la actividad crítica y se oscureció la visión. Siempre culpó de todo a los intereses foráneos, con quejas que nunca llegaron a nada. Introdujo el concepto de que los graves problemas nacionales que suceden y sucedieron son responsabilidad del FMI, del Banco Mundial, las empresas extranjeras, el imperialismo, la sinarquía internacional, etc., producto de la envidia que nos tienen. Impulso la idea de que somos víctimas de los países desarrollados y que nada podemos hacer para superar esta asfixiante tragedia.
      La educación popular también ha sido alcanzada por el populismo, se la ha vaciado de contenidos, solo se busca agradar y satisfacer a corto plazo, impera el facilismo, la recurrencia de discursos demagógicos, la irresponsabilidad por los resultados, la simplificación de las situaciones complejas. A diferencia de la educación popular, la populista no busca  transformar una sociedad, su estructura y relaciones, sino todo lo contrario. La educación populista no da, quita educación  a cambio de concesiones que buscan preservar el poder y la hegemonía política de una dirigencia que solo busca su interés.
      Como resultado, hemos llegado al punto donde el cuerpo político no posee suficiente inmunidad contra el populismo, que solo lleva a que sigamos cayendo  en el odio como recurso político y la hipocresía como alternativa a la verdad.
     La esperanza de la Argentina está en la instauración de regímenes que aspiren a una popularidad sin populismo; gobiernos que encuentren vías responsables y prácticas para el desarrollo y  la felicidad del pueblo. En busca de este propósito resulta esencial que la política recupere su valoración entre aquellos que tienen la oportunidad de forjar un futuro para la Nación.
    Hacer hoy un análisis sobre la felicidad del pueblo sumido en el populismo, desde una óptica social y más precisamente desde la justicia política, no es nada fácil.
    La realidad humana presenta múltiples facetas, pero tomaremos algunas dentro del auge del progreso que se da en el avance científico, en la tecnificación, en la revolución informática y en los medios de comunicación dan como resultado la búsqueda del confort y bienestar, un fuerte reclamo por los derechos humanos, una creciente conciencia por la ecología planetaria, una nivelación en la relación hombre-mujer, y por ultimo señalaríamos en esta lista no exhaustiva, la progresiva preocupación por la justicia social y una mejor calidad de vida para todos.
            El lado opuesto o la faceta gris de esta realidad, esta teñida con cierto desasosiego, donde se nos mata la ilusión, y por eso algunos corren apresurados en  busca de paliativos, como la drogas, pero tenemos que proclamar con toda vehemencia que son mayorías los que dan de si mismo para salir de este carrusel. Es necesario volver a un humanismo coherente, comprometido con los valores esenciales para recuperar el sentido de la vida; y desde los valores perennes queremos rescatar algunas ideas.
            La “filosofía clásica” que se encuentra especialmente en las obras de Platón y Aristóteles, nos dan pistas ciertas y nos señalan valores que hoy tienen plena vigencia.
            En este análisis tomaremos una sola forma de la relación política: la que se da entre ciudadanos y grupos sociales intermedios, operantes en la sociedad política estatal.
            La “ética clásica” parte de la constatación que el sentido de la vida humana es alcanzar aquella perfección que designa con el termino “felicidad”; y desde este  valor máximo, se deduce que todo hombre debería esforzarse por conseguir efectivamente la verdadera felicidad. Por lo tanto, el pensamiento clásico considerara buenos (éticamente racionales) aquellos comportamientos mediante los cuales el ser humano alcanza la felicidad, mientras que serán considerados (éticamente irracionales) aquellos otros que lo alejen de este objetivo. De este modo la ética “será siempre axiológica y normativa. Se puede ser un buen profesional, un buen abogado, un buen medico, un buen periodista o conductor de algún medio, pero si no tiene ética, carece de la esencia de su profesión.
            Ahora veamos el contexto socio-político en el cual el hombre vive, donde proyecta sus ideales, sus sueños, sus aspiraciones, a veces inalcanzables, y este medio es la sociedad, o mejor dicho una entidad normativa que denominamos Estado.
            Con el devenir del tiempo y de las luchas sociales, el ciudadano fue estableciendo nuevas ideas para lograr un orden político justo; se dio cuenta que no bastaba con dejar su actuación a la buena voluntad del soberano o de otros ciudadanos. Por que el mismo debía marcar su protagonismo, así nace entonces este nuevo sistema, el Estado social o democrático de derecho.
            Que se le exige al Estado, una justicia política que implica fundamentalmente “seguridad” para el ciudadano, es decir, garantía, protección eficaz en las libertades depositadas o controladas por el Estado. A su vez debe existir previsibilidad, ya que, cuanto mas previsibles sean las decisiones de los demás, que condicionan el ejercicio de las propias libertades, tanto mejor puede el gobernado planificar y dirigir su actividad.
            Pues bien, que la garantía y la previsibilidad sean elementos integrantes de la justicia política, significa que esta es necesariamente jurídica, y en tal concepto postula la presencia de un cuerpo de normas publicas imperativo-atributivas de la sociedad política, a las que se encuentran sometidos todos, empezando por la misma autoridad, este principio parecería no ser respetado por las personas que ocupan cargos públicos, da la sensación que no están sujetos a ninguna ley, manejan la cosa publica como si no tuvieran que dar cuenta a nadie.
            Esta claro que el Estado social o democrático se ha ido configurando como Estado de  Derecho, y esto en los hechos debería ser igual para todo ciudadano. Pero el Estado social de Derecho ha entrado en una crisis, diríamos que esta enfermo. Las causas podrían ser la excesiva burocratización o la ausencia de fines verdades comunes. Hoy la sociedad estatal se nos presenta como un mosaico de proyectos políticos que, aun en la hipótesis de que todos ellos sean éticamente racionales, presentan profundas diferencias entre si y resultan difícilmente harmonizables.
            Otra de las causas seria la corrupción, muy emparentada con la mafia,. La corrupción es siempre una posibilidad latente de todo organismo vivo y de toda organización social. Decimos que algo se corrompe cuando se pudre o se hecha a perder y eso tiene tanto sentido físico como moral. Es este último sentido el que nos interesa al hablar de política. El tema de la corrupción política no es, por lo tanto, nada  nuevo, los filósofos griegos analizaron, con cierto detenimiento el fenómeno de la corrupción; para Platón, el principal factor contribuye a corromper los regímenes políticos por el egoísmo.
            Las causas y formas particulares de la corrupción en los actuales Estados democráticos tienen su origen en la exageración de los principios del mercado. Uno de esos principios fundamentales consiste en la creencia de la coincidencia entre el interés público y el privado. Este principio unido al enriquecimiento a toda costa lleva a la proliferación de los comportamientos corruptos.
            Además la creencia de que el fin ultimo de un individuo consiste en la acumulación de dinero, de bienes muebles e inmuebles, sin reparar en los medios para conseguirlos acaba por penetrar en muchas conciencias.
            La idea de que el fin justifica los medios, en el mundo de los negocios conduce a la mafia. La competencia leal que propugnan los teóricos del mercado pasa a ser sustituida por el juego sucio, la extorsión y el chantaje. Una de las máximas favoritas del corruptor es la de que todo hombre tiene su precio y, por desgracia, muchas veces acierta.
            De este modo intendentes concejales, diputados, senadores, jueces, policías son tentados con frecuencia por una forma de hacer dinero fácil, caen en la tentación del soborno y se corrompen.
            Un aliado de la sociedad en la lucha contra la corrupción, son los medios que ejercen un fuerte control, y el descubrimiento de un político corrupto es un éxito del sistema democrático.
            Ahora si este sistema no nos conduce a la felicidad plena y nos paga a la inmensa mayoría con una moneda corriente, que es la desocupación, , con política asistenciales, la ausencia de una política sanitaria para todos, deterioro de la educación publica, con una fuerte carencia habitacional, con graves crímenes no resueltos, una creciente desprotección del ciudadano en las calles, debemos concluir que frente a este panorama incierto ¿quien puede creer que este sea el único camino?, como pregonan nuestros gobernantes de turno.
            Es hora de buscar un nuevo paradigma para la justicia social, que nos permita construir una nueva sociedad estatal (post-estatal) en la que se encuentren soluciones a todos los problemas actuales, sin perder por ello los indudables logros que hasta ahora se han obtenido.                                                              
          .
VIII LA INSEGURIDAD
     
     La inseguridad en todas sus formas crece, está presente en nuestras vidas, es como una marea que en su avance todo lo arrastra; se produce sin aviso de golpe dejando siempre la sensación frustrante que algo en nuestras vidas ha sido violado, se ha roto la intimidad. Sus consecuencias en el mejor de los casos son pérdidas materiales, ni hablar del dolor que deja cuando las derivaciones son mayores, como es el caso de una muerte absurda.
      Cuando las sociedades se organizaron, apareció la justicia para castigar o absolver con imparcialidad los hechos presuntamente delictivos, se reemplazó así a la venganza personal. A partir de ese momento el poder de policía del Estado se encargó de velar por el orden.
      En la Argentina de hoy, los ciudadanos están cansados de la inoperancia del Estado en el manejo de la seguridad. Muchos de los jueces que compartieron el delito durante el gobierno menemista. Hoy se levantan frente a la ciudadanía como adalides de la justicia. En lugar de implementar la ley como corresponde, liberan a los delincuentes, atando muchas veces las manos a la policía que no pueden accionar contra el crimen.  En reiteradas oportunidades los dejan libres basándose en el medio social en el que desarrollan su existencia, olvidan que la pobreza no es sinónimo de delincuencia. Existen gran cantidad de personas pobres que son honradas y que pasan por las mismas dificultades de las  que optaron por el delito.
      La inoperancia gubernamental no realiza los estudios suficientes para prevenir el delito, si lo hace busca solo recursos inmediatos, sin realizar un análisis de los mediatos. Como prueba basta analizar las palabras de la Presidenta en el acto que se realizó el 20 de febrero en el Rosedal de Palermo en donde anunció que con más inversión en armamento se va a encarar con éxito la lucha contra el delito, en esta oportunidad expresó: “Ese mundo seguro que alguna vez conocimos los que tenemos más de 50 años tal vez no vuelva, porque los fenómenos de urbanización, la aparición de la droga como un instrumento del delito a escala mundial y las características de la delincuencia han complejizado del tal manera el combate que siempre suena más difícil e imposible terminar con la delincuencia”.
      Frente a estas declaraciones, vale considerar que  mientras no exista una verdadera evaluación de la situación miserable en que viven aproximadamente un 25 % de la población de la Capital y del Gran Buenos Aires, que se hallan albergados en patéticos paradigmas del desamparo, como son las llamadas villas miserias, en las que se expone con crudeza la marginación a la que han sido condenados y los ciega en las posibilidades de superarla. Carecen en su existencia de las condiciones más elementales para llevar una vida digna.
      Las viviendas las erigen muchas veces próximas a basurales a cielo abierto, que en  oportunidades extraen alimentos en mal estado para paliar el hambre, o en sitios cercanos a las vías de los trenes o en zonas anegables contaminadas que exponen a sus pobladores: a enfermedades infecciosas, emanaciones tóxicas, incendios e invasión de roedores. En las zonas urbanas viven en inmuebles tomados o en inquilinatos, habitando minúsculos, oscuros y mal ventiladas  espacios.
      En todos estos lugares diez de cada mil niños que nacen, mueren antes de cumplir un año. Si existen escuelas, la deserción escolar es moneda corriente. No existe asistencia sanitaria. Los niños y los jóvenes arrastran conflictos derivados del abandono paterno, alcoholismo, violencia familiar, desocupación, todas ellas producto de la marginación en la que viven. 
      Las situaciones expuestas transforman a estas zonas en semilleros de delincuentes, muchas veces los niños y jóvenes frente a la desolación y el maltrato en que viven, abandonan a su familia y se juntan y forman las ranchadas en las que mediante la limosna, la apertura de puertas de taxis, limpieza de los parabrisas, etc. subsisten, pero a medida que aumenta su edad comienzan a delinquir. A veces la presencia de un adulto perverso les da comida y cama para luego cobrarle el diezmo de lo que roban o piden. La droga es su medio natural de subsistencia consumen marihuana, alcohol, paco, cocaína, tolueno, psicofármacos o nafta.
      Las declaraciones de nuestra verborrágica y diletante presidenta, que encara la complejidad de la inseguridad, como una sensación y con el empleo de más armas para las fuerzas policiales, sin tener en cuenta que debe existir además un verdadero plan de acción social, que dejando de lado los intereses políticos encare seriamente el problema de la marginación, de no ser así la inseguridad continuará creciendo, alcanzando  límites inimaginables. Solo se podrá detener el problema reconstruyendo el tejido social que permitirá superar las desigualdades y la descomposición que generó el modelo neoliberal de la dictadura militar y del gobierno menemista que fomentaron el crecimiento sin desarrollo.                                                      
     La inseguridad social será el tema central del siglo XXI. El crecimiento económico generará más pobres, la desigualdad social no se podrá revertir por la generación de más empleos para que el hombre pueda vivir de su trabajo, la supervivencia no dependerá solo del mercado laboral; los gobiernos deberán pensar en nuevas maneras de distribuir los derechos sociales y económicos porque la inseguridad social aumentará a lo largo del nuevo siglo.
      Frente a esta premisa, la solución no pasa por frenar el crecimiento, se debe quitar la idea de que así se remediará la marginalidad. El incremento de la producción traerá más pobres si solo se piensa que el mercado laboral mejorará y producirá más trabajo. El que se origine será precario con baja retribución, situación que ya se percibe en algunos piases desarrollados donde comienza a vislumbrarse la inseguridad social. Esta situación solo se podrá revertir con la búsqueda de políticas públicas que ataquen la marginalidad. El desafió del siglo XXI debe ser terminar con la puja Mercado-Estado, que da como resultado la retirada del Estado dejando librados a su suerte a amplios sectores de la población. Una de las características del Mercado es el aumento de la productividad y las innovaciones tecnológicas, pero su contracara es el aumento del desempleo y la exclusión social.
     La situación afectará a la clase media, en donde crecerá la incertidumbre al perder la seguridad de un trabajo que les permita transmitir a los hijos su status social. Este temor ha llevado a la pérdida de la auto confianza en el hombre mediero y esta inseguridad se traduce a veces en hostilidad, otras en debilidad o temor frente a la orientación de sus hijos. La clase media sufre una inseguridad subjetiva porque los trabajos son cada vez menos seguros, esto los lleva a sentir un rechazo por los marginales que al verlos vivir en villas miserias o recogiendo cartón, muchas veces en silencio piensan “Ese podría ser yo” encubriendo con su desprecio el temor a una posible marginalidad. 
     En tanto los pobres afrontan una inseguridad objetiva, al no tener futuro y llenos de un profundo miedo por su vida se unen y dan lugar a huelgas violentas, originan piquetes o tomas de fábricas, que irrumpen en la vida pública. Se trata de una manifestación extrema de la sensación de no tener futuro, es un acto desesperado para intentar resolver la precaria situación en la que viven.
      En la Argentina se ha gestado un individualismo cruel, donde a nadie le interesa el sufrimiento del prójimo, se traduce en un egoísmo sin límites, recuerdo una frase muy común en el transcurso del gobierno menemista “yo me trato de salvar, los otros que se embromen”. Esta frase iba acompañada por un desprecio hacia los pobres por la miseria en que transcurría su existencia.
        Las empresas buscan aprovecharse de los beneficios de una mayor productividad, rebajando los salarios, la creciente desocupación lleva a los trabajadores a aceptar cualquier restricción con tal de tener trabajo, esto da lugar a la disminución de sus derechos laborales que son manejados por una dirigencia gremial corrupta e inescrupulosa.
        Frente al problema de la desocupación los gobiernos adoptan el sistema de asistencialismo, muchas veces empleado como instrumento político. Esto ha llevado a la destrucción de esa corriente vital de la vida que elabora la identidad de la persona. De continuar con este concepto se incrementará aún más la inseguridad dado que cuando los marginados tomen cada vez más conciencia que el único futuro al que pueden acceder, pasa por arribar a una economía ilegal y a la que si solo se responde con violencia dará origen a concebir un conflicto entre el Estado y las mafias criminales.
       Muchos economistas consideran que la desocupación es producto de la falta de actualización en los adelantos tecnológicos, expresan que los trabajadores carecen de educación y experiencia para insertarse en la producción moderna, desconocen el desinterés que siempre tuvieron los gobiernos por la preparación de los grupos humanos. Ese desinterés ha dado lugar a que los jóvenes ignoren el mañana y se introduzcan en un presentismo que quieren vivir con gran intensidad y sin ninguna restricción.
       La Argentina ingreso a un clima negativo de tensiones que no propician la buena convivencia ni aseguran la paz social. Un aire de violencia inunda sus calles, frente a ellas se manifiesta la indiferencia gubernamental. Existe casi un millón de jóvenes que carecen de trabajo, carne del delito; viven al margen de toda autoridad familiar, social y de educación. Con planes anémicos, se elude la realidad de enfrentar de este enemigo colosal del futuro argentino que es la desocupación que solo lleva a la inseguridad social. Frente a esta situación se requiere un mayor compromiso del Estado para distribuir los principales bienes sociales, salud y educación, debe retornar a su verdadera misión que es velar por la tranquilidad y desarrollo del ciudadano, solo así se podrá reducir la desigualdad y lograr una paz social.                                         
 
                                                                        
                                                                                                                        
                                                                                                                                                         IX LA GLOBALIZACION
 
            El mundo vive una nueva era de colonización, distinta a la ya conocida originada por Estados que buscaban su expansión territorial. Hoy sus actores son los grandes capitales que  buscan dominar al planeta. Estos nuevos dueños del mundo han acelerado su poder  gracias a la revolución de la informática.
           En su proyecto no aspiran conquistar territorios, sino mercados. En esta búsqueda siembran  ruina y destrucción. Grandes industrias sufren daños, con la angustia social que ello significa: el desempleo, subempleo, precariedad laboral, sobreexplotación de hombres, mujeres y niños. En la actualidad 300 millones de niños son explotados en condiciones inhumanas.
          La globalización que pretenden no tiene límites. Los grandes grupos empresariales saquean el entorno natural destruyendo su riqueza, sin freno y sin escrúpulos. Configuran una delincuencia financiera que recicla sumas inimaginables.
          Entre los años 1979 a 1999 la brecha entre ricos y pobres era muy grande, pero en la actualidad  es aún mayor, casi 3.000 millones de personas –la mitad de la humanidad- vive con menos de dos dólares al día. En la actualidad se ha construido una sociedad dual, formada por un grupo de privilegiados y de hiperactivos por un lado, por el otro una multitud gigantesca constituida por trabajadores con empleos precarios,  desempleados o  excluidos.
          La abundancia de capitales que manejan alcanzan niveles sin precedentes, mientras que en el otro margen, el número de los que no tienen techo ni alimento crece sin cesar,  2.000 millones de individuos carecen de agua potable. Según las Naciones Unidas para cubrir las necesidades del mundo hambreado bastaría con retener menos del 4 % de la riqueza acumulada por las 225 grandes fortunas del mundo.
          La situación planteada lleva a los hombres carenciados a escapar de la legalidad, cayendo en estado de barbarie, en donde grupos dedicados al pillaje o bandas armadas imponen su ley y extorsionan a las poblaciones. Nace el crimen organizado, redes mafiosas, fanatismo religioso, corrupción, etc.
          Uno de los grandes responsables de esta situación que impera en el mundo es la globalización neoliberal. Su poder es tan grande que obliga a redefinir los conceptos fundamentales de política y democracia, tales como Estado-nación, soberanía, frontera, independencia, todo lo transforma en mercancía que desintegra comunidades y busca masificar a los hombres.
         Se presenta ante el mundo un nuevo paisaje político-económico, los mercados buscan dictar las leyes al Estado, lo global gana a lo nacional y la empresa privada al Estado. El único actor de desarrollo es la empresa privada.
         En una economía globalizada, ni el capital, ni el trabajo, ni las materias primas constituyen  factores económicos determinantes, lo importante es la relación entre estos tres factores. Para mantenerlos  una empresa no debe tener en cuenta fronteras ni reglamentaciones, sino buscar mediante la información la organización del trabajo y los modos de gestión.
        La globalización rompe con la política y la cultura, somete al ciudadano, busca formar un hombre vaciado de ilustración, identidad, sentimiento. Lo introduce en una doctrina viscosa, que anula todo pensamiento de rebeldía, lo inhibe, confunde, paraliza y acaba por asfixiarlo. Apoyándose en  los sistemas mediáticos, lo llevan a ser manejado por una invisible policía del pensamiento.
        Para los neoliberales “El capitalismo no puede hundirse es el estado natural de la sociedad”. “La democracia no es el estado natural de la sociedad. El mercado sí”. Los poderes públicos son meros negociadores de la empresa. El mercado gobierna. El gobierno gestiona.
        La globalización neoliberal reconoce a la competitividad como la única fuerza que debe mover al hombre, a la empresa o un país, así lo declaró en el Foro de Davos el dueño de Nestle y agregó “lo más importante para sobrevivir en este mundo es ser más competitivo que nuestro vecino”.
        Es necesario luchar con todas nuestras fuerzas  para construir un futuro diferente al que se vislumbra, no es posible conformarse con un mundo en el que existan dos concepciones humanas alfa y omega. Cinco mil millones viven en extrema necesidad, mientras que unos pocos millones viven en la opulencia. Es hora de concebir otro mundo posible fundando en una economía más solidaria, basada en el principio del desarrollo sostenible y colocando al ser humano en el centro de las preocupaciones.
El mundo globalizado produce, en periodos de crisis la expulsión masiva de trabajadores,  pero en momentos de reparación económica se origina una lenta recuperación del trabajo.  El aumento de la población y la extensión de la vida útil del trabajador, produce una dificultad en el recambio generacional.
           La desocupación  ya se ha constituido en un problema de características mundiales, cuyos valores irán aumentando con el correr de los años, debido al fuerte desarrollo tecnológico de las   distintas instancias que conforman el desarrollo del mercado laboral. Dentro del proceso que describo existen grupos dentro de la población mundial que son más vulnerables que otros,  me refiero a las mujeres,  jóvenes, niños y a las corrientes migratorias, que en busca de una mejor condición de vida atraviesan las fronteras de países en desarrollo.
           En referencia al trabajo infantil se observa un fuerte crecimiento en todas las regiones del mundo, alcanzando un incremento considerable en África, Asia Sudoriental. América Latina y en el Caribe. En cuanto a los migrantes forman grupos muy frágiles en la relación laboral, pasibles a la sobreexplotación, muchos de ellos son destinados a trabajos abusivos que niegan la dignidad humana.   
          La explotación infantil en el mundo globalizado obedece a la esperanza de incrementar los ingresos familiares fuertemente ligado a la pobreza en que viven, esta situación origina el abandonando del sistema educativo,  que los llevaría en el futuro a disponer de mejores posibilidades laborales.
          En base a lo que expongo, se observa en el mundo globalizado un retorno a la explotación de la infancia. La inserción de los niños en el mercado laboral es un fenómeno mundial y obedece a múltiples causas de las que voy a destacar las siguientes:
      La alta falta de trabajo de los adultos.
      La inaccesibilidad física y económica a la educación.
      La  posibilidad que redunda en una ampliación de los ingresos en los   
      hogares a través de la inserción laboral de todos sus miembros.
      Los bajos ingresos que representa en muchas oportunidades  la retribución
      laboral.
      La exclusión social que vive gran parte de la población
         Según datos de la Oficina Internacional del Trabajo, indican  que a comienzos del siglo XXI, 350 millones de menores entre 5 y `17 años trabajan en el mundo, de los cuales  seis de cada diez, tienen menos de 15 años. En lo que se refiere a América Latina y el Caribe, se calcula que 27,7 millones de niños están insertos en el mercado laboral  se debe aclarar que entre otras formas de trabajo que estos infantes desarrollan, existen los que son denominadas “peores formas”, entre las que se encuentran la explotación sexual y el trabajo forzado.
          Es importante hacer hincapié en el caso de la Argentina, que conoció en épocas pasadas una elevada tasa de escolarización, hoy existen 2 millones de niños que trabajan cotidianamente. Es dable destacar que a raíz de la crisis que atravesó el país en el año 2001, un 25 % de esos niños  ingresaron al mercado laboral. Uno de los conflictos más relevantes que experimenta esta tasa elevada del trabajo infantil se halla vinculada con los altos niveles de deserción escolar, ningún libro se puede sostener ante un niño que muere de hambre.
        La transformación tecnológica que actualmente se vive ha modificado radicalmente los niveles de educación necesarios para incorporarse al mundo del trabajo, pero es conveniente aclarar que la educación que antes era el instrumento para la movilidad social hoy se ha vuelto en un recurso ambiguo, por un lado sigue siendo una alternativa viable para introducirse en el mercado laboral y por otra parte no es un pasaporte automático al mundo del trabajo.
          En base a lo que expuse, considero que es muy importante no perder al hombre desde los inicios de su vida. Si bien la estructuras del poder condicionan al ciudadano., el compromiso que debe tener ante la vida  fluye dentro de él, solo mediante el conocimiento podrá orientarlo.
          La globalización encerrará  a la humanidad en dos grupos simultáneos e independientes entre sí: el primero contendrá hombres ignorantes seducidos por el ocio y el confort, mientras que el otro se hallará constituido, por seres ignorados sometidos al ocio y a la miseria, pero el mandato más perverso es que ambos grupos sobre la base de la pobreza e ignorancia considerarán   que el  sistema gobernante les esta prestando un servicio. 
         Quiero cerrar estas reflexiones retornando a lo que expuse sobre trabajo de la niñez, creo que hay que ser muy escéptico, para no sentir dentro de lo más profundo de nuestro ser el deseo intenso de que los niños vivan mejor. A veces resulta difícil encontrar un destino común cuando pensamos en nuestras luchas cotidianas, pero el futuro de los niños de hoy y los del mañana, se presenta siempre como algo por lo que vale la pena luchar. Cuando vemos un niño estamos en presencia de lo que Hanna Arendt llama el “milagro de la natalidad”, es decir que con ese niño recomienza el mundo. Son experiencias humanas fundamentales que conforman una carga de maravilla que no se puede eliminar, salvo que el hombre terminará trasformándose en un robot.          La confusión del hombre moderno se debe a la perdida del sentido de persona.
 
X CLAROSCURO DE UNA EPOCA DE TERROR
 
          Los hechos aberrantes acontecidos durante la dictadura militar deben ser analizados históricamente, la situación que vivió la Argentina durante la década del 70, es producto de un  pasado complejo que aún tiene concomitancias en el presente, existen una gran cantidad de situaciones comunes, como ser los ultrajes y atropellos extranjeros que el país ha sufrido, un pueblo que siempre ha sido engañado por las elites mezquinas y perversas, las promesas burladas de los  gobiernos sobre un nuevo comienzo en donde se termine con la miseria, el hambre y la desocupación.
            Una buena forma de comenzar a aclarar los debates sobre los hechos recientes que dejaron sensibles huellas de dolor en los ciudadanos y para ampliar el marco de discusión, es conveniente identificar los sucesos y actos relevantes que llevaron a la dramática situación que vivió el país  durante el transcurso de la sangrienta dictadura.
           La historia que se va construyendo, en esa época de terror no es arbitraria ni sorpresiva, su trama se elabora, a veces de manera imperceptible. Su inicio se produce durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón, quien asume el poder, viejo y enfermo, buscando en su  permanente ambición  recuperar el poder perdido en 1955. Lo acompaña su tercera esposa a la que nombra sucesora. Se trata de una mujer de gran pobreza intelectual y política, unido a ello una actitud caprichosa, pendular, paranoica, con una peligrosa tendencia a encerrarse en el silencio, situaciones que la llevarán irremediablemente a fracasar. Por otra parte los grupos subversivos, que ya estaban actuando con anterioridad, no le dieron tregua y decidieron combatir al nuevo gobierno elegido democráticamente con las mismas armas que habían usado desde 1969 contra el gobierno militar. El débil gobierno de Isabel Perón se vio acosado por secuestros, asesinatos, intentos de copamientos de pueblos, comisarías, etc.
          Se adjudica a su gobierno el comienzo de la represión, aunque muchas investigaciones le atribuyen, con anterioridad a su muerte al propio, Juan D. Perón. Se inician así en forma indiscriminada una serie de secuestros y asesinatos. La ejecución de este sangriento plan estará a cargo del Ministro de Bienestar Social, José López Rega, un individuo tortuoso, quien formará  un grupo de mercenarios, policías y militares, al que denominará Triple A. En sus siniestras actividades matarán a intelectuales, militantes políticos y sindicales, enviando también con sus amenazas al exilio a  artistas, académicos y escritores, los que muchos de ellos no volverán más.
           En el año 1975, se trató de desplazar a Isabel Perón por el presidente provisional del senado Italo Argentino Luder, pero este plan no tuvo éxito. El país vivía en esos momentos no solo una crisis política  sino también económica, la inflación se había desplazado a niveles incontrolables, se producían levantamientos de los sindicatos. El gobierno caía irremediablemente, con su derrocamiento el 24 de marzo de 1976 se consumaba el quinto golpe militar del siglo XX, en todos ellos la intervención de las fuerzas armadas tuvo un componente de violencia, pero los desbordes que se originaron con este golpe  no tienen parangón alguno.
      La dictadura institucionalizada por las tres armas conjuntas originó el terrorismo de estado, despreció la democracia, las libertades individuales, el pluralismo y la tolerancia sobre los que no compartían las ideas de la junta militar. Esto trajo aparejado la despolitización de la juventud, que ocasionará en el futuro, la pérdida del interés por la consolidación de una verdadera democracia.      
     Durante los años más duros de la opresión, la sociedad civil y sus instituciones representativas – partidos políticos, universidad, Iglesia, sindicatos, organizaciones económicas, medios de comunicación – permanecieron oficialmente en total silencio. La clase media estaba anestesiada por la aparente tranquilidad, por “algo será” era su slogan permanente. Caído el régimen, justificará su actitud aduciendo desconocer  lo que sucedía, pero cuando la dictadura comenzó a debilitarse y su fin era inminente, se hablaba en el más absoluto “secreto” de los campos de concentración y las iniquidades que allí se cometían. Dos hechos acallaron estas situaciones de  desasosiego y horror,  moviendo al pueblo a aclamar la dictadura con entusiasmada adhesión: El Mundial de Fútbol y la Guerra de las Malvinas, que provocaron delirantes declaraciones de intelectuales y artistas, las raras excepciones que no aceptaban esta infernal maraña eran considerados apátridas.
        Quise realizar un sucinto análisis de lo vivido en esos terribles años donde imperó el horror y la muerte, transformó a los ciudadanos en ilotas  del poder militar. La caída de estos personeros del terror se produce no por la resistencia de la ciudadanía, sino por la humillante derrota en la Guerra de las Malvinas, que puso en evidencia la decadencia de las fuerzas armadas,  todo ello ha dejado lamentablemente una secuela en la calidad de la clase política, como así también han debilitado a las instituciones que lideran la democracia.
 
XI LOS DERECHOS HUMANOS
 
      En muchas oportunidades, se tergiversa el verdadero significado de los “Derechos Humanos”. Hoy en día y con mayor frecuencia, el empleo de esta palabra sirve para cuestionar la autoridad soberana del Estado, se ha olvidado que tanto los crímenes contra la humanidad, como   también los producidos por la guerra, no son competencia únicamente de la justicia y de los Estados que gobiernan en ese momento, estos derechos atañen al conjunto de seres humanos que viven en este planeta.
      Ahora más que nunca frente a este mundo que esta naciendo y que desde sus albores marca una profunda perversidad, es fundamental mantenerse del lado de los derechos humanos, no significo con ello que exista una carencia, un defecto: los derechos humanos jamás son suficientes.
       Es muy importante destacar que estos derechos no son naturales. Han nacido a lo largo de la historia. Me atrevería a marcar su inicio en el Imperio Romano , y a partir de ese instante no han dejado de enriquecerse, de especificarse, de determinarse, muchas veces conforman el clamor popular y muchas veces también son desoídos por el poder, que se burla de su verdadero significado transmitiendo este sentir al pueblo que es desconocedor de su  verdadera realidad.
       Los derechos humanos tratan  el verdadero significado de la vida del hombre sobre la tierra, a través de ellos se busca la protección de la mujer, de la infancia, de la salud, del trabajo, de la educación, etc., es muy importante destacar que jamás el hombre debe alterar el verdadero significado de su palabra.
         Muchas veces la justicia cambia su verdadero concepto, hemos llegado a comprobar por las noticias que a diario nos llegan a través de los medios, el desconocimiento que se  tiene de la ética pura, que va más allá del derecho y del deber: Kant decía que una acción moral no debía ser llevada solo conforme al deber, sino que debe ser llevada a cabo por puro deber. Este concepto nos dice que si solo se actúa por puro  miedo a la ley, no involucra al verdadero valor ético del hombre.   
         Quisiera citar como ejemplo casos que se presentan diariamente y son noticia, muchas veces hemos podido leer en los diarios sobre delincuentes que han cometido delitos en forma reiterada y que la justicia  sin analizar si existe o no la posibilidad que el sujeto vuelva a delinquir lo deja en libertad poniendo en alto riesgo a la comunidad. Se puede dar el caso que se lo prive de su libertad, esto no significa que la restricción que se le aplique abarque todos sus derechos, como a estar saludables, ser alojados dignamente o tener contacto con sus familias.
         La tarea central de la democracia es defender al individuo y los que defienden los derechos humanos defienden una historia de vida, el progreso es hablar de lo individual, no de lo colectivo    
       Hoy en todo el mundo se los invoca, pero lo que más le importa a los países no es lo humano, sino la expansión económica, existen muchos signos que marcan el desinterés por la vida del hombre. Soy escéptico respecto al mejoramiento de las sociedades modernas, me baso fundamentalmente en el horror que impera en el mundo, en la destrucción de la familia, en la pérdida de los valores morales, pero si creo en las esperanzas privadas de cada persona.
        En base a lo que expuse, no sentimos desprotegidos, por un aumento de la delincuencia, por la impunidad de la que gozan nuestros políticos, por la inoperancia y venalidad de los jueces, y  de los organismos de seguridad. La inseguridad que padecemos obedece muchas veces al incremento del desamparo social frente a los problemas de salud, hambre y educación. Ello responde a la ineficacia de las instituciones existentes que son inoperantes para brindar protección al desposeído, alterando así los derechos humanos.
        En nombre de estos derechos  se reprime al rebelde y se conserva la estructura opresiva. Los gobiernos solo se acuerdan de ellos para justificar sus hostilidades contra sus rivales y los  delincuentes los reclaman en su favor como un medio para socavar el orden. Cada cual los maneja respondiendo a sus propios intereses, dejando de lado que estos derechos defienden en si los derechos del hombre para vivir dignamente. Como esta situación involucra una diversidad de situaciones, siempre existe la posibilidad de apelar a uno de ellos para legitimar la postergación de los demás, descartando en sí la posibilidad de su aplicación total. Me atrevo a decir que los derechos humanos han llegado a ser algo tan abstracto, tan amplio y tan retórico, que configuran el más temible obstáculo para su cumplimiento, son invocados frecuentemente para impedir su realización efectiva, obviando su verdadero sentido.  
 
XII INCERTIDUMBRE INSTITUCIONAL
 
   La Argentina ha ingresado en un clima negativo de tensiones que no propician la buena convivencia, ni aseguran la paz social. Hay aire de violencia en las calles, más 800.000 jóvenes calificados de “marginales estructurales”, son carne para todo tipo de delito y vandalismo. Están al margen de la educación, de toda autoridad familiar, carecen de trabajo y de otra perspectiva existencial que no sea el nihilismo y la anarquía. Con planes anémicos, se elude la realidad de buscar el desarrollo económico, elemento esencial para el futuro. Ante esta terrible, problemática el gobierno mantiene una absoluta indiferencia, acciona creando un clima adolescente. 
      Esta actitud lleva a crear una cosmética de la verdad. Con sonrisas, miradas pícaras, reacciones inusitadas, permanentes ademanes, como si se estuviera recitando en un acto escolar. La Presidenta lanza discursos que muestran sus fuertes cambios emocionales, muchas veces incontrolables, que quedan marcados en su rostro, más allá del fuerte maquillaje que lleva para tratarlos de ocultar.
       La rigidez en sus decisiones, es una reacción esperable de quien sufre oscilaciones emocionales. El permanente y emocionado recuerdo de su marido muerto, al que considera hacedor de su cargo, es un lastre que la molesta. Pero no existe interés por desembarazarse del recuerdo de ese hombre desconcertante, rígido, nepótico, reacio a admitir los fracasos, que dejaban al descubierto sus reacciones narcisistas.
       Las situaciones que se plantean en la dirigencia, han llevado a la Argentina a padecer de  incertidumbre institucional. Existe una actitud desconfiada en los inversores a los que, de alguna forma, se los aleja, debido a la falta de previsión que el gobierno tiene.
      Un corporativismo centrado en el Estado y la falta de respeto al inversor, son factores  importantes frente a la recesión que se avecina. Existe en el gobierno una idea  post marxista,  cree ver en cada crisis económica el fin del capitalismo. Con  las decisiones que toma se detecta el ferviente deseo del retorno del capital al Estado, en busca de incrementar su poder; de cumplirse esta idea solo traerá aparejado aún más el empobrecimiento de la población.
        En la Argentina aun persiste la antigua idea absolutista del caudillo, rodeado de obsecuentes,  que aceptan las órdenes sin discusión, aunque se alejen de la verdad, la justicia y la moral,  solo persiguen perpetuarse en sus cargos y gozar del lucro que ello significa.
        El pretendido liderazgo que hoy impera en el país se fundamenta en la mentira, en base a ella se finge sensibilidad, pero detrás se lucra sin medida. No se toma al ciudadano como personas con derechos y deberes; solo son cosas. La dirigencia trabaja solo para si misma, aunque en sus discursos demuestren preocupación por las necesidades del pueblo. .
        Buscan que lo recaudado esté siempre al servicio del poder, para disponer del dinero a su antojo, no se lo emplea desinteresadamente ni movido por la sensibilidad de querer ayudar a quien lo necesite, solo se lo emplea como elemento de presión y de lucro personal.
      La Presidenta y su equipo políticos predican el enfrentamiento  y la culpa en todos aquellos que estén en desacuerdo con su política, aún si pertenecen a su mismo partido, tratando de llevar a la población hacia los objetivos que marcan. No perciben, ni les interesa la violencia social,  que se incrementa día a día y se mantiene con la más absoluta impunidad. Sirve como ejemplo el cuento de los  hermanos Grimm “El aprendiz de hechicero”, que muestra como se desatan irresponsablemente fuerzas terribles difíciles de controlar.
        La personalidad confrontativa del  gobierno, introdujo odios, revanchas y venganzas, que a la larga terminará jugando en su contra. Debe retornar al diálogo para llegar a la convivencia, enriquecerse con las ideas de la oposición en la búsqueda de lograr consensos y concertaciones, abandonando abstracciones, ideologías y  tonterías en que se ha envuelto la democracia en la Nación. Para que no decline debe ser muy exigente con ella misma.
      La democracia es un espacio de conflicto, contradicción, y pluralidad, no es la muerte de la política, que solo muere cuando existe una única opinión.  
     Únicamente cambiando la mentalidad argentina, transformándola de adoradora de ídolos fugaces en cumplidora de la ley se podrá finalizar con el sentido personalista de la política, para que deje de ser solo lucha por el poder y se convierta en la representación genuina de los ciudadanos
                                                                                                                                                         
                                                                                 
XIII UNA SOCIEDAD EN TRANSFORMACIÓN
 
      En el espacio de unas cuantas décadas la sociedad se reestructura a si misma, cambia la visión de los valores básicos como  su estructura política y social, sus artes, sus instituciones claves. Nace un nuevo mundo y los que habiten en él no podrán imaginar en el que vivieron sus abuelos y en el que nacieron sus padres.
     Los años 60 pueden ser considerados como el inicio de la transformación que vive el mundo y aún estamos en medio de ella según Peter Drucker no se completaría hasta el 2010 o 2020. El paisaje político, económico, social y moral del mundo ya ha cambiado. No obstante es aún arriesgado predecir el mundo que le tocará vivir a las generaciones futuras. Las preguntas que van naciendo surgen del origen de los grandes problemas, las respuestas siguen escondidas en el futuro, lo único que se puede asegurar es que el mundo  surgirá del  reordenamiento de valores, creencias, estructuras sociales y económicas, sistemas e ideas políticas y que será diferente a cualquier cosa que hoy se imagine, solo se puede asegurar que el recurso primario continuará siendo el saber.
     Cuando analizo las sociedades contemporáneas frente al futuro que se avecina observo la crisis de valores que sufre, lo que ayer era considerado importante fue desplazado por lo frívolo. Una evolución nihilista de la humanidad desemboca en la frivolidad de los valores que  suben y bajan. Esta situación se ve reforzada por el papel de los medios de comunicación, que marcan la tendencia de tener, según los indicadores del momento.         
    La crisis que se vive no solo atañe a los marcos morales tradicionales, heredados de las grandes confesiones religiosas, sino también de los valores laicos que le sucedieron. Esto ha dejado una sociedad inmadura. Los límites de las tres edades de la vida: infancia, juventud  y vejez  hoy son borrosas. Asistimos a la “juvenilización” de la sociedad que resulta cada vez más inmadura, en la que el ser humano parece no querer llegar a la edad adulta, sino permanecer en la juventud.
    La situación que planteo ha hecho desaparecer la autoridad que en otra época se conoció, naciendo en su lugar caricaturas que intentan colmar el vació existente, quisiera citar un ejemplo de lo que expreso. Como es mi costumbre todas las mañanas voy a mi café a leer el diario para enterarme sobre el acontecer nacional y mundial, un reportaje que le hicieran al expresidente Carlos Menem llamó mi atención en él se lo mostraba como un triunfador, después de leer atentamente las respuestas que daba al periodista, nació en mi la idea de recordar esos años en donde la inmoralidad se encontraba en sus más altos índices.
    Terminado  su gobierno. muchos casos quedaron en los pasillos de la justicia con denuncias que durante años estuvieron en la etapa de instrucción y solo en raras oportunidades llegaron a juicio, siempre y cuando la causa no se cerrara por prescripción. Así nos encontramos con el caso de Victor Alderete interventor del PAMI que cometió iniquidades económicas durante su gestión, también el caso de los 30 funcionarios y empresarios vinculados a la mafia del oro que tras doce años de investigación se beneficiaron con la prescripción de su expediente. Se puede citar también el caso de Roberto Martínez Medina ex secretario de Raúl Granillo Ocampo, último ministro de Justicia de Menem, vinculado al cobro de sobresueldos. Tampoco se hizo juicio sobre el tráfico de armas a Croacia y Ecuador o sobre la causa de la leche en polvo adulterada vendida al Estado en 1991. Todos estos hechos y muchos más que no relato para no hacer por demás extenso este capítulo, recuerdan a un presidente que llevó a la más alta corrupción a la Nación y que aún persiste en su sueño presidencial, esta situación de corrupción e impunidad se ha incrementado aún más en los gobiernos que le sucedieron.
    Estas imágenes decadentes, no solo a nivel político sino también social y familiar, nos debe llevar a tomar conciencia para conformar una ética para el futuro, cuyo fin debe ser incorporar un nueva democracia que no sea solo instantánea sino también  prospectiva, para el mundo incierto que se avecina. Einstein dijo que solo hay dos realidades infinitas: el universo y la imbecilidad humana. La imbecilidad de los políticos no es producto de una organización genética desgraciada, ni de la imbecilidad propia de los miserables o de los egoístas miopes, después de una generación de políticos brillantes no quedó siquiera una resaca de gente  menor. La situación vivenciada lleva a mirar la realidad con sentido crítico despertando la conciencia individual, para que posteriormente emerja  la  ciudadana.
    La ética del futuro se halla vinculada con el presente, se deben tomar decisiones hoy para el mañana, en la actualidad existen tendencias que no son buenas para el porvenir, durante mucho tiempo no hubo conciencia de los problemas, pero existen muchas personas que evolucionan en la búsqueda de una solución, si será suficiente o rápida es otra cuestión.     
                           
XIV LA CULTURA Y LOS MEDIOS
                                                                                   
           Existe una preocupación del mundo intelectual sobre los mensajes degradantes que emiten los distintos medios de comunicación sobre la realidad de la vida, en ellos se observa lamentablemente, una ausencia absoluta de los organismos que deberían regir su control.
        Creo que todo fenómeno tiene una explicación y para lograr la misma se deben analizar las situaciones que lo causaron. Una de ellas es la corrupción que existe desde hace ya tiempo en nuestro país, la que a partir de la década del cincuenta se fue incrementando y ha alcanzado en estos últimos tiempos un grado tal que estamos considerados a nivel mundial como uno de los países más corruptos del planeta.
       Corrupción significa “romperse desde adentro” y resultasinónimo de descomposición o podredumbre. Este término, empleado a nivel social, indica aquello que puede descomponer a un grupo, a una organización y aun a la misma sociedad.
Tanto la corrupción en la sociedad argentina, como las causas que la originaron, exigen una respuesta de tipo moral. Esta situación genera la desconfianza del pueblo con respecto al poder público, y conspira contra el desarrollo humano. En el análisis de la violencia que esta situación origina no podemos dejar de lado la corrupción, no sólo en las organizaciones, sino en cuanto sus causas.
     El filósofo francés Giles Lipovetski vincula el avance de la corrupción en el mundo con el consumismo, como resultado de las aplicaciones tecnológicas y el desarrollo del capitalismo. Ambos hechos convirtieron al hedonismo en una forma de comportamiento general dentro de la vida moderna. Se difunde en gran escala la adquisición de objetos considerados hasta el momento de lujo, empleando para ello la publicidad, la moda y, sobre todo, el crédito que socava directamente el principio del ahorro.
       De esta forma los valores morales ceden el paso al hedonismo que incita a gastar, a disfrutar de la vida sin control, a ceder a los impulsos naturales. La sociedad bajo estas ideas ha hecho un culto del consumo, el tiempo libre y el placer.
      En razón de ello se ha estratificado la sociedad en clases sociales de acuerdo con su poder de consumo. Esta estratificación se halla avalada por el poder mediático, llegando a situaciones tales que pueden destruir el prestigio de una persona honesta o dar prestigio a la deshonesta. Los medios de comunicación forman parte de lo que podríamos llamar violencia simbólica, crean las condiciones espirituales, mentales, ideológicas, para ejercer una dominación sobre los seres, los que sin darse cuenta la aceptan y de ese modo viven felices
     La situación se agrava aun más ante el accionar del poder judicial, que no otorga mayores garantías en su aptitud para premiar a los buenos y castigar a los malos. La vida moderna incentiva el enriquecimiento sin importar los medios. Existen muchos y poderosos estímulos para actuar transgrediendo las pautas morales.  
     Vivimos un mundo, en el fin de la modernidad, donde el dinero transforma todo en mercancías: la tierra, el aire, el agua, la vida, los sentimientos, las convicciones, son vendidas al mejor postor. Hasta las personas son mercancías: hoy en día, la relación que predomina es mercadería - persona - mercadería, según la ropa que lleve, la manera cómo se movilice, los lugares dónde se mueva, se dará mayor o menor valor a la persona frente a la sociedad en la que se desenvuelva. No interesará su valor personal, moral o intelectual.
      La violencia que hoy impera no sólo en nuestro país sino en todo el mundo,  nos lleva a un clima de terror, surge muchas veces de la pantalla de televisión, es de la misma índole que las imágenes. Esa pantalla sume al televidente en un vacío mental y lo induce a las distintas formas en que puede manifestarse la violencia, ya sea terrorista, delictiva o defensiva. Transforma estos hechos aberrantes en una forma específicamente moderna. Mucho más moderna que las causas que pretenden atribuirle: políticas, sociológicas, psicológicas. Ninguna de ellas está a la altura de los acontecimientos que presentan.
    Los programas televisivos muestran que la policía no hizo nada para prevenir un hecho violento, o que la justicia no cumple con su misión, pero no dicen que ambas instituciones no puede detener la pasión que se ha desatado en este fin de la modernidad por el dinero, al que consideran la única llave que los llevará a la felicidad. No se trata de un enfrentamiento con el delito o un choque de pasiones antagónicas, esto da como resultante el ocio e indiferencia que rodea a estas instituciones. De alguna forma se hallan avaladas por el vacío político o gubernamental. En síntesis, es el silencio y la indiferencia que las invade, no es un episodio irracional de nuestra vida social; la violencia que hoy vivimos es nuestra aceleración hacia el vacío existencial que hoy también vivimos.
  Es interesante recordar las palabras de Daniel Filmus respecto a la cultura
cuando era Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología  sus declaraciones, me produjeron  una sensación de estupor e indignación. Según su concepto los contenidos curriculares, y la organización de la escuela no atienden a la evolución de la cultura juvenil, para su criterio la escuela busca disciplinar, entregar los contenidos según la materia, los que no se desarrollan conforme a las inquietudes de los alumnos. Para Daniel Filmus, es importante que la escuela incorpore los elementos centrales de la cultura juvenil haciendo abstención en su comentario de que todo sistema educativo debe mantener; homogeneidad, continuidad, coherencia, orden y secuencias, ellos contradicen a lo que llama elementos centrales de la cultura juvenil portadoras de formas diversas e inestables, muy vinculadas a los aspectos mediáticos.
           Para los jóvenes la calle es su lugar de socialización donde lamentablemente crean su identidad. En muchos casos son productos de familias donde su real sentido se ha destruido, la escuela dejó de ser el lugar donde los jóvenes encontraban en sus maestros y profesores sus orientadores vocacionales. La misión de la educación es la transmisión de conocimiento y cultura.
         Al analizar lo dicho en el reportaje que se le realizó a Filmus, cuando habla de lo que denomina cultura adolescente, olvida que ella esta regida por el mercado, en donde las agencias de publicidad los tienen por consumidores referentes.
       El desarrollo de la adolescencia,  ya no tiene límites precisos, pasó  a dejar de ser de un espacio de formación, para transformarsae en algo deseado por los adultos, quienes han dejado de lado su verdadero rol, para considerar que en esta etapa la vida tiene un verdadero sentido, tratando que ella perdure. Así vemos a hombres y mujeres cronológicamente adultos luciendo orgullosamente tatuajes, aros,  minifaldas, buscando, pese a su edad, un cuerpo adolescente   empleando cosméticos o cirugías, con el fin de lograr su aparente prolongación
         La declinación de la educación ha contribuido a que el período de la adolescencia se prolongue sin límites. Esto lleva a la confusión entre el concepto de  educación y enseñanza,  donde la televisión contribuye con gran eficacia a estimular la mediocridad.  La calidad inferior de sus programas lleva a considerar a la violencia y a la grosería como normas elementales de la nueva cultura.
       La irresponsabilidad inexcusable de los productores, de las empresas anunciantes, como de las autoridades que tienen a su cargo el control de la calidad de la programación, permiten que se desarrollen sin inconvenientes y pasen a formar parte de la llamada cultura juvenil.
      Es importante que los educandos puedan acceder a las disciplinas que permitan la realización de las potencialidades humanas y hacerlo a través de tantas voces desaparecidas que aún se hallan presentes, la humanidad aún las escucha y las asimila.
    El acceso a la capacidad de razonar, criticar, la iniciación en el ejercicio del pensamiento; es el verdadero dominio y la vocación  real de la educación.  Todo ello brinda los medios para vivir la vida con  plenitud.
        Los modelos de esta nueva sociedad, ya no son una suma de hombres que  buscan el conocimiento a través de los libros, sino un conjunto heterogéneo y cambiante de supuestos jóvenes que buscan  información en Internet y no el verdadero saber. Las palabras de este personero del cristinismo parece desconocer que leer es buscar con la vista a través de los siglos la única flecha disparada desde el fondo de los tiempos, trata endiosar a la adolescencia, pero con este accionar solo consigue aliviar sus responsabilidades ante el fracaso que tuvo al  formular un plan de estudio que permita hacer reaccionar a los jóvenes  frente a la brusca caída que sufre la educación en nuestro país. La disolución de la verdadera autoridad a favor de la omnipotencia adolescente solo muestra su falta de compromiso.
         Creo, que frente a este nuevo mundo que nace, no existen respuestas únicas respecto al sistema educativo a implementar, si bien la escuela secundaria debe ser flexible en su organización, debe ser intransigente en la calidad y formación de los alumnos, se deben inculcar los valores fundamentales para que en el futuro desarrollen su vida con dignidad.
          Los adolescentes buscaron siempre, que sus padres y la dirigencia educativa, los ayudaran en su formación, con autoridad, entusiasmo e inteligencia.  Desde hace medio siglo, sufrimos una decadencia educativa, ya no resuenan el eco de grandes voces animadoras que impulsen al necesario esfuerzo para su sólido restablecimiento.
 
  XV LA CAMPORA Y LA EDUCACION
    
    Días antes de la asunción del Presidente Néstor Kirchner, la verborrágica y diletante Senadora Cristina Fernández al ser consultada por un periodista del diario Clarín sobre el deterioro educativo respondió con palabras teñidas de nostalgia sobre el esfuerzo que había realizado en su formación, continuó diciendo “mi vocación política, la que ejerzo con fortaleza es una proyección de mi amor por la docencia: trabajar en el aula para formar seres libres y ciudadanos responsables, y, desde el escenario más amplio de la acción política, luchar sin tregua para consolidar el derecho humano tan repetido y cuanto ignorado. Educación para todos es una meta de imposible cumplimiento si el Estado democrático no garantiza la igualdad de oportunidades”.
     La realidad que se vive en el proceso educativo está muy lejos de su mensaje, si se hace un análisis de las evaluaciones realizadas por Programa Internacional de Evaluación para Estudiantes, se podrá comprobar que la Argentina ocupó los últimos puestos. La  crisis educativa se fue consolidando y se continúa aniquilando la escuela pública y la búsqueda de la igualdad educativa propiciada por la Ley 1420 quedó en el olvido.
   ¿Es merecedor un país que fue rector en América Latina y que gozó del reconocimiento mundial, sufrir el deshonor de haber destruido su tradición educativa?
    Hoy con la presencia de la Cámpora en las escuelas vemos incentivado el derrumbe educativo, este grupo de desventurados formados por el amiguismo y el nepotismo; desvinculados con el verdadero quehacer educativo, buscan solo trazar rumbos políticos haciendo hincapié en el facilismo basado en una mal entendida  práctica de los derechos humanos, este movimiento recuerda el accionar nazi y fascista sobre la juventud.
   El fin de la educación reside en enseñarles a los jóvenes a pensar y a negar  los aspectos instrumentales de un  absolutismo político.
     Se vive en estos días un vértigo en el que la nada parece estable, las verdades permanentes, la dignidad de las personas, han perdido su valor, se está formando una generación cuyas expectativas son muy pobres, surgen en ellos desinterés y apatía. Hace falta promover una educación que exija voluntad, que desarrolle una inteligencia inquisitiva y crítica.
    Si se busca restaurar la escuela pública más allá de los discursos melodramáticos del gobierno, se debe reconocer que la cuestión educativa no es un tema de introducir en la escuela por grupos políticos que traten de masificar el pensamiento. La misión debe estar en manos de padres y educadores.
    El compromiso de la educación debe ser la de formar personas con valores nobles, capaces de pensar por si mismas, de actuar con convicción, de tener un sentido crítico y de asumir responsabilidades, de esta forma las generaciones futuras enfrentarán los desafíos y vicisitudes que les planteé la vida con realidades y no producto del azar, quizá no lo valoren de inmediato, sino en el futuro.
    Los funcionarios que manejan las instituciones, sumidos en un pacto político, encaran la educación como una forma de promoción partidaria, exhortan a la juventud predicándoles que el futuro se halla ligado con su preparación. Carece de interés de que lo dicho se transforme en realidad. Es por ello que las escuelas miran hacia atrás, hacia un sistema moribundo o, en el mejor de los casos, se transforman en informadoras -empleando para ello los sistemas electrónicos ya conocidos (computadoras, Internet, etc.) en lugar de introducir un conocimiento evolutivo. Se dejan así de lado los elementos necesarios para construir  y dar respuestas a la nueva sociedad. Todas sus energías tienden a formar un hombre en un mundo social, que perecerá antes que él.
   El sistema educativo actual propende a preparar a los alumnos para enfrentarlos a  condiciones que se consideran nuevas: enfoca sus energías a la comprensión del presente, no toma en cuenta que el futuro inmediato se renueva aceleradamente. Por consiguiente, resulta necesario aprender a prever la dirección y asimilarse al ritmo de los cambios. Cuanto más se acelera el ritmo de vida, más rápidamente se escapa el presente, y más velozmente se convierten en actuales las posibilidades del futuro. Se origina así una necesidad de lograr una anticipación mayor, es decir, extender el horizonte temporal.
     De lo expuesto, resulta que para crear una educación válida es      necesario producir imágenes sucesivas y alternativas del futuro, presunciones sobre la clase de trabajo, profesiones y vocaciones que se necesitarán dentro de veinte o cincuenta años. Se hace necesario incluir en estas prospectivas formas familiares, problemas éticos y morales, tecnología ambiental, estructuras de organización, etc., dentro de las cuales se desarrollará la futura sociedad.
    Las personas que carezcan de una idea clara de sus propias capacidades y valores, se verán en serias dificultades para incorporarse al sistema productivo y, por ende, al sistema social con la posibilidad de obtener realizaciones personales. Esto nos indica que la educación debe estar preparada para solucionar estas situaciones, evitando que los jóvenes busquen erráticamente el mañana.
   Los gobiernos parecen ignorar que la educación, en cualquiera de sus ramas, es una inversión que será devuelta al Estado dentro de un breve periodo de trabajo, el que no pasa de 8 a 10 años, suponiendo como promedio una capacidad de trabajo individual de 30 años. La inversión educativa es casi triplicada por el trabajo posterior que realizará el egresado del sistema educativo.
   La actitud del gobierno de que la escuela debe ser atendida como una suerte de promoción política y social, y no en razón al beneficio económico que en el futuro producirá una población educada,  es de alta perversidad e ignorancia, destruye la esencia de la educación. Ante el vertiginoso cambio que experimenta el mundo, sólo la promoción del espíritu de innovación y cultivo de las capacidades creativas y vocaciones investigadoras permitirán al hombre superarse ante los sucesivos obstáculos que se le presentarán.
  
XVI LA CONVIVENCIA SOCIAL
 
          En la Argentina se ha quebrado la convivencia social. Una sociedad se destruye cuando se comienzan a cavar trincheras en busca de enfrentamientos con ataques cargados de odio y persecuciones. La impaciencia del político argentino lo lleva a la búsqueda de ventajas rápidas aunque en muchas oportunidades para lograrlas deba quebrantar la ley. No busca la consolidación de valores a largo plazo, los considera absurdos. Justifica su actitud al considerar pertenecer un país excepcional, en donde su viveza supera a su entorno, desconoce que es un país más en el mundo con los mismos problemas que los otros.
         Cuando se celebró el centenario de la revolución de mayo nació un optimismo desenfrenado y un poco ingenuo. Se hallaba sentada  la idea de la Argentina estaba llamada a ser un gran país y que disputaría el liderazgo de América con los Estados Unidos. En esos tiempos no existían ni estudios, ni reflexiones sobre los posibles límites de esa futura expansión. Nadie se preguntaba que nubes podían aparecer en el horizonte que interrumpieran ese progreso al que se consideraba perpetuo.
       A lo largo del siglo XX se producen importantes rupturas en la cultura política argentina, se origina una alta concentración en el Poder Ejecutivo. En las provincias el poder se concentraba en los caudillos y en determinadas familias. Cuando nace el peronismo se origina un corte en la política y en la sociedad argentina. Se veían los problemas sociales y  económicos con optimismo y que prontamente serian resueltos. El panorama internacional no produciría desvíos profundos en el camino del progreso que aparentemente se estaba trazando.
      En la segunda mitad del siglo XX aparecen situaciones que cambian los ideales del centenario: nace la oposición entre el agro y la industria. La democracia se transforma de un sistema político de participación reducida, a uno de masas.  Nacen ideas producto de la situación vivida entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, como el  fascismo que al llegar al país debilita la corriente liberal y democrática.
      Con la aparición del peronismo aparecen nuevos modelos de inclusión social, el ciudadano es incorporado a un sistema cerrado y poco pluralista. Las centrales obreras de distintas ideologías desaparecen al crearse la ley de asociaciones profesionales, nace el  sindicato único que da  fin  la diversidad sindical de los trabajadores.
      Durante el Primer Gobierno de Juan D. Perón, se produce una ampliación de los derechos económicos y sociales, pero al mismo tiempo se desmantelan los derechos políticos, aparece un fuerte clientelismo en la política social. Se erradica la libertad ciudadana, su  mantenimiento se efectúa a través del clientelismo y la utilización de instrumentos con fines políticos y partidistas.
        Caído el gobierno de Perón lo sucede una larga nómina de presidentes civiles y militares que en esencia fueron siempre “más de lo mismo”, en los que primó la corrupción, la impunidad, la indiferencia hacia la ley, el desinterés por los problemas nacionales y sociales.
      En la actualidad el país es gobernado por una presidencia de doble faz que adopta posiciones rígidas sin posibilidad de regreso, predica el enfrentamiento y la culpa de sus adversarios, origina en la población una excitación que lleva a la iracundia,  busca guiar a la ciudadanía hacia los objetivos políticos que encara, sin tomar en cuenta que la violencia social se incrementa y funciona ciegamente. Sus  actitudes recuerdan a la leyenda del aprendiz de hechicero cuando desata irresponsablemente fuerzas terribles, que no puede controlar.   
    Un sabio refrán español de origen bíblico viene bien al respecto cuando dice “El que siembra vientos cosecha tempestades”.
      Hoy la ciudadanía se encuentra desorientada en cuanto al futuro de la Argentina, no se tiene presente que el país no es solo el lugar para oportunidades económicas de corto plazo, sino que debe ser un país serio, que cumpla con sus promesas y posea instituciones sólidas, que respete su apertura con el exterior y finalice la creencia de que el mundo es un lugar hostil al que se debe  escapar. Es importante volver a la confianza sobre la capacidad de los ciudadanos, su desarrollo y preparación producirán crecimiento. El Estado tiene un papel importante en la búsqueda de un futuro promisorio. Solo lo logrará consolidando a las instituciones y fijando marcos con reglas claras para todos.
       La Argentina se ha transformado en una sociedad sin comunidad, no se confía en el otro,  si no existe confianza jamás se podrá armar un proyecto de Nación. La falta de comunidad lleva a una resignación patológica y a la violencia.
      Los argentinos estamos caminando por una peligrosa senda, el país está que arde, ni el oficialismo ni la oposición, escuchan la indignación ciudadana, no elaboran ni les interesa desarrollar mecanismos ni definir programas de largo alcance que construyan un futuro sólido, confiable y racional. Buscan en sus largas e inútiles charlas de comité, soñar con un protagonismo y enriquecimiento que le caerá por arte de magia.
    Hoy contamos con una oposición que no percibe la urgencia de salvar la            Republica frente a los peligrosos desatinos del oficialismo, que ha enloquecido con las fracasadas soluciones del pasado, se pisotean las instituciones. En tanto la oposición frente a sus reclamos no es tomada en cuenta por el pueblo, perdieron el tiempo y las oportunidades al pelearse entre si, esta dispersión ha intensificado su desprestigio.
    En cuanto al oficialismo tiene potencia pero carece de límites, no le interesa como van las cosas, en su realidad concreta todo vale; contradicciones, mentiras que solo buscan hipnotizar al pueblo, machacan sobre un absurdo
modelo, al que tratan de mostrarlo paradisíaco, con una desmedida propaganda, cuando no se cumple, la culpa es del otro que entorpece su desarrollo.
     El oficialismo con una política vil, muestra ante un pueblo que cada vez se empobrece más, como se puede enriquecer en forma ilícita. Los delitos son impunes cuando los convierte alguien del gobierno central. La corrupción que impera en el país se ha convertido en un hecho natural.
    El mérito, la constancia, la decencia son virtudes que ya no tiene sentido, solo importa la viveza, pero no se trata del antiguo concepto porteño que se trataba de humor o beneficios de poca monta. Esta viveza que ahora impera compromete y destruye el país.
    Hemos caído en manos de una sola persona con una soberbia desmesurada y con absolutismo total que maneja como marionetas a una legión de funcionarios pagados para aplaudir, gritar y arrodillarse. Le deben rendir total pleitesía,  con su obsecuencia se les permite enriquecerse con los bienes del Estado. Esta situación nos remonta a la Francia de Luis XIV o a la URSS de Stalin.
      En este peligroso tránsito nos encontramos con una Justicia que se halla al servicio de gobierno. Los jueces no son independientes, se han convertido en un resorte más del poder político. Las causas contra los funcionarios del gobierno son cajoneados sin plazos a la vista, cada tanto salen del archivo y se los muestra  a la opinión pública, por el temor que tienen quienes lo llevan adelante, mañana puedan caer en desgracia. La justicia y la política lejos de estar separadas  se entremezclan una y otra vez. El kirchnerismo ha perfeccionado este método.
    El uso del Poder Judicial como herramienta de ataque político radicaliza la competencia política, se vuelve en un juego de apuestas muy altas y desnaturaliza la intervención judicial. La actividad punitiva del Estado que se debería dedicar a perseguir amenazas sociales, se dedica a resolver entuertos políticos de quienes compiten a cargos públicos. Cuando el accionar político busca manipular a los jueces se rompe la autonomía del Poder Judicial.
    En estos días vemos la consolidación de una matriz criminal en donde la corrupción y precariedad van juntas. Desnuda al gobierno, muestran la asociación de sectores privados,  sindicales y gubernamentales  que conforman una trama tan oscura que dan como resultado una silenciosa indiferencia     
     Vivimos tiempos en los que el sistema favorece la impunidad de los que delinquen, la fianza se ha transformado en una coima legal. La impunidad se halla institucionalizada obliga a los sobrevivientes a mendigar justicia cuando es el sistema penal quien debería ejercerla. En la lucha contra la impunidad, las víctimas son actores secundarios. El muerto se transforma en un obstáculo entre el delincuente y los jueces, en la búsqueda de exonerar al victimario, solo se escuchan las voces del mejor postor o de una conciencia que pretende ser humanitaria, que destroza a la familia de la víctima  y también a la sociedad toda.
     La esperanza de la Argentina está en la instauración de regímenes que aspiren a una popularidad sin populismo; gobiernos que encuentren vías responsables y prácticas para el desarrollo y  la felicidad del pueblo. En busca de este propósito resulta esencial que la política recupere su valoración entre aquellos que tienen la oportunidad de forjar un futuro para la Nación.
XVII EPILOGO
      Quise escribir este ensayo por la sensación que me da el gobierno de ignorar a la ciudadanía, es una prác­tica com­pul­siva que ya no le alcanza a la Presidenta  ni a los obsecuentes  que la acompañan, para permitirles andar a los tum­bos en una senda de improvisaciones,  tomando con orgullo y altanería la vanguardia de la inmoralidad.
     Para concluir, me permito introducir aquí un viejísimo cuento: dicen que, en la época de los zares, se llevó a cabo un progrom contra una aldea judía en la frontera oeste del Imperio, la cual resultó totalmente destruida y todos sus habitantes muertos. Sólo un hombre sobrevivió, y se lo veía después gritando en la estepa: “Vosotros, que quemasteis nuestros campos y aldeas; vosotros, que violasteis a nuestras mujeres y a nuestras hijas; vosotros que matasteis a nuestros parientes y amigos… no abuséis, no abuséis…”
     Espero, sinceramente, que esto sea solo cuento y que  llegado el momento podamos ponernos de acuerdo para empezar de nuevo, desde  cero, que es donde estamos, para lograr construir una verdadera Nación, es decir, un pueblo, con un territorio y una Constitución reconocida y respetada. Todos tirando del carro para el mismo lado
     Creo que ha llegado la hora de preguntarnos qué nos sucede, qué fue lo que nos convirtió en esta masa informe, acostumbrada por décadas a recibir toda clase de golpes, a esta salvaje costumbre del “sálvese quien pueda”. Hasta que tal cosa no suceda, hasta que tomemos acabada conciencia de qué somos y qué debemos hacer para dejar de serlo, no tendremos destino alguno
   Quiero finalizar este ensayo con una reflexión de la autora de la Rebelión de Atlas, Ayn Rand:
"Cuando advierta que para producir se  necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.
 
BIBLIOGRAFIA
 
INDICE
 
I LA VEJEZ
II LA CLASE MEDIA
III EL FIN DE LA MODERNIDAD
IV EN LA BÚSQUEDA DE UNA ARGENTINA FELIZ
V UNA ARGENTINA ADOLESCENTE
VI LA DEMOCRACIA EN CRISIS
VII EL POPULISMO, INCORREGIBLE TRAGEDIA
VIII  LA INSEGURIDAD
IX LA GLOBALIZACION
X CLAROSCURO DE UNA EPOCA DE TERROR
XI LOS DERECHOS HUMANOS
XII INCERTIDUMBRE INSTITUCIONAL
XIII UNA SOCIEDAD EN TRANSFORMACIÓN
XIV LA CULTURA Y LOS MEDIOS
XV LA CAMPORA Y LA EDUCACION
XVI LA CONVIVENCIA SOCIAL
XVII EPILOGO
 
 
                                                                         
 
 
 
 
 
  50917 visitantes (93527 clics a subpáginas)  
 
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis