Profesor Guillermo Cesar Vadillo
  Un Camino Peligroso
 
                                     UN CAMINO PELIGROSO
 
      Los argentinos estamos caminando por una peligrosa senda, el país esta que arde, ni el oficialismo ni la oposición, escuchan la indignación ciudadana, no elaboran ni les interesa desarrollar mecanismos ni definir programas de largo alcance que construyan un futuro sólido, confiable y racional. Buscan en sus largas e inútiles charlas de comité, soñar con un protagonismo y enriquecimiento que le caerá por arte de magia.
    Hoy contamos con una oposición que no percibe la urgencia de salvar la    Republica frente a los peligrosos desatinos del oficialismo, que ha enloquecido con las fracasadas soluciones del pasado, se pisotean las instituciones. En tanto la oposición frente a sus reclamos no es tomada en cuenta por el pueblo, perdieron el tiempo y las oportunidades al pelearse entre si, esta dispersión ha intensificado su desprestigio.
    En cuanto al oficialismo tiene potencia y carece de límites, no le interesa como van las cosas, en la realidad concreta todo vale; contradicciones, mentiras que solo buscan hipnotizar al pueblo, machacan sobre un absurdo
modelo, al que tratan de mostrarlo paradisíaco, con una desmedida propaganda cuando no se cumple, la culpa es del otro que entorpece su desarrollo.
     El oficialismo con una política vil, muestra ante un pueblo que cada vez se empobrece más, como se puede enriquecer en forma ilícita. Los delitos son impunes cuando los convierte alguien del gobierno central. La corrupción que impera en el país se ha convertido en un hecho natural.
    El mérito, la constancia, la decencia son virtudes que ya no tiene sentido, solo importa la viveza, pero no se trata del antiguo concepto porteño que se trataba de humor o beneficios de poca monta. Esta viveza que ahora impera compromete y destruye el país.
    Hemos caído en manos de una sola persona con una soberbia desmesurada y con absolutismo total que maneja como marionetas a una legión de funcionarios pagados para aplaudir, gritar y arrodillarse. Le deben rendir total pleitesía,  con su obsecuencia se les permite enriquecerse con los bienes del Estado. Esta situación nos remonta a la Francia de Luis XIV o a la URSS de Stalin.
    En este peligroso tránsito nos encontramos con un Justicia que se halla al servicio de gobierno. Los jueces no son independientes, se han convertido en un resorte más del poder político. Las causas contra los funcionarios del gobierno son cajoneados sin plazos a la vista, cada tanto salen del archivo y se los muestra  a la opinión pública, por el temor que tienen quienes lo llevan adelante, mañana puedan caer en desgracia. La justicia y la política lejos de estar separadas  se entremezclan una y otra vez. El kirchnerismo ha perfeccionado este método.
    El uso del Poder Judicial como herramienta de ataque político radicaliza la competencia política, se vuelve en un juego de apuestas muy altas y desnaturaliza la intervención judicial. La actividad punitiva del Estado que se debería dedicar a perseguir amenazas sociales, se dedica a resolver entuertos políticos de quienes compiten a cargos públicos. Cuando el accionar político busca manipular a los jueces se rompe la autonomía del Poder Judicial.
    En estos días vemos la consolidación de una matriz criminal en donde la corrupción y precariedad van juntas. Desnuda al gobierno, muestran la asociación de sectores privados,  sindicales y gubernamentales  que conforman una trama tan oscura que dan como resultado una silenciosa indiferencia, vale como ejemplo la tragedia sucedida en Plaza Once que tuvo como resultado 51 muertos y gran cantidad de heridos
   Al respecto no parece exagerado hablar de un hecho criminal, las vidas aparecen como sacrificables en aras de conseguir una mayor ganancia. En la búsqueda incesante de lucro no interesa sacrificar territorios en la extracción de recursos naturales, como también en los proyectos de la mega minería.
    El desprecio de la vida, del que ya hemos tenido muchos ejemplos durante el gobierno kirchnerista se le deben sumar las quince personas que durante el año 2011 murieron por represión. Muchas de ellas tuvieron que ver con la precariedad laboral como el caso del ferroviario Mariano Ferreira, y muchas otras con la política de acaparamiento de tierras.
    Existe un desfasaje entre los discursos de la Presidenta que pone acento en la defensa de los derechos humanos y una política represiva, un escenario en el cual la represión se va endureciendo y de la cual no se puede responsabilizar solo a los gobierno provinciales. El gobierno kirchnerista  es una estructura de alianzas con los poderes provinciales conservadores, autoritarios, con lo peor del sindicalismo y con los barones del conurbano bonaerense.
   El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se titula progresista desconociendo el verdadero sentido de la palabra, un gobierno que adopte este término debe ser aquel que haga una mayor distribución del ingreso, mayor participación popular en el rumbo del país, una profundización de la democracia y el cuidado de los recursos naturales. Se es progresista cuando se cree en los valores, como la solidaridad, libertad, igualdad y justicia, también cuando se cree en la tolerancia, el dialogo, el consenso y la participación. En cambio cuando se privilegian las decisiones verticales a la del conjunto y solo se entiende la democracia delegativa para que acompañen los proyectos, se está muy lejos de ser progresista.
   Vivimos tiempos en los que el sistema favorece la impunidad de los que delinquen, la fianza se ha transformado en una coima legal. La impunidad se halla institucionalizada obliga a los sobrevivientes a mendigar justicia cuando es el sistema penal quien debería ejercerla. En la lucha contra la impunidad, las victimas son actores secundarios. El muerto se transforma en un obstáculo entre el delincuente y los jueces, en la búsqueda de exonerar al victimario, solo se escuchan las voces del mejor postor o de una conciencia que pretende ser humanitaria que destroza a la familia de la víctima  y también a la sociedad toda.
   Se llega así a conseguir un alto grado de reincidencia de los delincuentes,
como se ha visto en estos últimos años, dado que invocando garantías procesales quienes deberían impartir justicia se valen de herramientas viciadas para eximir del debido castigo a quienes han delinquido, poniendo en riesgo la seguridad de una ciudadanía indefensa. Es importante lograr una Justicia exigible para una ciudadanía impotente de una política judicial   
funcional al delito, producto de la negligencia o de la corrupción de quienes deberían ser servidores del pueblo.
   El gobierno de Cristina Fernández  de Kirchner no es progresista más bien es populista   En todas las instancias en la que el populismo imperó en la Argentina, se inyectó la pereza del pensamiento, desapareció la actividad crítica y se oscureció la visión. Siempre culpó de todo a los intereses foráneos, con quejas que nunca llegaron a nada. Introdujo el concepto de que los graves problemas nacionales que se suceden y sucedieron son responsabilidad del FMI, del Banco Mundial, las empresas extranjeras, el imperialismo, la sinarquía internacional, etc., producto de la envidia que nos tienen. Impulsó la idea de que somos víctimas de los países desarrollados y que nada podemos hacer para superar esta asfixiante tragedia.
      La educación popular es también alcanzada por el populismo, se la ha vaciado de contenidos, solo se busca agradar y satisfacer a corto plazo, impera el facilismo, la recurrencia de discursos demagógicos, la irresponsabilidad por los resultados, la simplificación de las situaciones complejas. A diferencia de la educación popular, la populista no busca  transformar una sociedad, su estructura y relaciones, sino todo lo contrario. La educación populista no da, quita educación  a cambio de concesiones que buscan preservar el poder y la hegemonía política de una dirigencia que solo busca su interés.
      Como resultado, hemos llegado al punto donde el cuerpo político no posee suficiente inmunidad contra el populismo, que solo lleva a que sigamos cayendo  en el odio como recurso político y la hipocresía como alternativa a la verdad.
     La esperanza de la Argentina está en la instauración de regímenes que aspiren a una popularidad sin populismo; gobiernos que encuentren vías responsables y prácticas para el desarrollo y  la felicidad del pueblo. En busca de este propósito resulta esencial que la política recupere su valoración entre aquellos que tienen la oportunidad de forjar un futuro para la Nación.
Quiero finalizar con una reflexión de la autora de la Rebelión de Atlas, Ayn Rand:
"Cuando advierta que para producir se  necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada."
 
                                                              Guillermo César Vadillo
                                                   San Miguel, 13 de agosto del 2012
 
 
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